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Jueces 19:22 - Biblia Lenguaje Básico

22 Estaban pasando un rato agradable cuando, de pronto, unos hombres de la ciudad rodearon la casa y empezaron a golpear violentamente la puerta. Se trataba de unos hombres malvados que exigieron al dueño de la casa: —¡Qué salga el hombre que está de visita en tu casa! ¡Queremos tener relaciones sexuales con él!

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Biblia Reina Valera 1960

22 Pero cuando estaban gozosos, he aquí que los hombres de aquella ciudad, hombres perversos, rodearon la casa, golpeando a la puerta; y hablaron al anciano, dueño de la casa, diciendo: Saca al hombre que ha entrado en tu casa, para que lo conozcamos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

22 Mientras disfrutaban el momento, un grupo de alborotadores de la ciudad rodeó la casa. Comenzaron a golpear la puerta y a gritarle al anciano: —Saca al hombre que se hospeda contigo para que podamos tener sexo con él.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

22 Todo parecía ir muy bien hasta que los hombres de la ciudad, verdaderos depravados, rodearon la casa y golpearon la puerta. Le dijeron al anciano, dueño de la casa: 'Di a ese hombre que está en tu casa que salga para que abusemos de él'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

22 Estaban alegrando sus corazones, cuando he aquí unos hombres de aquella ciudad, hijos de Belial,° rodeando la casa, se agolparon en la puerta y hablaron al anciano dueño de la casa, diciendo: ¡Tráenos al hombre que entró a tu casa, para que lo conozcamos!°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

22 Mientras estaban reconfortando su corazón, unos hombres, hijos de Belial, rodearon la casa y, golpeando la puerta, decían al anciano, dueño de la casa: 'Saca al hombre que entró en tu casa, para que lo conozcamos'.

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Jueces 19:22
19 Referans Kwoze  

Haced también que dos testigos falsos declaren contra Nabot diciendo que ha maldecido a Dios y al rey. Luego sacadlo fuera y matadlo a pedradas.


Tu hermana mayor es la ciudad de Samaría, que está al norte, y sus descendientes son los pueblos que la rodean. Tu hermana menor es la ciudad de Sodoma, que está al sur, y sus descendientes son también los pueblos que la rodean. Pero te aseguro que no solo te has portado igual que Sodoma imitando su odiosa conducta, sino que has acabado siendo peor que ella.


Vosotros, israelitas, comenzasteis a pecar en Guibeá y no habéis dejado de hacerlo; por eso la guerra os destruirá en el mismo lugar donde pecasteis.


Tu maldad es tan grande que en nada eres diferente de los que vivían en Guibeá; ¡pero no olvidaré tu maldad y te castigaré por tus pecados!


No os dejéis engañar. Sabéis bien que los que hacen el mal no participarán en el reino de Dios. Me refiero a los que tienen relaciones sexuales prohibidas, a los que adoran a los ídolos, a los que son infieles en el matrimonio, a los afeminados, a los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres, a los ladrones, a los que siempre quieren más de lo que tienen, a los borrachos, a los que hablan mal de los demás y a los tramposos. Ninguno de ellos participará del reino de Dios.


Ni puede haber amistad entre Cristo y el diablo. El que es seguidor de Cristo no llama hermano al que no lo es.


Si en alguna de las ciudades que Dios os va a dar para que habitéis en ellas,


Algo parecido les sucedió también a los que vivían en Sodoma y Gomorra y en las ciudades cercanas. Los que vivían allí pecaron y practicaron todo tipo de relaciones sexuales prohibidas. Por eso Dios los castigó y los arrojó al fuego que nunca se apaga; allí sufrirán un castigo que deberá servir de advertencia para los demás.


Esa misma noche, los hombres de la ciudad vinieron para atacarme y rodearon la casa donde estábamos hospedados. Pensaban matarme a mí, pero lo que hicieron fue abusar de mi mujer hasta causarle la muerte.


Entonces yo corté su cuerpo en pedazos y los mandé por todo el país, para que todos los israelitas se enteraran del terrible crimen que se había cometido.


Pero algunos desconfiados decían burlándose: —¿Y este es el que va a salvarnos? Y como pensaban que Saúl no servía para rey, no le hicieron ningún regalo. A pesar de ello, Saúl no dijo nada.


Los hijos de Elí eran unos malvados y no respetaban ni obedecían a Dios. Hacían cosas terribles con las ofrendas que la gente llevaba al santuario. Por ejemplo, la Ley de Dios decía que, al presentar las ofrendas, primero se debía quemar la grasa del animal y luego darle al sacerdote una porción de la carne. Sin embargo, cuando la gente apenas comenzaba a quemar la grasa, venía un sirviente de los hijos de Elí y le decía al que presentaba la ofrenda: —Dame la carne que le toca al sacerdote, para que yo se la prepare. Debo llevarla cruda porque el sacerdote no la quiere ya cocida. A veces alguien contestaba: —Déjame quemar primero la grasa, y luego te llevarás lo que gustes. Pero el sirviente le respondía: —Si no me la das ahora, me la llevaré por la fuerza. Muchas veces el sirviente llegaba con un tenedor, lo metía en la olla donde se estaba cocinando la carne, y todo lo que sacaba era para los hijos de Elí.


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