Biblia Todo Logo
Bib sou entènèt

- Piblisite -





Jeremías 2:8 - Biblia Lenguaje Básico

8 Los sacerdotes nunca preguntaron por mí, los maestros de la Ley jamás me conocieron, los dirigentes pecaron contra mí, y los profetas no hablaron en mi nombre. Todos ellos siguieron a otros dioses que no sirven para nada, y en nombre de ellos hablaron.

Gade chapit la Kopi


Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

8 Los sacerdotes no dijeron: ¿Dónde está Jehová? y los que tenían la ley no me conocieron; y los pastores se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaron en nombre de Baal, y anduvieron tras lo que no aprovecha.

Gade chapit la Kopi

Biblia Nueva Traducción Viviente

8 Los sacerdotes no preguntaron: “¿Dónde está el Señor?”. Aquellos que enseñaron mi palabra me ignoraron, los gobernantes se volvieron en mi contra, y los profetas hablaron en nombre de Baal, perdiendo su tiempo con ídolos inútiles.

Gade chapit la Kopi

Biblia Católica (Latinoamericana)

8 Los sacerdotes ya no se preguntan: ¿Dónde está Yavé? ¡Los dueños de mi enseñanza no me conocen! Los pastores de mi pueblo se rebelaron contra mí, y los profetas consultaron a dioses inútiles, dando respuestas en nombre de Baal.

Gade chapit la Kopi

La Biblia Textual 3a Edicion

8 Los sacerdotes no preguntaban: ¿Dónde está YHVH? Los doctores de la Ley° no me conocían, Los pastores° se rebelaban contra mí, Y los profetas profetizaban en nombre de Baal, Siguiendo a dioses que de nada sirven.

Gade chapit la Kopi

Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 Los sacerdotes no preguntaron: '¿Dónde está Yahveh?'. Ni los que se ocupan de mi ley me conocieron. Los pastores se rebelaron contra mí; los profetas profetizaron por Baal y se fueron tras los que de nada sirven.

Gade chapit la Kopi




Jeremías 2:8
35 Referans Kwoze  

Elías añadió: —Yo soy el único profeta del Dios de Israel que ha quedado con vida, mientras que los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta.


Pasó el mediodía, y ellos siguieron gritando y danzando hasta que llegó la hora de ofrecer el sacrificio de la tarde. Pero no se oyó ninguna voz; nadie contestó ni hizo caso alguno.


Entonces Elías les dijo: —¡Apresad a los profetas de Baal! ¡Que no se escape ninguno! Una vez que el pueblo los apresó, Elías mandó que los llevaran al arroyo Quisón y allí los hizo matar.


Pero nadie pregunta dónde está Dios, nuestro Creador, el que llena nuestras noches de alegría


Los profetas y los sacerdotes se tambalean y tropiezan de tanto licor como beben. Están demasiado borrachos y no tienen seguridad en sus visiones, titubean al tener que decidir.


Dios ha hecho caer en un sueño profundo a vuestros profetas y videntes que ni ven ni piensan nada.


pero vais a quedar defraudados, por un pueblo que, en vez de ayudaros, solo os causará desgracias.


Los gobernantes son unos necios que no ha sabido buscar a Dios. Por eso fracasaron y han hecho de nosotros un rebaño de ovejas perdidas.


Dios mío, tú me das nuevas fuerzas; cuando me encuentro en peligro, tú eres mi refugio. Desde los lugares más lejanos del mundo vendrán a ti las naciones y dirán: «Nuestros antepasados fabricaron dioses falsos que no sirven para nada y nos los dejaron como herencia».


La gente comenzó a hacer planes en contra de Jeremías. Decían: «Vamos a acusarlo de algún crimen y así haremos que calle para siempre. No hagamos ningún caso a sus palabras, pues nunca nos faltará un sacerdote que nos enseñe la ley, ni un sabio que nos dé consejos, ni un profeta que nos hable de parte de Dios».


Jamás ha existido una nación que haya abandonado a sus dioses, aun cuando sus dioses sean falsos. Pues vosotros, que sois mi pueblo, me habéis cambiado a mí, que soy el Dios verdadero y glorioso, por dioses que no sirven para nada.


