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Juan 18:12 - Biblia Lenguaje Básico

12 Los soldados de la tropa, con su capitán y los guardias del Templo, arrestaron a Jesús y lo ataron.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

12 Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

12 Así que los soldados, el oficial que los comandaba y los guardias del templo arrestaron a Jesús y lo ataron.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

12 Entonces los soldados, con el comandante y los guardias de los judíos, prendieron a Jesús, lo ataron

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La Biblia Textual 3a Edicion

12 Entonces la cohorte, el tribuno, y los alguaciles de los judíos prendieron a Jesús y lo ataron,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

12 Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron

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Juan 18:12
17 Referans Kwoze  

Cuando llegaron al lugar señalado por Dios, Abrahán construyó un altar y sobre él preparó la leña para el fuego; luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar.


Entonces los puso bajo vigilancia en la cárcel donde José estaba preso.


Dios es quien nos ilumina. ¡Vayamos juntos hasta el altar llevando ramos con nosotros!


Los que habían arrestado a Jesús lo llevaron al palacio de Caifás, el jefe de los sacerdotes. Allí estaban reunidos los maestros de la Ley y los miembros de la Junta Suprema. Pedro siguió a Jesús desde lejos y llegó hasta el patio del palacio. Allí se sentó con los guardias para no perderse nada.


Lo ataron, lo sacaron del palacio de Caifás y lo entregaron a Poncio Pilato, el gobernador romano.


Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al patio del cuartel y llamaron al resto de la tropa.


Pedro siguió a Jesús desde lejos, y llegó hasta el patio del palacio del jefe de los sacerdotes. Allí se sentó con los guardias junto al fuego, para calentarse. Mientras tanto, los que habían arrestado a Jesús lo llevaron ante el jefe de los sacerdotes. Allí estaban reunidos los sacerdotes principales, los líderes judíos y los maestros de la Ley.


Al amanecer, los sacerdotes principales, los líderes del país y los maestros de la Ley se reunieron con los miembros de la Junta Suprema. Terminada la reunión, ataron a Jesús, lo sacaron del palacio de Caifás y lo entregaron a Poncio Pilato, el gobernador romano.


Los que arrestaron a Jesús lo llevaron al palacio del jefe de los sacerdotes. Pedro los siguió desde lejos.


Llegó, pues, Judas al huerto con una tropa de soldados romanos. Los acompañaban también unos cuantos guardias del Templo puestos a su disposición por los jefes de los sacerdotes y por los fariseos. Todos iban bien armados y llevaban faroles y antorchas.


En la ciudad de Cesarea vivía un hombre llamado Cornelio. Era capitán de un grupo de cien soldados romanos, al que se conocía como Regimiento Itálico.


Estaban a punto de matar a Pablo cuando avisaron al jefe del batallón de soldados romanos de que toda Jerusalén estaba alborotada.


Los soldados iban ya a meter al preso en la fortaleza, cuando Pablo preguntó a su comandante: —¿Podría hablar contigo un momento? El comandante, extrañado, le dijo: —No sabía que hablaras griego.


El alboroto era cada vez mayor. Entonces el comandante de los soldados romanos tuvo miedo de que mataran a Pablo, y ordenó que vinieran los soldados y se lo llevaran de nuevo a la fortaleza.


Los filisteos lo sujetaron y le sacaron los ojos; luego se lo llevaron a Gaza, le pusieron cadenas de bronce y lo obligaron a trabajar en el molino de la cárcel.


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