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Jeremías 15:19 - Biblia Lenguaje Básico

19 A lo que Dios me contestó: Si quieres volver a mí, yo dejaré que vuelvas y de nuevo podrás servirme. Si no tienes miedo en anunciar lo que realmente vale la pena, entonces tú serás mi profeta. No le hagas caso al pueblo; son ellos quienes deben escucharte.

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Biblia Reina Valera 1960

19 Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

19 Esto responde el Señor: —Si regresas a mí te restauraré para que puedas continuar sirviéndome. Si hablas palabras beneficiosas en vez de palabras despreciables, serás mi vocero. Tienes que influir en ellos; ¡no dejes que ellos influyan en ti!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

19 Entonces Yavé me dijo: 'Si vuelves a mí, yo te haré volver a mi servicio. Separa el oro de la escoria si quieres ser mi propia boca. Tendrán que volver a ti, pero tú no volverás a ellos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

19 Entonces me respondió YHVH: Si te vuelves, Yo te restauraré, Para que puedas estar en pie delante de mi presencia; Si apartas lo precioso de lo vil, Serás mi boca. ¡Conviértanse ellos a ti, Y no te conviertas tú a ellos!°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

19 Por esto así dice Yahveh: 'Si te conviertes, te permito volver, podrás estar en mi presencia; si separas lo precioso de la escoria, serás como mi propia boca. Ellos se volverán a ti, tú no te volverás a ellos.

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Jeremías 15:19
34 Referans Kwoze  

Elías era un profeta de Tisbé, pueblo que estaba en la región de Galaad. Un día, Elías anunció a Ajab: —Juro por el Dios de Israel, a quien sirvo, que durante varios años no va a llover ni a caer rocío hasta que yo lo diga.


Anda, vete a Egipto, que yo te ayudaré a que hables bien y te enseñaré lo que debes decir.


Dime quién es hábil en su oficio y te diré quién entrará al servicio de reyes y no de gente sin importancia.


Dios me dijo: —Jeremías, aleja de mí a los israelitas y diles que se vayan, porque aunque me lo pidieran Moisés y Samuel, no voy a perdonar a este pueblo.


La verdad es que desearía no acordarme más de ti ni anunciar más tus mensajes; pero tus palabras son como un fuego que arde dentro de mí y que me quema hasta los huesos. Yo trataba de no hablar, pero me resultaba imposible callar.


Por eso, yo os prometo que uno de sus descendientes siempre estará a mi servicio.


Pues bien, israelitas, esto es lo que yo os digo: Si queréis convertiros a mí, solo tenéis que dejar esos ídolos despreciables y así no tendréis que apartaros de mí.


El metal se purifica en el fuego, pero a los malvados no los purifica nada. ¡Son un caso perdido!


El pueblo entero llora y anda en busca de pan; con tal de seguir con vida, cambian sus riquezas por comida. Llorando le dicen a Dios: «¡Mira cómo nos humillan!».


Tus sacerdotes no respetan mi ley ni nada de lo que para mí es sagrado. No distinguen entre lo que es mío y lo que es de ellos, ni entre lo que me gusta y lo que me disgusta. Me desobedecen al no adorarme en sábado.


Los sacerdotes deben enseñar a mi pueblo a distinguir entre lo sagrado y lo profano, y entre lo que es puro y lo que es impuro.


Estas son las instrucciones sobre los casos de lepra; si las seguís fielmente, sabréis distinguir entre lo puro y lo impuro.


—Levántate, vete a la gran ciudad de Nínive y anuncia el mensaje que voy a darte.


Así dice el Dios todopoderoso: «Yo te elegí como jefe de los sacerdotes. Si cumples mis mandamientos y eres un buen sacerdote, te pondré a cargo de mi Templo. Te daré además un puesto de honor entre mis servidores». Poned atención, tanto tú, Josué, como tus compañeros sacerdotes, pues sois como una señal profética: y es que voy a levantar a mi siervo a quien pongo por nombre «Renuevo».


El ángel le respondió: —Yo soy Gabriel, ayudante especial de Dios. Él me envió a darte esta buena noticia.


Luego Jesús les dijo a sus discípulos: —Cualquiera que os escuche a vosotros, me escucha a mí y cualquiera que os rechace a vosotros, a mí me rechaza; y la persona que me rechaza, rechaza también a Dios, que fue quien me envió.


Porque en el momento preciso, el Espíritu Santo os dirá lo que debéis decir.


Yo os daré sabiduría para que contestéis con inteligencia, y ninguno de vuestros enemigos podrá contradeciros ni haceros frente.


Por eso, estad siempre alerta y orad en todo momento, para que podáis escapar de todas las cosas que van a suceder. Así podréis estar conmigo, el Hijo del hombre.


En cuanto a mí os he anunciado los planes de Dios sin ocultaros nada.


A partir de ahora, ya no valoraremos a los demás desde el punto de vista humano. Y aunque antes valorábamos a Cristo de esa manera, ya no seguiremos valorándolo así.


No ando buscando que la gente apruebe lo que digo; tampoco pretendo quedar bien con nadie. Si así lo hiciera, ya no sería un siervo de Cristo.


Pero ni por un momento nos dejamos convencer, pues queríamos que el verdadero mensaje de la buena noticia permaneciese a salvo entre vosotros.


En cambio, los que sí saben distinguir entre lo bueno y lo malo y están acostumbrados a hacerlo, son como la gente adulta, que ya puede comer alimentos sólidos.


Dios puede protegeros para que no hagáis el mal y también tiene poder para que podáis presentaros ante su gloriosa presencia sin mancha y llenos de alegría.


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