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Jueces 2:18 - Biblia Lenguaje Básico

18 Dios ayudaba a los jefes que él ponía. Mientras ese jefe vivía, Dios salvaba a los israelitas de sus enemigos, porque se compadecía de ellos al oírlos quejarse de sus sufrimientos.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

18 Y cuando Jehová les levantaba jueces, Jehová estaba con el juez, y los libraba de mano de los enemigos todo el tiempo de aquel juez; porque Jehová era movido a misericordia por sus gemidos a causa de los que los oprimían y afligían.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

18 Cada vez que el Señor levantaba un juez sobre Israel, él estaba con ese juez y rescataba al pueblo de sus enemigos durante toda la vida del juez. Pues el Señor tenía compasión de su pueblo, que estaba sobrecargado de opresión y sufrimiento.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

18 Cuando Yavé les envió jueces, Yavé estaba con el juez, y durante toda la vida del juez los libraba de las manos de sus enemigos. Pues Yavé tenía piedad de ellos cuando escuchaba sus lamentos bajo la opresión y la persecución.

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La Biblia Textual 3a Edicion

18 Y cuando YHVH les levantaba jueces, YHVH estaba con el juez y los libraba de mano de sus enemigos todos los días de aquel juez, porque YHVH se conmovía de sus gemidos a causa de quienes los maltrataban y oprimían.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

18 Cuando Yahveh les suscitaba jueces, Yahveh estaba con el juez y los salvaba de sus enemigos durante la vida del juez, pues Yahveh tenía piedad de los gemidos que les arrancaban los que los oprimían y vejaban.

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Jueces 2:18
22 Referans Kwoze  

se puso muy triste de haberlos creado, lamentó haberlos puesto en la tierra y profundamente afligido


Jazael destruyó el ejército de Joacaz y solo le dejó cincuenta jinetes, diez carros de combate y diez mil soldados de infantería. Preocupado por esto, Joacaz oró a Dios, pues Jazael estaba haciendo sufrir mucho a los israelitas. En respuesta a su oración, Dios envió a un hombre que los libró del poder de los sirios, y así volvió a reinar la paz en los hogares israelitas. Sin embargo, los israelitas no dejaron de cometer los mismos pecados que la familia de Jeroboán había hecho cometer a Israel. Al contrario, continuaron pecando y no quitaron de Samaría la imagen de la diosa Astarté.


con esa gente que dice: «Lo que nos sobra son palabras; con ellas conseguimos triunfar. ¡Nadie podrá dominarnos!».


¿Dios mío, hasta cuándo nos vas a tener abandonados? Ten compasión de nosotros, tu pueblo, y vuelve a ser nuestro Dios.


Pero Dios vio sus sufrimientos, escuchó sus gritos de dolor y se acordó del pacto que había hecho con los antepasados de los israelitas, es decir, con Abrahán, Isaac y Jacob.


Dios le dijo: —¡Moisés, yo estaré contigo en todo momento! Y para que sepas que yo soy quien te envía, voy a darte una señal: después de que hayas sacado a los israelitas, todos vosotros me adoraréis en este mismo lugar.


Entonces Dios se calmó y decidió no aplicar al pueblo el castigo con que le había amenazado.


Israelitas, yo no puedo abandonaros. No sería capaz de hacerlo. No podría destruiros, como destruí a la gente malvada de Adamá y Seboín. ¡Mi gran amor por vosotros no me lo permite!


Y al ver que toda la gente de Nínive se convirtió y dejó de hacer el mal, Dios decidió no destruirlos.


Cuando estéis en vuestra tierra y tengáis que salir a luchar contra alguien que os ataque, tocad las trompetas y gritad con todas vuestras fuerzas. Entonces yo, que soy vuestro Dios, me acordaré de vosotros y os libraré de vuestros enemigos.


Cuando ya no tengamos fuerzas, nuestro Dios nos defenderá; cuando él nos vea reducidos a nada, tendrá compasión de nosotros


Nadie podrá derrotarte jamás, porque yo te ayudaré, de la misma manera que ayudé a Moisés. Nunca te fallaré ni te abandonaré.


Se desprendieron entonces de los dioses falsos que tenían, y volvieron a adorar a Dios que se compadeció al ver cómo sufría su pueblo.


Jefté cruzó el río para atacar a los amonitas, y Dios le dio la victoria sobre ellos.


Pero al morir el jefe, los israelitas volvían a pecar. Su comportamiento era peor que el de sus padres, pues servían y adoraban a otros dioses, y tercamente se negaban a cambiar de actitud.


los israelitas le suplicaron a Dios que los salvara, y él les dio como libertador a Otoniel, hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb.


El ángel de Dios se le apareció a Gedeón y le dijo: —Dios está contigo, guerrero fuerte y valeroso.


Dios le contestó: —Podrás hacerlo porque yo estaré contigo para ayudarte. Derrotarás a los madianitas como si se tratara de un solo hombre.


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