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Josué 22:18 - Biblia Lenguaje Básico

18 ¿No os dais cuenta de que, si hoy nos rebelamos contra él, mañana Dios castigará a todos los israelitas?

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Biblia Reina Valera 1960

18 para que vosotros os apartéis hoy de seguir a Jehová? Vosotros os rebeláis hoy contra Jehová, y mañana se airará él contra toda la congregación de Israel.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

18 Y ahora ustedes le dan la espalda al Señor. Si hoy ustedes se rebelan contra el Señor, mañana él se enojará con todos nosotros.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

18 Si hoy día se han rebelado contra Yavé, mañana él se enojará con toda la comunidad de Israel.

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La Biblia Textual 3a Edicion

18 ¡Y vosotros os apartáis hoy de en pos de YHVH! Y sucederá que por haberos rebelado hoy contra YHVH, mañana Él estará airado contra toda la comunidad de Israel.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

18 ¡Y vosotros os apartáis hoy de Yahveh! Esto es lo que va a ocurrir: vosotros os rebeláis hoy contra Yahveh, y mañana se encenderá su ira contra la comunidad toda de Israel.

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Josué 22:18
20 Referans Kwoze  

Dios volvió a enfadarse contra los israelitas y, para poder castigarlos, incitó a David a hacer un recuento de todos los habitantes de Israel y de Judá.


Pero si tus descendientes no me obedecen, sino que sirven y adoran a otros dioses,


Cuando Dios quitó el trono de toda la nación israelita a los descendientes de David, los israelitas del norte proclamaron como rey a Jeroboán, hijo de Nabat, quien los hizo apartarse de Dios y pecar muy gravemente.


Satán se levantó contra Israel, e incitó a David para que hiciera un recuento de los habitantes de Israel.


Entonces Dios envió la peste por todo Israel, y murieron setenta mil personas.


Algunos hombres planearon matar a Amasías en la ciudad de Jerusalén, porque él se había olvidado de Dios. Entonces Amasías escapó a la ciudad de Laquis, pero lo siguieron hasta allí y lo mataron.


Josías destruyó todos los aborrecibles ídolos que había en territorio israelita, y ordenó a los israelitas que adoraran solamente al Dios de Israel. Mientras Josías vivió, el pueblo no se apartó del Dios de sus antepasados.


Entonces Moisés dijo a Aarón y a sus hijos Eleazar e Itamar: —No os despeinéis ni rasguéis vuestras ropas en señal de luto, no sea que muráis y Dios descargue su ira sobre el pueblo. Serán todos los demás israelitas los que deben lamentarse porque Dios ha tenido que enviar ese fuego contra ellos.


Moisés y Aarón se postraron tocando el suelo con la frente, y suplicaron a Dios: —Dios mío, tú que nos das vida a todos, si ha sido solo uno el que ha pecado ¿vas a aniquilar a toda la comunidad?


Si vosotros os quedáis aquí y os rebeláis contra Dios, él dejará morir a todo el pueblo en el desierto, y vosotros seréis los responsables.


Por causa de esa gente, vuestros hijos e hijas adorarán a otros dioses y dejarán de servir a nuestro Dios. Y si eso llegara a suceder, Dios se enfadaría muchísimo con vosotros y en un instante os destruiría.


Al llegar a la tierra de Galaad, en donde estaban establecidas las dos tribus y media,


hablaron con ellos de parte de todo el pueblo de Dios, y les dijeron: —¿Por qué habéis traicionado al Dios de Israel? ¿Por qué habéis levantado este altar en rebeldía contra Dios?


No olvidéis el caso de Acán, hijo de Céraj, que guardó para sí algo que debía haber destruido y, aunque solo él había pecado, todo el pueblo israelita fue castigado por su culpa.


En la familia de Céraj, que formaba parte de la tribu de Judá, había un hombre llamado Acán, hijo de Carmí y nieto de Zabdí. Este hombre no obedeció el mandato que Dios había dado al pueblo. Dios les había ordenado destruir por completo la ciudad de Jericó, pero Acán se quedó con algunas de las cosas que debía haber destruido. Por eso Dios se enfadó contra los israelitas.


Lo que pasa es que los israelitas han pecado. Yo les ordené que destruyeran todo lo que había en la ciudad de Jericó. Era un pacto que habíamos hecho. Pero se quedaron con algunas de esas cosas. Las robaron, las escondieron entre sus pertenencias y luego mintieron acerca de lo que habían hecho.


que entre las cosas que tomamos vi una hermosa capa babilónica, dos kilos de plata y una barra de oro que pesaba más de medio kilo. Tanto me gustaron esas cosas que las guardé y las enterré debajo de mi tienda. El dinero está en el fondo.


Si tanto vosotros como vuestro rey respetáis, obedecéis y servís a Dios sin rebelaros contra sus mandatos, él os bendecirá y viviréis en paz.


Samuel les contestó: —No tengáis miedo. Es cierto que habéis hecho mal; pero basta con que no os apartéis de Dios y con que le sirváis de buena gana


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