35 Pilato le contestó: —¿Me ves cara de judío? La gente de tu propia nación y los jefes de los sacerdotes son los que te han entregado. ¿Qué es lo que has hecho?
35 —¿Acaso yo soy judío? —replicó Pilato—. Tu propio pueblo y sus principales sacerdotes te trajeron a mí para que yo te juzgue. ¿Por qué? ¿Qué has hecho?
«Recibe gran rey Artajerjes, un saludo de tus servidores que habitan al oeste del Éufrates. Queremos informarte que los judíos que salieron de Babilonia y volvieron a Jerusalén están reconstruyendo esa ciudad rebelde y malvada. Ya han comenzado a reparar los cimientos y piensan reconstruir la muralla.
Muy de mañana, llevaron a Jesús de la casa de Caifás al palacio del gobernador romano. Los jefes de los judíos no entraron en el palacio porque la ley no les permitía entrar en la casa de alguien que no fuera judío, antes de la cena de la Pascua.
Jesús le respondió: —Mi reino no es como los reinos de este mundo. Si lo fuera, mis ayudantes habrían luchado para que yo no fuera entregado a los jefes de los judíos.
Cuando los jefes de los sacerdotes y los guardias del Templo vieron a Jesús, comenzaron a gritar: —¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Pilato les dijo: —Yo no creo que sea culpable de nada. Así que llevadlo y crucificadlo vosotros mismos.
El Dios de nuestros antepasados Abrahán, Isaac y Jacob ha mostrado el poder de su siervo Jesús a quien vosotros rechazasteis y entregasteis a los gobernantes romanos, mientras que Pilato quería ponerlo en libertad.