Biblia Todo Logo
Bib sou entènèt

- Piblisite -





Jeremías 9:3 - Biblia Lenguaje Básico

3-5 Nadie confía en nadie, ni siquiera en su propio hermano, porque nadie dice la verdad. Todos desconfían de todos, porque entre hermanos se engañan y hasta entre amigos se mienten. ¡Están acostumbrados a mentir, y no se cansan de pecar! Es un pueblo que se niega a reconocerme como su Dios. Soy yo, Dios, quien lo asegura.

Gade chapit la Kopi


Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

3 Hicieron que su lengua lanzara mentira como un arco, y no se fortalecieron para la verdad en la tierra; porque de mal en mal procedieron, y me han desconocido, dice Jehová.

Gade chapit la Kopi

Biblia Nueva Traducción Viviente

3 «Mi pueblo encorva sus lenguas como arcos para lanzar mentiras. Se rehúsan a defender la verdad; solo van de mal en peor. Ellos no me conocen», dice el Señor.

Gade chapit la Kopi

Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Que cada uno desconfíe de su amigo y que no tenga confianza ni en su hermano, porque el hermano sólo piensa en suplantar al otro y el amigo anda levantando calumnias.

Gade chapit la Kopi

La Biblia Textual 3a Edicion

3 Tensan su lengua como arco suyo, Lanzan mentiras, Y la verdad no prevalece en la tierra, Porque proceden de mal en mal, Y a mí no me conocen, dice YHVH.

Gade chapit la Kopi

Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 Guardaos bien unos de otros, y en ningún hermano confiéis; pues todo hermano pone zancadillas y todo amigo anda con calumnias.

Gade chapit la Kopi




Jeremías 9:3
43 Referans Kwoze  

Ella guardó la ropa de José hasta que regresó su marido.


La gente buena hace planes justos; la malvada solo piensa en engañar.


El buey y el burro conocen a su dueño y saben quién les da de comer; pero Israel, el pueblo que formé, no entiende.


La vida se volverá tan difícil que hasta entre amigos se atacarán. Los jóvenes insultarán a los viejos y los pobres a los ricos.


Entonces exclamé: «¡Ahora sí voy a morir! Porque yo, que soy un hombre pecador y vivo en medio de un pueblo pecador, he visto al rey del universo, al Dios todopoderoso».


La ira de Dios todopoderoso ha hecho que tiemble el país y el pueblo ha sido devorado por el fuego. Nadie se compadece de su hermano;


Todos te han traicionado, hasta tu propia familia te maldice y a tus espaldas hablan mal de ti. Tal vez te hablen con dulzura, pero no debes confiar en ellos.


Protegió al pobre y al necesitado, y por eso le fue bien en todo. ¡Eso sí que es conocerme!


Ya no hará falta que unos sean maestros de otros, y que les enseñen a conocerme, porque todos me conocerán, desde el más joven hasta el más viejo. Yo les perdonaré todas sus maldades, y nunca más me acordaré de sus pecados. Soy yo, Dios, quien lo asegura.


Mi pueblo —dice Dios— es insensato y no quiere conocerme; sus hijos son unos necios que no aciertan a comprenderme; son expertos para hacer el mal, pero incapaces de hacer el bien.


Yo creía que se trataba de gente común, gente ignorante, incapaz de comprenderte y de entender lo que tú quieres que hagan.


Entonces decidí hablar con sus jefes, pues creí que ellos sí entenderían. Pero también ellos te desobedecieron y no quisieron hacerte caso.


Todos ellos son muy rebeldes, son tercos y mentirosos. Aparentan ser honestos, pero en realidad son unos corruptos.


Pero nadie me ha obedecido ni prestado atención, sino que todos han sido peores que sus antepasados.


¡Por eso voy a castigarlos y a darles su merecido! Soy yo, Dios, quien lo asegura.


Pero esto no es todo; todavía vas a ver cosas peores.


Estos dos reyes se sentarán a comer en la misma mesa, pero solo pensarán en hacerse daño. Se engañarán el uno al otro, pero ninguno de los dos logrará su propósito, porque todavía no habrá llegado su tiempo.


No robéis ni digáis mentiras. No os engañéis unos a otros,


No os avergoncéis de mí ni de mis palabras delante de esta gente malvada que rechaza a Dios. Si lo hacéis, yo, el Hijo del hombre, me avergonzaré de vosotros cuando venga con el poder de mi Padre y con sus ángeles.


Y esta vida eterna consiste en que te conozcan a ti que eres el único Dios verdadero, y a mí, que soy el Mesías que tú enviaste al mundo.


Los judíos que estaban allí presentes aseguraban que todo aquello era cierto.


No me da vergüenza anunciar esta buena noticia. Gracias al poder de Dios, todos los que la escuchan y creen en Jesús son salvos; no importa si son judíos o no lo son.


Como no han querido tener en cuenta a Dios, Dios los ha dejado hacer todo lo malo que su mente pervertida los lleva a hacer.


Solo dicen cosas malas; solo saben decir mentiras. Hacen tanto daño con sus palabras, como una serpiente con su veneno.


Pensad bien lo que hacéis y no sigáis pecando e ignorando a Dios. Os lo digo para que sintáis vergüenza de ello.


No tengáis miedo de vuestros enemigos. Si os comportáis con valentía, veréis que ellos serán destruidos y vosotros os salvaréis, porque Dios os dará el triunfo.


Pero los malvados y los engañadores irán de mal en peor; engañarán a los demás, pero también ellos mismos serán engañados.


Queridos míos, hace tiempo que he querido escribiros acerca de la salvación que Dios nos ha dado. Ahora os escribo para pediros que luchéis y defendáis la fe que Dios ha dado a los creyentes de una vez por todas.


Han sido nuestros hermanos quienes lo han vencido por medio de la muerte del Cordero y del testimonio que han dado, llegando incluso a dar sus vidas sin temor.


Ella estuvo lloriqueándole el resto de la semana. Y tanto insistió que el último día Sansón le dio la respuesta. Entonces ella se lo contó a los jóvenes.


Murieron también todos los israelitas de su época; por eso los que nacieron después no sabían nada acerca del Dios verdadero ni de lo que él había hecho en favor de los israelitas.


Los hijos de Elí eran unos malvados y no respetaban ni obedecían a Dios. Hacían cosas terribles con las ofrendas que la gente llevaba al santuario. Por ejemplo, la Ley de Dios decía que, al presentar las ofrendas, primero se debía quemar la grasa del animal y luego darle al sacerdote una porción de la carne. Sin embargo, cuando la gente apenas comenzaba a quemar la grasa, venía un sirviente de los hijos de Elí y le decía al que presentaba la ofrenda: —Dame la carne que le toca al sacerdote, para que yo se la prepare. Debo llevarla cruda porque el sacerdote no la quiere ya cocida. A veces alguien contestaba: —Déjame quemar primero la grasa, y luego te llevarás lo que gustes. Pero el sirviente le respondía: —Si no me la das ahora, me la llevaré por la fuerza. Muchas veces el sirviente llegaba con un tenedor, lo metía en la olla donde se estaba cocinando la carne, y todo lo que sacaba era para los hijos de Elí.


Swiv nou:

Piblisite


Piblisite