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Jeremías 2:30 - Biblia Lenguaje Básico

30 De nada ha servido castigar a vuestros hijos, pues no aceptáis mis correcciones. ¡Todos vosotros, como leones feroces, disteis muerte a mis profetas!

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

30 En vano he azotado a vuestros hijos; no han recibido corrección. Vuestra espada devoró a vuestros profetas como león destrozador.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

30 He castigado a tus hijos, pero no respondieron a mi disciplina. Tú mismo mataste a tus profetas como un león mata a su presa.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

30 Inútilmente he corregido a sus hijos, ya que nadie me ha hecho caso. La espada, más feroz que un león, ha devorado a sus profetas, pero no entendieron.

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La Biblia Textual 3a Edicion

30 En vano he azotado a vuestros hijos: Ellos no han recibido corrección. Vuestra espada ha devorado a vuestros profetas, Como un león destructor.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

30 En vano castigué a vuestros hijos, no aprendieron la lección; vuestra espada devoró a vuestros profetas como león desgarrador.

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Jeremías 2:30
30 Referans Kwoze  

Él contestó: —Estoy deseando defender tu nombre, pues tú eres el Dios todopoderoso. El pueblo de Israel ha abandonado el pacto que tiene contigo, ha destruido tus altares y ha matado a tus profetas. Solo yo estoy vivo, pero me están buscando para matarme.


Él contestó: —Estoy deseando defender tu nombre, pues tú eres el Dios todopoderoso. El pueblo de Israel ha abandonado el pacto que tiene contigo, ha destruido tus altares y ha matado a tus profetas. Solo yo estoy vivo, pero me están buscando para matarme.


El rey Joás se olvidó de la lealtad que le había tenido siempre Joyadá, el padre de Zacarías, y cuando los enemigos de este quisieron deshacerse de él, el propio rey dio la orden de que lo mataran a pedradas en el patio del Templo de Dios. Cuando Zacarías estaba a punto de morir, dijo: —¡Que Dios sea testigo y os castigue por hacerme esto!


A pesar de ello, el rey Ajaz siguió siendo infiel a Dios.


Pero ellos despreciaron a esos mensajeros de Dios, se burlaron de sus profetas y no les hicieron el menor caso, hasta el punto de que Dios ya no aguantó más y, muy enfadado, decidió castigarlos.


Pero luego fueron desobedientes y se rebelaron contra ti; mataron a tus profetas que les invitaban a arrepentirse. ¡No obedecieron tu ley y te ofendieron gravemente!


Han sido tan rebeldes, y los he castigado tanto, que ya no les queda un lugar sano: de pies a cabeza están cubiertos de heridas. Nadie se las ha curado ni vendado, nadie ha calmado sus dolores con aceite. ¡Se han quedado sin fuerzas!


Tenéis las manos llenas de sangre por los crímenes que habéis cometido. Mentís con vuestras palabras y maldecís con vuestros labios.


Entonces Dios, en un solo día, eliminó a los líderes y jefes de Israel, y a sus profetas mentirosos.


He oído cómo los israelitas se quejaban amargamente y me decían con dolor: «Dios de Israel, ¡tú eres nuestro Dios! Éramos como un toro salvaje, pero tú conseguiste domarnos y nosotros nos dejamos domar. ¡Haz que nos convirtamos a ti!


Esto debe saberse en Egipto, debe anunciarse en sus ciudades: «¡Egipcios, preparaos para la batalla! ¡Ya viene vuestra destrucción!».


Pues bien, Dios de Israel, yo sé que tú buscas gente honesta; pero este pueblo es muy terco, es más duro que una roca y no ha querido arrepentirse. Por eso lo has castigado, pero parece que no le dolió; y aunque lo has aplastado, no ha querido hacerte caso.


Diles que son una nación mentirosa que no ha querido obedecerme ni ha aceptado ser corregida.


Impíamente se portaron tanto profetas como sacerdotes; se derramó en Jerusalén sangre inocente y por eso Dios la castigó.


—Ezequiel, hombre mortal, di de mi parte el siguiente mensaje a Jerusalén: Eres como una tierra sucia, castigada por ello con falta de lluvia.


Tú, Jerusalén, eres como una olla oxidada. Tienes tan pegado tu pecado, que aunque quise limpiarte no has quedado limpia. Solo quedarás limpia después de que te haya castigado.


No aceptas consejos de nadie, ni permites que se te corrija; no me buscas ni confías en mí.


¡Hipócritas, qué mal vais a acabar, maestros de la Ley y fariseos! Construís monumentos para recordar a los profetas muertos, y ponéis adornos en las tumbas de las personas buenas.


Ellos trataron mal a todos los profetas, y mataron a los que anunciaron la venida de Jesús, el Mesías a quien vosotros habéis traicionado y matado.


Esos judíos mataron al Señor Jesús, y a los profetas, y ahora nos persiguen a nosotros. Ellos no hacen lo que agrada a Dios y están en contra de todos.


Todos quedaron terriblemente quemados, pero ni aun así se volvieron a Dios ni alabaron su grandeza. Al contrario, ofendieron a Dios, que tiene poder para causar esas terribles calamidades.


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