3 Dios me preguntó: —Jeremías, ¿qué es lo que ves? Yo le contesté: —Veo dos clases de higos. Unos están muy buenos, pero los otros están tan malos que no se pueden comer.
3 Yahveh me dijo: '¿Qué ves, Jeremías?'. 'Higos -respondí-. Los higos buenos son muy buenos, pero los malos, muy malos, que de tan malos no se pueden comer'.
Entonces el Dios de Israel me dijo: —Los higos buenos representan al pueblo de Judá que fue llevado como esclavo a Babilonia. Aunque yo permití que se lo llevaran, ahora lo cuidaré y lo haré volver a esta tierra. Dejaré que se establezca aquí y que vuelva a edificar sus casas, y nunca más volveré a destruirlo ni a enviarlo a otro país.
Me preguntó: —¿Qué es lo que ves, Amós? Yo le respondí: —Veo una plomada de albañil. Entonces Dios me dijo: —Con esta plomada voy a ver si mi pueblo se comporta rectamente. Ya no voy a perdonarle un solo pecado más.
Entonces me preguntó: —¿Qué es lo que ves, Amós? Yo le respondí: —Veo una cesta llena de fruta madura. Entonces Dios me dijo: —Pues también Israel está lleno de maldad y listo para ser castigado. Ya no volveré a perdonar sus pecados.
y me dijo: —Zacarías, dime qué es lo que ves. Yo le contesté: —Veo un candelero de oro puro con un depósito de aceite en la parte de arriba; el candelero tiene siete lámparas y siete tubos por donde pasa al candelero el aceite del depósito.
Saúl le contestó: —Está bien, vamos. En aquellos días, cuando alguien en Israel tenía problemas y quería que Dios le indicara cómo resolverlos, decía: «Consultemos al vidente». Así se llamaba entonces a quien hoy consideramos «profeta».