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Jeremías 23:17 - Biblia Lenguaje Básico

17 A los que desprecian la palabra de Dios les aseguran: «os irá bien»; y a los que obran mal les prometen: «nada malo os pasará».

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

17 Dicen atrevidamente a los que me irritan: Jehová dijo: Paz tendréis; y a cualquiera que anda tras la obstinación de su corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

17 Siguen diciendo a los que desprecian mi palabra: “¡No se preocupen! ¡El Señor dice que ustedes tendrán paz!”. Y a los que obstinadamente siguen sus propios deseos, los profetas les dicen: “¡No les sucederá nada malo!”.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

17 A aquellos que desprecian la palabra de Yavé les aseguran 'que tendrán paz', y a todos los que siguen los caprichos de su corazón, 'que ninguna desgracia les va a suceder'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

17 Dicen de continuo a quienes me desprecian: YHVH ha dicho: ¡Tendréis paz! Y a todo el que anda en la dureza de su corazón, Le dicen: ¡Ningún mal vendrá sobre vosotros!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

17 Se atreven a decir a quienes me desprecian: 'Yahveh ha dicho: os irá bien'. Y a cuantos siguen la obstinación de su corazón les dicen: 'No vendrá sobre vosotros la desgracia''.

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Jeremías 23:17
34 Referans Kwoze  

Pero ahora, por haberte burlado de mí y haberle quitado a Urías su mujer, siempre habrá en tu familia muertes violentas.


No quieren que sus videntes tengan visiones; ni que sus profetas les digan la verdad. Prefieren que les hablen de cosas agradables; prefieren seguir creyendo que todo les saldrá bien.


«¡No hay paz para los malvados!», dice nuestro Dios.


Ellos te dirán que no insistas, porque van a seguir viviendo como les dé la gana y van a seguir haciendo todo lo que les dicte su malvado corazón.


La gente comenzó a hacer planes en contra de Jeremías. Decían: «Vamos a acusarlo de algún crimen y así haremos que calle para siempre. No hagamos ningún caso a sus palabras, pues nunca nos faltará un sacerdote que nos enseñe la ley, ni un sabio que nos dé consejos, ni un profeta que nos hable de parte de Dios».


Cuando llegue ese día, la ciudad de Jerusalén será conocida como «el trono de Dios». Todas las naciones vendrán a Jerusalén para adorarme, y ya no se dejarán llevar por los malos deseos de su necio corazón.


Yo, Jeremías, dije: Poderoso Dios de Israel, ¿por qué has engañado a los que viven en Jerusalén? ¿Por qué les prometiste que vivirían en paz, cuando en realidad viven en constante peligro de muerte?


Se han atrevido a negarme; ¡hasta afirman que yo no existo! Dicen que nada malo les pasará, que vivirán en paz y no pasarán hambre.


Con paños calientes pretenden curar las heridas de mi pueblo. Insisten en que todo está bien, cuando en realidad todo está mal.


Pero vuestros antepasados no me obedecieron ni me prestaron atención; al contrario, fueron tercos y actuaron con maldad. Fue así como, en vez de mejorar, empeoraron.


Con paños calientes pretenden curar las heridas del pueblo. Insisten en que todo está bien, cuando en realidad todo está mal.


También dice el todopoderoso Dios de Israel que le dará a este pueblo comida amarga y agua envenenada,


Jamás tus profetas te dijeron la verdad; te hicieron creer en mentiras y no señalaron tu maldad para que cambiara tu suerte. Solo te hicieron anuncios seductores, pero completamente engañosos.


Todo esto os sucederá por haber engañado a mi pueblo; por haberle asegurado que todo estaba bien, cuando en realidad todo estaba mal. Os portabais como quien trata de tapar con yeso una pared agrietada. ¡Y esa pared se vendrá abajo!


Por un puñado de cebada y por unas cuantas migajas de pan, habéis insultado mi nombre delante de mi pueblo. Prometéis larga vida a los que van a morir, y anunciáis muerte a los que deben vivir, haciendo que mi pueblo crea en esas mentiras.


Habéis actuado en contra de mi voluntad. Con vuestras mentiras habéis afligido a la gente buena; en cambio, habéis animado a la gente mala para que siga portándose mal y no se libre de mi castigo.


Vosotros pensáis que nada malo os pasará, pero al final vuestros pecados os causarán la muerte.


Y es que solo seríais felices con profetas mentirosos que os dijeran: «si nos dais vino y licor, profetizaremos a favor vuestro».


Los sacerdotes, profetas y jueces enseñan, predican o juzgan solo a cambio de dinero. Y para colmo se atreven a decir: «No tenemos nada que temer; ¡Dios está con nosotros!».


Así dice Dios a los profetas que engañan a mi pueblo: Vosotros habláis de paz solo a quienes os dan de comer, pero declaráis la guerra a quienes no os proporciona alimento.


Cuando llegue ese día, tomaré una lámpara y buscaré en la ciudad de Jerusalén a los que viven confiados; son como vino en reposo y hasta se atreven a decir: «¡Dios no hace nada malo, pero tampoco hace nada bueno!».


Pero los ídolos son engañosos; los adivinos solo dicen mentiras. Engañan a la gente con sus sueños y escucharlos no da ningún consuelo. ¡Por eso el pueblo anda perdido, como un rebaño sin pastor!


Esto es, sacerdotes, lo que os dice el Dios todopoderoso: Los hijos respetan a sus padres, y los esclavos respetan a sus amos. ¡Pues yo soy vuestro Padre y vuestro Amo y, sin embargo, vosotros, sacerdotes, no me respetáis! ¡Me tratáis como si no valiera nada! Es más, despreciáis mi nombre y os atrevéis a preguntarme: ¿En qué te hemos ofendido o faltado al respeto? Y yo, el Dios todopoderoso, os respondo: Me ofendéis cuando despreciáis mi altar, cuando me presentáis como ofrenda animales impuros, que no valen nada porque están ciegos, cojos y enfermos. ¿No creéis que eso está mal? Si esos mismos animales se los ofrecierais a vuestro gobernador, se ofendería y no los aceptaría.


Voy a darles carne todo un mes, hasta que se cansen de comerla, ¡hasta que les dé asco y les salga por las narices! Ese será vuestro castigo por haberme rechazado y no reconocer mi presencia entre vosotros. Eso os pasará por haberos quejado y por decir: «¡Era mejor habernos quedado en Egipto!».


Luego Jesús les dijo a sus discípulos: —Cualquiera que os escuche a vosotros, me escucha a mí y cualquiera que os rechace a vosotros, a mí me rechaza; y la persona que me rechaza, rechaza también a Dios, que fue quien me envió.


Se equivoca quien escuche las instrucciones de este pacto y crea que nada le sucederá si las desobedece. Esa persona será culpable ante Dios que no la perdonará; al contrario, hará que vengan sobre ella todas las maldiciones anunciadas en este libro de la Ley: será separada de su tribu y morirá hasta el último de sus descendientes. ¡Dios la castigará con furia!


Por eso, el que rechaza esta enseñanza no está rechazando normas humanas, sino a Dios mismo, que os ha dado su Espíritu Santo.


Yo prometí a tu familia y a tus antepasados que siempre serían mis sacerdotes. Pero ya no será así. Yo aprecio a los que me aprecian, pero desprecio a los que me desprecian.


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