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Jeremías 20:8 - Biblia Lenguaje Básico

8 Cada vez que abro la boca, tengo que gritar: «¡Ya viene el desastre! ¡Ha llegado la destrucción!». No hay día que no me insulten por predicar tu mensaje.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

8 Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 Cuando hablo, me brotan las palabras. Grito: «¡Violencia y destrucción!». Así que estos mensajes del Señor me han convertido en objeto de burla.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 Pues me pongo a hablar, y son amenazas, no les anuncio más que violencias y saqueos. La palabra de Yavé me acarrea cada día humillaciones e insultos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 Porque siempre que hablo, Que grito, que proclamo: ¡Violencia y destrucción!, La palabra de YHVH se me vuelve objeto de burla y oprobio todo el día.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 Siempre que hablo, tengo que gritar: ¡violencia y opresión! Esto es lo que proclamo. La palabra de Yahveh me resulta oprobio y escarnio todo el día.

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Jeremías 20:8
26 Referans Kwoze  

Eliseo salió de allí y se fue a la ciudad de Betel. Mientras iba por el camino, unos muchachos salieron de la ciudad y se burlaban de él. Le decían: —¡Sube, calvo, sube!


Pero ellos despreciaron a esos mensajeros de Dios, se burlaron de sus profetas y no les hicieron el menor caso, hasta el punto de que Dios ya no aguantó más y, muy enfadado, decidió castigarlos.


¿De quién os burláis? ¿A quién le sacáis la lengua? Sois hijos del pecado, gente mentirosa.


Jeremías se quejó diciendo: ¡Sufro mucho, madre mía! ¿Por qué me diste a luz para tener que discutir y enfrentarme a todo el mundo? A nadie le hice daño, pero todos me maldicen.


Jeremías respondió: Dios mío, tú lo sabes todo; tú bien sabes que, por ti, soporto que me insulten. ¡Acuérdate de mí, y ven a ayudarme! ¡No te quedes cruzado de brazos y castiga a los que me persiguen antes de que acaben conmigo!


Pero si no seguís las instrucciones de Dios acerca del sábado, sino que en ese día introducís cargas por las puertas de Jerusalén, entonces yo prenderé fuego a esas puertas, un fuego que devorará los palacios de Jerusalén y que nadie podrá apagar».


Jeremías le dijo a Dios: Dios mío, tú me sedujiste y yo me dejé seducir. Eres más fuerte que yo, y por eso me convenciste. Continuamente se burlan de mí, soy el hazmerreir de todos.


Los profetas que vivieron antes que nosotros anunciaron que habría guerra, hambre y enfermedades en muchas naciones y en grandes reinos.


Id por las calles de Jerusalén; mirad bien por las plazas y buscad a una sola persona buena, que haga justicia y diga la verdad. Si la encontráis, entonces yo perdonaré a la ciudad.


Esta gente ha pecado muchas veces, y muchas otras te ha traicionado. Sus enemigos están ahora escondidos cerca de las ciudades de Judá y están a punto de atacar. Vendrán como leones feroces, como leopardos o lobos del desierto, ¡los atacarán y los harán pedazos! Todo el que salga de la ciudad será despedazado.


Pero ¿a quién me dirigiré, Dios mío?, ¿a quién hablaré para que me hagan caso? Se tapan los oídos porque no quieren escuchar. Se burlan de la palabra de Dios porque no la quieren obedecer.


Robáis, matáis, cometéis adulterio, no cumplís lo que prometéis, rendís culto a Baal y adoráis a dioses extraños que no conocíais.


¿Por qué me obligas a ver tanta violencia e injusticia? Por todas partes veo solamente riñas y peleas, violencia y destrucción.


Entonces, un maestro de la Ley dijo a Jesús: —Maestro, todo esto que dices contra los fariseos, nos ofende también a nosotros.


Consideró que sufrir, como también iba a sufrir el Mesías, era mejor que disfrutar de todas las riquezas de Egipto, porque tenía puesta la mirada en el premio que Dios le daría.


Por eso, también nosotros debemos salir fuera de la ciudad al encuentro de Jesús y compartir con él la vergüenza que le hicieron pasar al clavarlo en una cruz.


Si alguien os insulta por seguir a Cristo, considerad ese insulto como una bendición de Dios. Eso significa que el glorioso Espíritu de Dios está siempre con vosotros.


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