Jamás preguntaron por mí, a pesar de que fui yo quien los liberó de Egipto, quien los llevó a través del desierto, por un terreno seco y peligroso, por un lugar tenebroso donde nadie vive y por el que nadie pasa.


Mi pueblo —dice Dios— es insensato y no quiere conocerme; sus hijos son unos necios que no aciertan a comprenderme; son expertos para hacer el mal, pero incapaces de hacer el bien.


Los profetas solo dicen mentiras, los sacerdotes hacen lo que quieren, y mi pueblo parece estar feliz. Pero ¿qué haréis cuando llegue el fin?


Pero vosotros creéis las mentiras que os dicen, y que no sirven para nada.


También dice el todopoderoso Dios de Israel que le dará a este pueblo comida amarga y agua envenenada,


Tus sacerdotes no respetan mi ley ni nada de lo que para mí es sagrado. No distinguen entre lo que es mío y lo que es de ellos, ni entre lo que me gusta y lo que me disgusta. Me desobedecen al no adorarme en sábado.


—Ezequiel, hombre mortal, dales a los gobernantes de Israel el siguiente mensaje de mi parte: ¡Ay de vosotros, gobernantes de Israel que deberíais cuidar a los israelitas como cuidan los pastores a sus ovejas, pero solo os preocupáis de vosotros mismos!


Mi pueblo no ha querido reconocerme como su Dios, y por eso se está muriendo. ¡Ni los sacerdotes me reconocen! Y puesto que ellos me han rechazado, yo les quitaré su sacerdocio; y, por haber olvidado mis leyes, yo también me olvidaré de sus hijos.


¡Qué mal te va a ir, nación opresora! ¿Cómo puedes confiar en dioses falsos? ¿Cómo puedes pedirles que te ayuden? Son ídolos de madera, son figuras de piedra que tú misma te has hecho, pero que no valen nada. Son simples figuras de metal recubiertas de oro y plata, incapaces totalmente de hablar; ¡simplemente, no tienen vida!


De nada sirve que una persona gane en este mundo todo lo que quiera, si al fin de cuentas pierde su vida. Y no hay nada que una persona pueda dar a cambio de su vida.


¡Qué mal vais a acabar, maestros de la Ley! Porque creéis ser los únicos en conocer a Dios, pero, en realidad, no hacéis nada por conocerlo, ni dejáis que otros lo conozcan.


Y esto lo harán porque no me han conocido a mí, ni han conocido a mi Padre.


En realidad, vosotros no le conocéis. Yo sí le conozco. Le conozco, y cumplo sus mandatos. Si dijera lo contrario, sería un mentiroso como vosotros.


No hacemos nada que sea vergonzoso ni actuamos a escondidas. No tratamos de engañar a la gente ni cambiamos el mensaje de Dios. Al contrario, Dios es testigo de que decimos solo la verdad. Por eso, todos pueden confiar en nosotros.


Vosotros enseñáis a Israel la ley que deben cumplir y presentáis sobre el altar de Dios toda clase de ofrendas.


sin adorar a esos ídolos huecos y vacíos que no pueden salvaros ni ayudaros en nada.


Los hijos de Elí eran unos malvados y no respetaban ni obedecían a Dios. Hacían cosas terribles con las ofrendas que la gente llevaba al santuario. Por ejemplo, la Ley de Dios decía que, al presentar las ofrendas, primero se debía quemar la grasa del animal y luego darle al sacerdote una porción de la carne. Sin embargo, cuando la gente apenas comenzaba a quemar la grasa, venía un sirviente de los hijos de Elí y le decía al que presentaba la ofrenda: —Dame la carne que le toca al sacerdote, para que yo se la prepare. Debo llevarla cruda porque el sacerdote no la quiere ya cocida. A veces alguien contestaba: —Déjame quemar primero la grasa, y luego te llevarás lo que gustes. Pero el sirviente le respondía: —Si no me la das ahora, me la llevaré por la fuerza. Muchas veces el sirviente llegaba con un tenedor, lo metía en la olla donde se estaba cocinando la carne, y todo lo que sacaba era para los hijos de Elí.


Swiv nou:

Piblisite


Piblisite