11 Así pues, afilad las flechas y tened preparados los escudos, pues he decidido que los reyes de Media, destruyan por completo Babilonia. Los babilonios destruyeron mi Templo y ahora yo quiero vengarme de ellos.
11 Limpiad las saetas, embrazad los escudos; ha despertado Jehová el espíritu de los reyes de Media; porque contra Babilonia es su pensamiento para destruirla; porque venganza es de Jehová, y venganza de su templo.
11 ¡Afilen las flechas! ¡Alcen los escudos! Pues el Señor ha incitado a los reyes de Media a que marchen contra Babilonia y la destruyan. Esta es su venganza contra los que profanaron su templo.
11 Afilen las flechas, llenen con ellas las cajas. Yavé ha movido la voluntad del rey de los medos, para que éste marche contra Babilonia y la destruya: ésta será la venganza de Yavé, la venganza por su Templo.
11 ¡Afilad las saetas y embrazad el escudo! YHVH incita el espíritu de los reyes de Media, Cuyo plan es destruir a Babilonia, Porque es la retribución de YHVH: La venganza de su Casa derruida.
11 Afilad las flechas, llenad las aljabas. Yahveh excita el espíritu de los reyes de Media, pues su plan sobre Babel es destruirla; porque ésta es la venganza de Yahveh, la venganza de su templo.
Hadad, que era descendiente de los reyes de Edom, declaró la guerra a Salomón, pues así lo permitió Dios. Resulta que años atrás, cuando David derrotó a Edom, Joab, que era el general del ejército, con la disculpa de ir a enterrar a los que habían muerto en la batalla, se quedó allí con todo el ejército israelita durante seis meses, hasta que logró matar a todos los hombres de Edom.
Dios también permitió que Rezón, el hijo de Elyada, se pusiera en contra de Salomón. Rezón era un oficial de Adadézer, rey de Sobá, y se había escapado de su amo
Por eso el Dios de Israel envió a Tiglatpiléser, rey de Asiria, para que se llevara prisioneros a los de la tribu de Rubén y Gad, y a la media tribu de Manasés. Los deportó a Jelaj, Jabor, Jará y hasta las riberas del río Gozán, donde siguen viviendo en el momento presente.
El primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, este rey dio la siguiente orden, de palabra y por escrito, a todos los habitantes de su reino: «Así dice Ciro, rey de Persia: El Dios de los cielos me ha hecho rey de todas las naciones y me ha encargado que le construya un Templo en la ciudad de Jerusalén, que está en la región de Judá. Por tanto, todos los que sean de Judá, tienen mi permiso para ir a Jerusalén. ¡Y que Dios los ayude!». Con esta orden se cumplió lo que Dios había anunciado por medio del profeta Jeremías.
Era el primer año del gobierno de Ciro, rey de Persia. Este rey, impulsado por Dios y para que se cumpliera lo anunciado por medio del profeta Jeremías, dio la siguiente orden, de palabra y por escrito, a todos los habitantes de su reino:
Yo, el Dios todopoderoso, los voy a castigar; mostraré mi poder contra Asiria, como lo mostré contra Egipto; los destruiré como lo hice con Madián donde está la roca de Oreb.
Lo que Dios me mostró es algo terrible: el traidor y el destructor cumplen su tarea. ¡Pueblo de Elam, a las armas! ¡Pueblo de Media, al ataque! ¡Destruid Babilonia!, porque no permitiré más sufrimientos.
De oriente viene mi enviado a quien he llamado por su nombre; llegará por el norte y aplastará a los gobernantes como pisa el alfarero el barro con sus pies.
Así dice Dios a Ciro, su elegido: «Te he escogido y te guiaré para que domines a las naciones y derribes a los reyes de sus tronos. Haré que las ciudades se rindan ante ti y te abran sus puertas de par en par.
Yo he llamado de Persia a un rey llamado Ciro; él vendrá desde lejos, como un ave de rapiña, y hará lo que yo diga. Tengo un plan, y haré que se cumpla; lo he decidido y así se realizará.
¡Que ataquen los caballos! ¡Que avancen los carros de guerra! ¡Que se lancen al combate los soldados! Que empuñen sus armas los guerreros de Etiopía, de Libia y de Lidia.
Yo, el todopoderoso Dios de Israel, tengo algo pendiente con Babilonia. Ya he abierto mi depósito de armas y sacaré las más destructivas. Estoy muy enfurecido y haré pedazos a los babilonios.
Prestad atención al plan que tengo; escuchad lo que voy a hacer con Babilonia y sus habitantes: hasta los niños más pequeños serán llevados a rastras, y la nación entera será destruida.
Yo enviaré contra Babilonia poderosas naciones del norte que la atacarán, la conquistarán y se quedarán con todas sus riquezas. Se tratará de hábiles guerreros, cuyas flechas siempre dan en el blanco. Soy yo, Dios, quien lo asegura.
¡Dad la señal de ataque y derribad las murallas de Babilonia! ¡Vigilad de cerca a los babilonios y hacedlos caer en la trampa! Yo soy el Dios de Israel y cumpliré mis planes contra ellos.
Y haré que Babilonia y todos los habitantes de Caldea paguen ante vuestros propios ojos todo el mal que hicieron a Jerusalén. Soy yo, Dios, quien lo asegura.
Ahora, israelitas, me pedís que castigue a los babilonios por los sufrimientos que os causaron; me pedís que los haga responsables de haber derramado vuestra sangre.
Pues bien, esto es lo que os digo: Por todo lo que los babilonios han hecho con vosotros, yo os voy a hacer justicia, y voy a vengarme de ellos. Dejaré sin agua sus ríos, secaré sus manantiales
Haré que muráis en la guerra, como castigo por no cumplir con mi pacto. Trataréis de refugiaros en vuestras ciudades, pero yo os enviaré enfermedades terribles y haré que caigáis en manos de vuestros enemigos.
Ese día Dios castigará a las naciones que atacaron Jerusalén. Hará que se llenen de miedo y que empiecen a luchar entre ellas mismas; ¡aun en vida se les pudrirán la carne, los ojos y la lengua!