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Jeremías 31:10 - Biblia Lenguaje Básico

10 Dios dice a las naciones: «Escuchad mi mensaje, anunciadlo a las islas lejanas. Decid que yo dispersé a Israel, pero que volveré a reunirlo y a cuidarlo en adelante como cuida el pastor a sus ovejas.

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Biblia Reina Valera 1960

10 Oíd palabra de Jehová, oh naciones, y hacedlo saber en las costas que están lejos, y decid: El que esparció a Israel lo reunirá y guardará, como el pastor a su rebaño.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 »Ustedes, naciones del mundo, escuchen este mensaje del Señor; proclámenlo en las costas lejanas: El Señor, quien dispersó a su pueblo, lo reunirá y lo cuidará como hace un pastor con su rebaño.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Que todas las naciones escuchen la palabra de Yavé; proclámenla en las islas lejanas: 'El que dispersó a Israel, lo reunirá y lo cuidará como un pastor a su rebaño.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Oh naciones, oíd la palabra de YHVH, Y hacedlo saber en las costas lejanas: El que esparció a Israel lo reunirá y lo guardará, Como el pastor a su rebaño.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Escuchad, naciones, la palabra de Yahveh, anunciadla en las islas lejanas y decid: 'El que dispersó a Israel lo reúne y lo guarda como pastor a su rebaño'.

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Jeremías 31:10
43 Referans Kwoze  

Los hijos de Jafet dieron origen a los pueblos que habitaron a la orilla del mar, con sus familias, sus territorios y sus idiomas.


Dios ha reconstruido la ciudad de Jerusalén; ha hecho volver a los israelitas que los babilonios llevaron prisioneros.


Salmo de David. Tú, Dios mío, eres mi pastor; contigo nada me falta.


¡Que le paguen impuestos los reyes de Tarsis y los más lejanos países; que le traigan regalos los reyes de Arabia y Etiopía.


Preocúpate de tus rebaños y entérate de cómo está tu ganado,


Los pocos que se salven gritarán y saltarán de alegría. Aclamarán la grandeza y el nombre de Dios hasta en los más remotos países.


Aquel día golpeará Dios a todos, desde el río Éufrates hasta el río de Egipto; pero a vosotros los israelitas os volverá a reunir uno por uno, como reúne el campesino las espigas.


Así dice Dios: «¡Consolad a mi pueblo! ¡Dadle ánimo!


Viene cuidando a su pueblo, como cuida un pastor a su rebaño: lleva en brazos a los corderos y guía con cuidado a las ovejas que acaban de tener su cría».


«Países del mar, guardad silencio; naciones todas, sed valientes. Venid, que vamos a tratar un asunto muy importante; ¡vamos a discutirlo juntos!


Cantad a Dios una canción nueva; alabadlo las más lejanas naciones. Que lo alabe el mar y todo lo que hay en él. Que lo alaben los pueblos lejanos y todos sus habitantes.


No tendrá un momento de descanso hasta que haya establecido la justicia en esta tierra. ¡Los países de las islas del mar esperan recibir sus enseñanzas!».


¡Salid ya de Babilonia, huid de ese país! ¡Anunciad vuestra liberación con gritos de alegría! Gritad por todas partes: «¡Dios ha puesto en libertad a Israel, su fiel servidor!».


«Solo por un momento te dejé abandonada, pero con gran ternura te aceptaré de nuevo.


Son barcos que vienen de lejos y llegan hasta ti Jerusalén; primero llegan las naves de Tarsis trayendo a tus hijos con su oro y su plata; vienen para rendir homenaje al Dios Santo de Israel que te engrandece.


Entonces enviaré a algunos de los supervivientes de mi pueblo a Tarsis, a Libia y a Lidia, a Tubal, a Grecia, y a otros pueblos lejanos que no han oído hablar de mí ni conocen mi poder; los enviaré para que anuncien mi gloria entre esas naciones.


Le daré otros gobernantes que lo dirijan como es debido para que nadie tenga miedo ni muera. Soy yo, Dios, quien lo asegura.


