Ajaz fue infiel a Dios, y dejó que la maldad creciera en Judá. Por eso Dios volvió a castigar a los de Judá, y permitió que otra vez los edomitas los derrotaran y se llevaran a muchos prisioneros. También dejó que los filisteos los atacaran y que se apoderaran de las ciudades que estaban en la llanura y en el desierto del sur; entre ellas estaban las ciudades de Bet Semes, Ayalón y Guederón, y también las ciudades de Socó, Timná y Guimzó, junto con los pueblos que las rodeaban. Entonces Ajaz pidió ayuda a Tiglatpiléser, que era el rey de Asiria. Incluso le envió como regalo todos los objetos de valor que encontró en el Templo de Dios, en su palacio y en las casas de los principales jefes del pueblo. Sin embargo, el rey de Asiria, lejos de apoyarlo, también lo atacó y puso cerco a la ciudad.