Salún, hijo de Coljoze y gobernador del distrito de Mispá, reparó la Puerta de la Fuente. La cubrió con un techo y colocó los portones con sus cerrojos y sus barras. También restauró la muralla desde el estanque de Siloé, que está junto al jardín del rey, hasta las escaleras que bajan de la parte más antigua de la ciudad de Jerusalén.
Mi pueblo tiene ojos, pero no ve; tiene oídos, pero no escucha. Pero vosotros, pueblos y naciones, reuníos y decid, si podéis: ¿Quién ha anunciado esto antes de que haya sucedido? Presentad a vuestros testigos y demostrad que dicen la verdad.
—Yo soy tranquilo, como las aguas del estanque de Siloé. Pero esta gente de Judá me ha despreciado, pues tiene miedo de Resín y de Pécaj, los reyes de Siria y de Israel.
Los ciegos ven, los cojos caminan bien; los leprosos quedan sanos y los sordos oyen; los muertos recobran la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia.
Recordáis a los dieciocho que murieron cuando se les vino encima la torre que se derrumbó en Siloé. ¿Creéis que eso les pasó porque eran peores que los demás habitantes de Jerusalén?
Él respondió: —Un hombre llamado Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos, y me dijo que fuera a el estanque de Siloé y que me lavara. Yo fui y, cuando me lavé los ojos, pude ver.
Quiero que les hagas ver que deben pasar de las tinieblas a la luz, y también que deben renunciar a Satanás y convertirse a Dios, para que crean en mí y así reciban el perdón de los pecados y la herencia que corresponde a los que forman parte de mi pueblo».
Dios ha hecho lo que la ley de Moisés no era capaz de hacer ni podría haber hecho, porque nadie puede controlar sus deseos de hacer lo malo. Dios envió a su propio Hijo, y lo envió tan débil como nosotros, los pecadores. Lo envió para que muriera por nuestros pecados. Así, por medio de él, Dios destruyó al pecado.