10 Y el Espíritu de Jehová vino sobre él, y juzgó a Israel, y salió a batalla, y Jehová entregó en su mano a Cusan-risataim rey de Siria, y prevaleció su mano contra Cusan-risataim.
10 El Espíritu del Señor vino sobre él, y comenzó a ser juez de Israel. Entró en guerra contra Cusán-risataim, rey de Aram, y el Señor le dio la victoria sobre él.
10 El espíritu de Yavé se posó sobre él y se desempeñó como juez en Israel. Salió a guerrear y Yavé puso entre sus manos a Cusán-Riseataim, rey de Edom: derrotó a Cusán-Riseataim.
10 Y el Espíritu de YHVH estuvo sobre él, y gobernó a Israel. Y salió a la guerra, y YHVH entregó en su mano a Cusán-Risataim, rey de Aram, y su mano prevaleció contra Cusán-Risataim.
10 El espíritu de Yahveh vino sobre él y quedó constituido juez de Israel. Salió a campaña y Yahveh entregó en sus manos a Cusán Risatáin, rey de Aram. Prevaleció su mano sobre Cusán Risatáin
Al verlos, David salió a su encuentro y les dijo: —Si vuestras intenciones son buenas y venís para ayudarme, acepto de todo corazón que os unáis a mi tropa; pero si lo que queréis es traicionarme y entregarme a mis enemigos, siendo así que yo no soy ningún criminal, que el Dios de nuestros antepasados lo vea y os castigue.
El espíritu de Dios dio al profeta Azarías, hijo de Oded, el siguiente mensaje para el rey Asá: —¡Tú, Asá, y vosotros, los de las tribus de Judá y de Benjamín, poned atención! Durante mucho tiempo, Israel ha estado sin adorar al Dios verdadero, y no ha tenido sacerdotes que le enseñasen su ley. Eran tiempos en que nadie tenía paz, pues en todas partes la gente vivía con inseguridad y temor. Había guerras entre los pueblos y entre las ciudades; nadie estaba tranquilo, porque Dios había desencadenado sobre ellos toda clase de angustias y calamidades. Sin embargo, cuando nuestro pueblo se encontraba en esta situación de angustia, si se arrepentía y buscaba a nuestro Dios, él siempre se dejaba encontrar. Por eso ahora os digo: si vosotros os mantenéis fieles a Dios, él siempre estará con vosotros; pero si lo abandonáis, él también os abandonará.
Allí también se encontraba un miembro de la tribu de Leví, llamado Jajaziel, hijo de Zacarías, cuyos antepasados eran: Asaf, Matanías, Jeiel y Benaías. El espíritu de Dios descendió sobre Jajaziel,
Yo bajaré entonces y te hablaré. Pondré en esos hombres una parte del espíritu que está en ti, para que te ayuden a dirigir al pueblo; así no tendrás que hacerlo todo tú solo.
Dios bajó en la nube y habló con Moisés; luego hizo lo que había prometido: puso en aquellos setenta hombres respetables parte del espíritu que había en Moisés, y ellos empezaron a comunicar mensajes de parte de Dios. Esto sucedió una sola vez.
Entonces Dios dijo a Moisés: —Llama a Josué, que es un hombre valiente y me obedece; llévalo ante el sacerdote Eleazar y ante todo el pueblo y, en presencia de ellos, pon tus manos sobre su cabeza. Así le pasarás tu autoridad para que le obedezca todo el pueblo de Israel.
Pero los que han dejado de creer en Cristo ya no pueden volver a ser amigos de Dios, aunque alguna vez hayan creído que el mensaje de Dios es la verdad, y con gusto lo hayan recibido como un regalo. Si dejan de creer en Cristo, lo que habrán hecho será volver a clavarle en la cruz y hacer que todo el mundo se burle de él. No importa que hayan recibido el Espíritu Santo junto con los demás, ni que hayan sabido lo bueno que es el mensaje de Dios, ni lo poderoso que Dios será en el nuevo mundo; si dejan de creer en Cristo ya no podrán renovarse y volver a él.
Después de esto el espíritu de Dios hizo que Jefté recorriera los territorios de Galaad y Manasés, llegando hasta Mispá de Galaad. Desde allí Jefté se dirigió al territorio de los amonitas,
Entonces el espíritu de Dios llenó de fuerza a Sansón que fue a Ascalón y allí mató a treinta hombres. Les quitó sus ropas y se las dio a los que habían averiguado la adivinanza. Después, regresó a la casa de sus padres, pues estaba muy furioso por lo que había sucedido.
Pero el espíritu de Dios llenó de fuerza a Sansón que tomó al león entre sus manos y lo despedazó como si fuera un cabrito. Pero no les dijo a sus padres lo que había sucedido.
Cuando llegaron a Lejí, los filisteos salieron a su encuentro gritando de alegría. Pero en ese momento el espíritu de Dios llenó a Sansón de fuerza, y este rompió las sogas que le sujetaban los brazos y las manos como si fueran hilos viejos.
Cuando Saúl y su criado llegaron a Guibeá, se encontraron con el grupo de profetas. Entonces el espíritu de Dios vino sobre Saúl, y Saúl comenzó a profetizar junto con ellos.
Samuel tomó aceite y lo derramó sobre David en presencia de sus hermanos. Después regresó a Ramá. En cuanto a David, desde aquel mismo día el espíritu de Dios estuvo con él.