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Jeremías 44:7 - Biblia Lenguaje Básico

7 ¡Y ahora queréis meteros en un lío más grande! ¡Queréis que mueran hombres, mujeres y niños, y hasta los recién nacidos!

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Biblia Reina Valera 1960

7 Ahora, pues, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: ¿Por qué hacéis tan grande mal contra vosotros mismos, para ser destruidos el hombre y la mujer, el muchacho y el niño de pecho de en medio de Judá, sin que os quede remanente alguno,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 »Ahora, el Señor Dios de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, les pregunta: ¿por qué se destruyen ustedes mismos? Pues ninguno de ustedes sobrevivirá: ningún hombre, mujer o niño de entre ustedes que haya venido aquí desde Judá, ni siquiera los bebés que llevan en brazos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 Y ahora, Yavé, Dios de los Ejércitos, Dios de Israel, les pregunta: '¿Por qué se hacen tanto mal ustedes mismos? Ustedes van a hacer que se acaben los hombres, las mujeres y los niños de la raza de Judá, hasta que no quede nadie,

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 Y ahora, dice YHVH Sebaot, Dios de Israel: ¿Por qué hacéis vosotros un mal tan grande contra vuestras propias almas, para cortar de los vuestros a hombres y mujeres, jóvenes y niños de pecho de en medio de Judá, sin que os quede remanente alguno;

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 Ahora, así dice Yahveh, el Dios Sebaot, el Dios de Israel: '¿Por qué os hacéis tan grave daño a vosotros mismos, exterminando de en medio de Judá a hombres y mujeres, a niños y lactantes, de forma que no os quede ni un resto,

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Jeremías 44:7
28 Referans Kwoze  

pero los malvados ponen en peligro su vida y acabarán por perderla.


Quien rechaza la corrección se hace daño a sí mismo; quien la acepta, sacará provecho.


El pecado y las malas acciones hacen que los malvados caigan en su propia trampa.


pero los que me ofenden ponen su vida en peligro; odiarme es amar la muerte».


No confiéis en esos dioses que vosotros mismos os habéis fabricado. No los adoréis y Dios no se enfadará con vosotros ni os castigará».


Pero vosotros no habéis prestado atención a estos mensajes. Al contrario, habéis ofendido a Dios adorando a esos ídolos que vosotros mismos os fabricáis para vuestra propia desgracia.


Y aunque Miqueas dijo esto, no lo mataron. Al contrario, el rey y el pueblo se humillaron ante Dios, y Dios los perdonó. Pero si nosotros matamos a Jeremías, Dios nos castigará.


Desde que éramos jóvenes, nuestra vergonzosa idolatría echó a perder a nuestros hijos e hijas, y perdimos nuestras ovejas y ganados que fue todo lo que consiguieron nuestros antepasados.


Entonces Jeremías dijo al rey: —El Dios todopoderoso asegura que, si os rendís ante los generales del rey de Babilonia, tanto el rey como su familia se salvarán de morir, y esta ciudad no será incendiada.


Vosotros mismos me pedisteis que intercediera ante Dios por vosotros y os comprometisteis a cumplir todo lo que él os ordenara hacer.


Ninguno de los que se fueron a Egipto quedará con vida ni volverá a Judá, aunque lo desee. Solo unos cuantos lograrán huir y volverán.


Desde que llegasteis a Egipto, lo único que habéis hecho es ofenderme con vuestras acciones adorando a dioses falsos. ¡Lo único que vais a conseguir es que yo os destruya! Cuando eso ocurra, os convertiréis en objeto de maldición y de desprecio ante el mundo entero.


Contigo destruyo hombres y mujeres, contigo destruyo jóvenes y ancianos, contigo destruyo muchachos y muchachas.


Lo más vergonzoso es que, en realidad, no me ofenden a mí; ¡se ofenden a ellos mismos! Soy yo, Dios, quien lo asegura.


Sus cadáveres quedaron tendidos como estiércol desparramado por el campo, como espigas que deja el segador sin que nadie se agache a recogerlos». Soy yo, Dios, quien lo asegura.


Estoy muy triste y desanimado porque ha sido destruida mi ciudad. ¡Ya no me quedan lágrimas y siento que se me rompe el corazón! Por las calles de Jerusalén veo morir a los recién nacidos.


Nadie quedó con vida el día que nos castigaste; fue como si convocaras a una fiesta a mis peores enemigos que exterminaron por completo a los que yo alimenté y crie.


de mi parte que yo no quiero que muera el malvado. Lo que quiero es que abandone su mala conducta y siga viviendo. Cambiad, pues, israelitas, vuestra mala conducta y no tendréis que morir.


pero lo único que hiciste fue ponerlos en vergüenza. Quisiste acabar con muchos pueblos, pero tú misma te hiciste daño.


En plena calle morirán vuestros hijos, dentro de casa reinará el espanto; y todos veréis cómo mueren vuestros ancianos, vuestros jóvenes y vuestros niños.


Después destruyeron todo lo que había en la ciudad, matando con sus espadas a hombres, mujeres, niños y ancianos. Y lo mismo hicieron con los bueyes, ovejas y asnos.


Además, Saúl dio muerte en Nob, ciudad donde vivían los sacerdotes, a todos sus habitantes: hombres, mujeres, jóvenes y niños recién nacidos, y también a todo el ganado.


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