3 El mismo mensaje envió a los cananeos de ambos lados del Jordán, a los amorreos, a los hititas, a los fereceos, a los jebuseos de las montañas, y a los jeveos que vivían al pie del monte Hermón, en la región de Mispá.
3 y al cananeo que estaba al oriente y al occidente, al amorreo, al heteo, al ferezeo, al jebuseo en las montañas, y al heveo al pie de Hermón en tierra de Mizpa.
3 a los reyes de Canaán, tanto del oriente como del occidente; y a los reyes de los amorreos, de los hititas, de los ferezeos, de los jebuseos en la zona montañosa y de los heveos en las ciudades que están en las laderas del monte Hermón, en la tierra de Mizpa.
3 Los cananeos estaban al este y al oeste: los amoreos, los hititas, los fereceos y los jebuseos, en la montaña; los jeveos al pie del Hermón, en el territorio de Mispá.
3 al cananeo que estaba al oriente y al occidente, al amorreo, al heteo, al ferezeo, al jebuseo de la serranía, y al heveo, al pie del Hermón, en tierra de Mizpa.
3 a los cananeos de oriente y occidente, a los amorreos, hititas, perizeos y jebuseos de la montaña y a los jiveos al pie del Hermón, en el país de Mispá.
El ángel de Dios estaba ya a punto de destruir Jerusalén, cuando David lo vio junto a la era de Arauna, el jebuseo. Exclamó entonces David al ver que la población estaba siendo aniquilada: —Dios mío, he sido yo quien ha hecho el mal, he sido yo el que ha pecado; el pueblo es inocente. Así que castígame a mí y a mi familia. Ante estas palabras se arrepintió Dios del daño que estaba haciendo al pueblo y dijo al ángel: —¡Basta ya! Que cese el castigo.
Se dirigieron luego a la fortaleza de Tiro y recorrieron también todas las ciudades de los jeveos y cananeos. Después se encaminaron al sur de Judá, en dirección a Beerseba.
Entonces el rey Asá llamó a toda la gente de Judá para que se llevaran todas las piedras y la madera que Basá había usado para reforzar la seguridad en Ramá. Con esas piedras y esa madera, el rey Asá reforzó la seguridad de Mispá y Gueba, ciudades de Benjamín.
Salomón obligó a trabajar a todos los descendientes de los amorreos, hititas, fereceos, jeveos y jebuseos que habían quedado en el país y que los israelitas dejaron con vida. Estos, al no ser israelitas, han seguido trabajando como esclavos hasta el momento presente.
Es tan saludable como la lluvia que cae en el monte Hermón y baja hasta el monte de Jerusalén. A quienes viven allí, Dios los bendice con una larga vida.
¡Vamos, novia mía, baja del Líbano conmigo! Baja de la cumbre del Amaná, de la cumbre del Senir y del Hermón; baja de las cuevas de los leones, de los montes de los leopardos.
Voy a quedarme a vivir en Mispá para representaros ante los babilonios cuando vengan aquí. En cuanto a vosotros, volved a vuestras ciudades y encargaos de cosechar los frutos de verano, el vino y el aceite, y almacenadlo todo debidamente.
Fue así como Jeremías se quedó en Israel con la gente de Judá que no fue llevada prisionera a Babilonia. Se quedó a vivir en Mispá, cerca de la casa de Godolías.
En el desierto viven los amalecitas; en las montañas viven los hititas, los jebuseos y los amorreos; en cuanto a la costa marítima y a la ribera del Jordán, están ocupadas por los cananeos.
El territorio de esos reyes comenzaba en el monte Sirión, que también era conocido como monte Hermón. Bajaba hacia el sur hasta Aroer, cerca del río Arnón, y de allí seguía bajando hasta el monte Pisga. Pasaba por el mar Muerto, y se extendía por toda la región del Arabá.
Moisés continuó diciendo: —Vuestro Dios os hará entrar en la tierra que os va a dar. Arrojará de allí a siete naciones más grandes y poderosas que vosotros: los hititas, los guirgaseos, los amorreos, los cananeos, los fereceos, los jeveos y los jebuseos.
El territorio se extendía desde el monte Jalac, que está al sur, cerca de Edom, hasta Baal Gad, que está al norte, en el valle del Líbano, al pie del monte Hermón. Durante mucho tiempo Josué estuvo en guerra con los reyes de esta región, pero finalmente conquistó todas sus ciudades y mató a sus reyes.
Dios concedió la victoria a los israelitas que derrotaron y persiguieron a sus enemigos hacia el norte, hasta la gran ciudad de Sidón, llegando hasta Misrefot, y hasta el valle de Mispá, al este. Los soldados de Josué siguieron luchando hasta no dejar a nadie con vida.
A la vista de lo ocurrido, todos los israelitas sin excepción, desde el extremo norte hasta el extremo sur del país, incluida la región de Galaad, se reunieron en Mispá donde estaba el santuario de Dios.
También trataban de averiguar si alguna de las tribus había faltado a la reunión en Mispá, porque habían jurado castigar con la muerte solamente a los que no hubieran asistido.
Seguían averiguando en todas las tribus israelitas para ver si algún grupo no había asistido a la reunión en Mispá. Recordaron que de la ciudad de Jabés de Galaad no había asistido nadie,