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Jeremías 34:22 - Biblia Lenguaje Básico

22 Yo haré que los babilonios vuelvan a atacar Jerusalén; se apoderarán de ella y la incendiarán. Las ciudades de Judá quedarán completamente destruidas y nadie las habitará.

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Biblia Reina Valera 1960

22 He aquí, mandaré yo, dice Jehová, y los haré volver a esta ciudad, y pelearán contra ella y la tomarán, y la quemarán con fuego; y reduciré a soledad las ciudades de Judá, hasta no quedar morador.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

22 llamaré a los ejércitos babilónicos para que regresen. Pelearán contra esta ciudad, la conquistarán y la incendiarán. Me aseguraré de que todas las ciudades de Judá sean destruidas y que nadie viva allí”».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

22 Pues ahora les doy una orden para que vuelvan. Atacarán esta ciudad y la tomarán para pegarle fuego. Y de las ciudades de Judá no quedarán más que ruinas solitarias.

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La Biblia Textual 3a Edicion

22 Yo lo he ordenado, dice YHVH, y los haré volver a esta ciudad, para que peleen contra ella y la conquisten, y le prendan fuego. Y haré que las ciudades de Judá queden desoladas y sin habitantes.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

22 Estoy dando ya la orden -oráculo de Yahveh- para hacerlos volver a esta ciudad, a fin de que luchen contra ella, la tomen y la entreguen al fuego; pues de las ciudades de Judá voy a hacer un desierto, sin habitantes'.

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Jeremías 34:22
36 Referans Kwoze  

Así que David dijo a Abisay y a todos sus sirvientes: —Dejad que me maldiga, pues es Dios quien le ha ordenado hacerlo. Si hasta mi propio hijo quiere matarme, ¡con más razón lo hará este hombre de la tribu de Benjamín!


Los babilonios apresaron a Sedecías y lo llevaron a Riblá, ante el rey de Babilonia, donde se pronunció sentencia contra él.


Nebuzaradán incendió el Templo de Jerusalén, el palacio del rey y las casas de la ciudad, en especial las de los líderes más importantes.


Entonces Dios envió contra Jerusalén a Nabucodonosor, rey de los caldeos, quien mató a sus jóvenes en el mismo Templo y luego mató a otros muchos habitantes de Jerusalén, sin importar si eran hombres o mujeres, niños o ancianos.


Dios ha llamado a sus valientes para castigar a los babilonios. Dios llamó a sus mejores guerreros, y estos se alegran con su triunfo.


La ciudad ha quedado destruida, y sus puertas, hechas pedazos.


¿Pero acaso no sabes, Senaquerib, que fui yo quien te permitió hacerlo? Desde los tiempos antiguos he planeado lo que ahora sucede. Por eso destruyes ciudades fortificadas y las transformas en un montón de escombros.


Entonces le pregunté: —Dios mío, ¿cuánto tiempo durará esta situación? Dios me respondió: —Hasta que todas las ciudades sean destruidas y se queden sin habitantes; hasta que en las casas no haya más gente y los campos queden desiertos;


Las ciudades de tu pueblo elegido son ahora un desierto; Jerusalén está en ruinas, completamente destruida.


El ejército babilonio atacará Jerusalén, y prenderá fuego a todas las casas en las que en sus azoteas se quemaba incienso para adorar al dios Baal, y donde se presentaban ofrendas de vino en honor de los dioses falsos. Todo eso lo hacían para ofenderme.


Dios dijo también a Jeremías: —Según decís, este lugar ha quedado destruido y no hay en él personas ni animales. Es verdad. Las ciudades de Judá están en ruinas, y por las calles de Jerusalén no se ven personas ni animales, pero yo os aseguro que volverán a oírse


—Jeremías, yo el Dios de Israel, te mando que vayas a decirle de mi parte a Sedecías, rey de Judá lo siguiente: Así dice el Señor, Dios de Israel: Voy a permitir que el rey de Babilonia conquiste Jerusalén y le prenda fuego.


Todas las mujeres y los hijos del rey caerán bajo el poder de los babilonios y la ciudad será quemada. ¡Ni siquiera tú mismo lograrás escapar!


Los babilonios quemaron el palacio del rey y todas las casas de la ciudad, y derribaron las murallas de Jerusalén.


Ya está en marcha un ejército. Ha salido para destruir naciones, y también destruirá vuestro país. Os atacará como si fuera un león que sale de su cueva. Las ciudades quedarán en ruinas y nadie podrá vivir en ellas.


Pero llegó el momento en que Dios ya no pudo aguantar más vuestra mala conducta ni las cosas odiosas que hacíais. Por eso vuestro país ha quedado convertido en un desierto horrible, en un montón de ruinas donde nadie vive, en objeto de horror y de maldición para todos sus vecinos. ¡Y esto es así hasta el momento presente!


Yo haré que Babilonia nunca más vuelva a ser habitada. Estoy tan enfurecido con ella que voy a convertirla en pura ruina. Todos los que pasen cerca de Babilonia quedarán horrorizados y se asombrarán al ver su desgracia.


Nebuzaradán incendió el Templo de Dios, el palacio del rey y todas las casas de Jerusalén, en especial las de los líderes más importantes.


Por eso el rey Sedecías y sus soldados hicieron una abertura en la muralla que rodeaba la ciudad. Salieron por la puerta que estaba entre las dos murallas, junto a los jardines del rey, y esa noche se escaparon. Salieron corriendo a la zona del desierto. Mientras tanto, los soldados de Babilonia seguían rodeando la ciudad.


Y yo, Jeremías, me pregunto: ¿Por qué ha quedado abrasado el país y convertido en desierto por el que nadie pasa. ¿Quién puede entender esto? ¿Hay alguien que nos hable de parte de Dios y nos lo pueda explicar?


¡Pobrecita de ti, Jerusalén! Antes eras la más famosa de todas las ciudades. ¡Antes estabas llena de gente, pero te has quedado muy sola, te has quedado viuda! ¡Fuiste la reina de las naciones, pero hoy eres su esclava!


Habéis actuado en contra de mi voluntad. Con vuestras mentiras habéis afligido a la gente buena; en cambio, habéis animado a la gente mala para que siga portándose mal y no se libre de mi castigo.


Si la gente se alborota, es porque suena la alarma. Y si algo malo sucede en la ciudad, es Dios quien lo causa.


Porque el territorio de esos países quedará hecho un desierto por los pecados de sus habitantes.


Preguntó, entonces, el ángel de Dios: —Dios todopoderoso, hace ya setenta años que estás enfadado con Jerusalén y con las ciudades de Judá. ¿Cuándo vas a tener compasión de ellas?


Por eso os dispersé por naciones que no conocíais. Por eso vuestro país quedó hecho un desierto por el que nadie se atrevía a pasar. Por vuestra culpa, un país tan hermoso quedó abandonado y en ruinas.


El rey se enfadó mucho, y envió a sus soldados para que mataran a esos invitados y quemaran la ciudad donde vivían.


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