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Jueces 2:15 - Biblia Lenguaje Básico

15 Cuando iban a luchar, Dios se ponía en contra de ellos y todo les salía mal, tal como él lo había advertido de antemano. Así que los israelitas terminaban encontrándose en grandes aprietos.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

15 Por dondequiera que salían, la mano de Jehová estaba contra ellos para mal, como Jehová había dicho, y como Jehová se lo había jurado; y tuvieron gran aflicción.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

15 Cada vez que los israelitas salían a la batalla, el Señor peleaba en contra de ellos e hizo que sus enemigos los derrotaran, tal como él les había advertido. Y el pueblo estaba muy angustiado.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

15 Cada vez que iban a la guerra, la mano de Yavé se alzaba en su contra para su desgracia, tal como Yavé se lo había dicho y jurado: estaban en una situación desastrosa.

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La Biblia Textual 3a Edicion

15 Por dondequiera que salían, la mano de YHVH estaba contra ellos para mal, como YHVH había hablado, y como YHVH se lo había jurado, de suerte que se veían en grandes aprietos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

15 En todas sus campañas, la mano de Yahveh les era adversa, según se lo había anunciado Yahveh y se lo había jurado. Estaban, pues, en gran aprieto.

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Jueces 2:15
19 Referans Kwoze  

Cuando Roboán consolidó y afianzó su reino, él y todo el pueblo de Israel dejaron de obedecer la ley de Dios. Por esa razón, cuando Roboán llevaba cinco años reinando, Dios permitió que Sisac, rey de Egipto, atacara Jerusalén. Sisac tenía un ejército de mil doscientos carros de combate y sesenta mil jinetes; además, venían con él soldados libios, suquitas y etíopes, en tal cantidad que no se podían contar. El faraón fue conquistando, una tras otra, las ciudades y fortalezas de Judá, y finalmente llegó hasta Jerusalén. Los principales jefes de Judá se habían reunido allí con Roboán ante el ataque de Sisac, y fue entonces cuando el profeta Semaías les dijo: —Esto es lo que os dice Dios: «Puesto que vosotros os olvidasteis de mí, ahora yo os abandono a vosotros y os dejo bajo el poder de Sisac». Entonces los jefes y el rey reconocieron con humildad su maldad y confesaron: «¡El castigo de Dios es justo!». Cuando Dios vio que habían reconocido con humildad su pecado, les mandó este nuevo mensaje por medio de Semaías: —Como habéis sido humildes, no dejaré que Sisac destruya Jerusalén, sino que en breve tiempo os liberaré de su poder. Sin embargo, para que comprobéis la diferencia que hay entre servirme a mí, o a los reyes de este mundo, por algún tiempo estaréis sometidos al rey de Egipto.


Pero si esa nación deja de hacer lo malo, entonces también yo renunciaré a castigarlos tal como pensaba hacerlo.


Porque he decidido fijarme en esta ciudad y no para bien, sino para mal. Se la voy a entregar al rey de Babilonia para que la destruya con fuego. Soy yo, Dios, quien lo asegura».


Por eso he decidido que caiga la desgracia sobre vosotros y borrar del mapa a Judá. ¡Yo soy el Dios de Israel!


En lugar de estar pendiente de vosotros para protegeros, voy a estar pendiente de haceros daño. Os aseguro que toda la gente de Judá que vive en Egipto morirá de hambre o en la guerra.


Por eso yo, el Dios de Israel, os digo esto: También yo tengo planes contra vosotros: estoy planeando enviaros una desgracia de la que no podréis libraros. Os vienen tiempos tan difíciles que ya no os quedará ni pizca de orgullo.


Por eso, aunque pasamos por muchas dificultades, no nos desanimamos. Tenemos preocupaciones, pero no perdemos la calma.


Si aparece alguien diciendo que trae un mensaje de parte de Dios, pero en realidad no es así, deberéis condenarlo a muerte. Lo mismo deberéis hacer con cualquiera que aparezca con mensajes de otros dioses.


Los amonitas cruzaron el Jordán para atacar también a las tribus de Judá, Benjamín y Efraín de manera que los israelitas se vieron en graves problemas.


Pero si no obedecéis a Dios y os rebeláis contra sus mandatos, entonces os castigará como lo hizo con vuestros antepasados.


Muchos israelitas pensaron que no podrían vencer al ejército filisteo, así que se escondieron en cuevas, entre rocas y peñascos y, dentro de pozos secos;


Todos los israelitas estaban muy cansados, pues ninguno de ellos había comido nada, ya que Saúl había hecho este juramento: —Que caiga la maldición sobre todo aquel que coma algo antes del anochecer, y antes de que me haya vengado de mis enemigos.


En cuanto a David, estaba muy preocupado, pues entre su gente se hablaba incluso de apedrearlo, ya que le echaban la culpa de que los amalecitas se hubieran llevado a sus mujeres y a sus hijos. Sin embargo, David confiaba en que Dios podía ayudarlo, así que se animó


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