Luego bebieron de ella los reyes de Tiro y de Sidón junto con los reyes de los pueblos que viven en las costas del mar Mediterráneo;


Yo os daré gobernantes que actúen como a mí me gusta, para que os guíen con sabiduría y con inteligencia.


Israel es un pueblo que ha vivido como oveja perdida, siempre en peligro de ser devorada por los leones. El primero en devorar a Israel fue el rey de Asiria; luego vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, que lo devoró hasta los huesos.


Yo haré que Israel regrese a su propia tierra donde yo le daré alimento en el monte Carmelo, en la región de Basán y en las montañas de Efraín y Galaad.


Pero tú di a los israelitas que están en Babilonia que, aunque es verdad que yo los expulsé de esta tierra y los dispersé por todas las naciones, no será por mucho tiempo. Además, también allí pueden adorarme.


Yo os sacaré de los pueblos y países en que ahora estáis dispersos y os reuniré de nuevo con fuerza incontenible.


Así como un buen pastor va en busca de las ovejas perdidas, también yo iré en busca de mi pueblo. Lo traeré de los lugares por donde se perdió un día oscuro y lleno de nubes.


Entonces los israelitas obedecerán mis mandamientos, como deben hacerlo. Vivirán para siempre, junto con sus hijos y sus nietos, en la tierra que di a Jacob y a sus antepasados. David será su único rey, su único gobernante.


Cuando yo declare culpables a sus habitantes, tendrán tanta hambre que los padres se comerán a sus hijos, y los hijos se comerán a sus padres. A los que logren escapar con vida, los dispersaré por todo el mundo.


Cuando Jerusalén haya sido conquistada, irás al centro de la ciudad y quemarás allí una tercera parte del pelo. Otra tercera parte la cortarás con una espada y la esparcirás alrededor de la ciudad. La tercera parte restante la arrojarás al viento como señal de que yo los perseguiré para destruirlos.


Entonces atacará las ciudades que están a la orilla del mar, y a muchas de ellas las conquistará. Pero un general lo derrotará, y pondrá en vergüenza al rey del norte.


Pero a los descendientes de Jacob que hayan quedado con vida los reuniré como a un rebaño en la pradera, como ovejas en su redil. Y aunque no sean muchos, parecerán una gran multitud.


Así dice nuestro Dios: Mi pueblo parece un rebaño de ovejas cojas y perdidas que están sufriendo mi castigo. Pero ya está cerca el día en que volveré a reunirlo. Cuando llegue ese día, con los pocos que hayan quedado volveré a hacer una gran nación, y desde mi Templo en Jerusalén reinaré sobre ella para siempre.


Cuando vengan los asirios para invadir nuestro país y quieran ocupar nuestros palacios, ese rey nos librará de ellos y nos hará vivir en paz. Valiéndose de sus jefes y capitanes, someterá a Asiria con la espada y nos librará de los asirios —habitantes de Nemrod— cuando estos intenten invadirnos.


Cuando llegue ese día aniquilaré a vuestros opresores, ayudaré a los indefensos y reuniré a los que están dispersos. Haré que vuestra fama se extienda y vuestro nombre sea honrado en todos los países donde fuisteis oprimidos.


A una señal mía volverán a reunirse y serán tan numerosos como lo fueron en tiempos pasados.


Le pregunté a dónde iba, y me dijo: «Voy a medir la ciudad de Jerusalén. Quiero saber cuánto mide de largo y cuánto de ancho».


Cuando llegue ese día, yo salvaré a mi pueblo como salva el pastor a su rebaño; y cuando ya estén en su tierra, brillarán como las joyas de una corona.


¡No tengáis miedo, mi pequeño rebaño! Dios, vuestro Padre, quiere daros su reino.


Mis seguidores escuchan la voz de su pastor que soy yo y me siguen porque yo los conozco.


En realidad, Jesús no iba a morir para salvar solo a los judíos, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que hay repartidos por el mundo.


Hasta pensé en destruiros de tal modo que nadie volviera a recordaros.


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