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Jueces 11:10 - Biblia Lenguaje Básico

10 Los dirigentes israelitas le aseguraron: —Dios es nuestro testigo de que así lo haremos, tal como dices.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

10 Y los ancianos de Galaad respondieron a Jefté: Jehová sea testigo entre nosotros, si no hiciéremos como tú dices.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 —El Señor es nuestro testigo —contestaron los ancianos—. Prometemos hacer todo lo que tú digas.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Los ancianos de Galaad dijeron a Jefté: 'Que Yavé sea testigo en contra nuestra si no actuamos como acabas de decir'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Y los ancianos de Galaad dijeron a Jefté: ¡YHVH sea testigo entre nosotros de que tal como has dicho, así hemos de hacer!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Replicaron los ancianos de Galaad a Jefté: 'Yahveh sea testigo contra nosotros, si no hacemos según lo que dices'.

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Jueces 11:10
16 Referans Kwoze  

Entonces Saray dijo a Abrán: —Tú tienes la culpa de que Agar me trate con desprecio. Recuerda que fui yo quien te la entregó. Ahora resulta que, como está embarazada, se siente superior a mí. Que Dios juzgue quién tiene razón en este caso.


Júrame ahora mismo, delante de él, que nunca me harás ningún daño, ni tampoco a mis hijos ni a mis descendientes. Júrame también que siempre me tratarás bien, tal como yo te he tratado, y que harás lo mismo con la gente de este país, donde has venido a vivir.


Si maltratas a mis hijas o te casas con otras mujeres, aunque ningún otro sea testigo de ello, Dios sí lo será.


Pongo ante nosotros, como juez, al Dios de Abrahán y Najor. Así lo juró Jacob en el nombre del Dios que su padre Isaac adoraba;


No uses mal el nombre de Dios, si lo haces, Dios te castigará.


Entonces ellos prometieron: —Haremos todo lo que Dios nos mande hacer, nos guste o no nos guste. Ponemos a Dios como testigo fiel y verdadero de que cumpliremos nuestra promesa. Si le obedecemos, estamos seguros de que nos irá bien.


¡Escuchadme bien, pueblos todos de la tierra! ¡Prestadme atención, habitantes de este país! Yo soy el Dios de Israel y desde mi santo Templo voy a denunciar vuestras maldades.


La maldición contenida en el libro entrará en la casa de los ladrones y de los que juran en falso utilizando el nombre de Dios y allí se quedará hasta destruirlos por completo. El Dios todopoderoso asegura que así será.


Esto es lo que dice el Dios todopoderoso: Voy a iniciar un juicio contra vosotros. Actuaré como testigo contra los que practican la brujería, contra los que son adúlteros, contra los que hacen juramentos falsos, contra los que explotan a sus trabajadores, contra los que abusan de las viudas y de los huérfanos, contra los que maltratan a los que no son israelitas y contra los que me faltan al respeto.


Yo sirvo a Dios anunciando la buena noticia acerca de su Hijo, y lo hago de todo corazón. Dios es testigo de que pienso constantemente en vosotros,


El Dios y Padre del Señor Jesús, que merece ser siempre alabado, sabe que no estoy mintiendo.


Y a los jueces elegidos les dije que fueran justos con todos por igual, sin importar si eran pobres o ricos, israelitas o extranjeros, y sin tener miedo de nada ni de nadie, pues Dios respaldaría sus decisiones. También les dije que cuando algún caso les fuera muy difícil, me lo pasaran a mí, para que yo lo juzgara.


Jefté entonces les dijo: —Está bien. Pero si vuelvo con vosotros y Dios me ayuda a vencer a los amonitas, tendréis que hacerme vuestro jefe.


Entonces Samuel les dijo: —Dios y el rey que él ha elegido son testigos de que ninguno de vosotros me acusa de nada. Y ellos respondieron: —Así es. Dios y el rey son testigos.


¡Mira lo que tengo en la mano! Es un pedazo de tu manto, que yo mismo corté. Por tanto, me hubiera resultado muy fácil darte muerte. Y si yo no he causado ningún daño al rey ni me he rebelado contra él, ¿por qué el rey me anda persiguiendo y quiere matarme? ¿Valgo acaso más que un perro muerto o una pulga? ¡Que Dios juzgue entre nosotros dos, y vea quién se está portando mal! ¡Que sea Dios quien me defienda del rey, pero yo jamás le haré daño! Bien dice el antiguo refrán, que «del malvado solo se puede esperar maldad»; por eso ¡yo nunca le haré daño al rey!


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