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Jeremías 13:17 - Biblia Lenguaje Básico

17 Si por causa de vuestro orgullo no obedecéis, lloraré amargamente y en secreto, hasta que ya no pueda más, porque vosotros, pueblo de Dios, seréis llevados presos a una nación lejana.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

17 Mas si no oyereis esto, en secreto llorará mi alma a causa de vuestra soberbia; y llorando amargamente se desharán mis ojos en lágrimas, porque el rebaño de Jehová fue hecho cautivo.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

17 Y si todavía se rehúsan a escuchar, lloraré a solas a causa de su orgullo. Mis ojos no podrán contener las lágrimas porque el rebaño del Señor será llevado al destierro.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

17 Si ustedes no hacen caso a este aviso, lloraré en silencio por ese su orgullo, y mis ojos verterán lágrimas cuando el rebaño de Yavé sea llevado cautivo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

17 Pero si no escucháis, por vuestra soberbia mi alma llorará en secreto, Y llorando amargamente mis ojos se desharán en lágrimas, Porque el rebaño de YHVH habrá sido hecho cautivo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

17 Si no escucháis esto, llorará en secreto mi alma ante tal orgullo, se deshará en lágrimas; derramarán lágrimas mis ojos, porque es llevada cautiva la grey de Yahveh.

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Jeremías 13:17
25 Referans Kwoze  

Me dan ganas de llorar cuando veo que nadie cumple tus leyes.


Salmo de Asaf. Instrucciones para el director del coro: este salmo deberá cantarse con la melodía «Los lirios del pacto».


Entonces ellos se acordaron de lo que Dios había hecho en los tiempos pasados; se acordaron de cómo Moisés había liberado a su pueblo, y por eso se preguntaban: «¿Dónde está ahora el Dios que sacó a los israelitas del mar junto con su jefe Moisés? ¿Dónde el que puso en Moisés su santo espíritu?


Tú, Jeremías, diles además: Día y noche estaré llorando sin cesar porque la capital de mi pueblo ha sufrido una terrible desgracia; ¡ha recibido una herida muy grave!


Yo no he andado de fiesta en fiesta, buscando divertirme. Tú me has obligado a estar solo, compartiendo tu ira contra mi pueblo.


Yo no te he pedido, Dios mío, que castigaras al pueblo ni he deseado para él la desgracia; tú sabes bien cuáles han sido mis palabras pues las he pronunciado en tu presencia.


De lo contrario, os aseguro que este palacio será totalmente destruido».


Esto dice el Dios de Israel: ¡Qué mal les va a ir a esos dirigentes de mi pueblo que ni saben gobernarlo ni se preocupan por él. Al contrario, lo extravían y destrozan comportándose como los pastores que abandonan a sus ovejas. Pues bien, voy a castigaros por vuestras malas acciones —así os lo aseguro yo que soy vuestro Dios—.


¡Quisiera huir al desierto y buscar allí un albergue para apartarme de mi pueblo, pues todos ellos son rebeldes, son una banda de traidores!


Ruedan por mis mejillas lágrimas que no puedo contener. Cerca de mí no hay nadie que me consuele y me reanime. Mis hijos no pueden creer que el enemigo nos haya vencido.


Olvidada y bañada en lágrimas pasas todas las noches. Muchos decían que te amaban, pero hoy nadie te consuela. Los que se decían tus amigos, hoy son tus enemigos.


¡Asombrosa ha sido tu caída! ¡No hay nadie que te consuele! Toda entera estás manchada y jamás pensaste llegar a tal estado. ¡Mira, Dios mío, mi aflicción pues los enemigos me han vencido.


Sí, ciudad de Jerusalén, deja que tus habitantes se desahoguen ante Dios. Y tú, no dejes de llorar; da rienda suelta a tu llanto sin dar descanso a tus ojos ni de día ni de noche.


Cuando vi destruida mi ciudad, no pude contener las lágrimas.


—Ezequiel, hombre mortal, tú quieres mucho a tu mujer, pero yo te la voy a quitar de repente. Y no quiero que llores ni que des muestras de dolor. Vas a tener que sufrir en silencio: no te vistas de luto, ponte el turbante en la cabeza, cálzate las sandalias, no te tapes la cara [en señal de dolor] y no comas el pan que suele ofrecerse en los funerales.


Yo seré para vosotros como un pastor que os cuida y vosotros seréis mi rebaño. Yo soy el Dios de Israel y cumpliré mi palabra.


y le dio la siguiente orden: —Vete a recorrer la ciudad de Jerusalén y pon una marca en la frente de todos los que realmente estén tristes por las acciones tan odiosas que se cometen en la ciudad.


Si no me obedecéis y aprendéis a honrarme, yo os maldeciré cambiando en maldición lo que tenía que ser bendición. En realidad, ya lo he hecho así porque no tenéis en cuenta mis advertencias. Además, os quitaré el poder y os echaré a la cara el estiércol de los animales que me ofrecéis en sacrificio. Y también vosotros seréis barridos junto con ese estiércol. Esto es lo que os digo yo, que soy el Dios todopoderoso.


—Saúl no me hace caso ni me obedece. ¡Lamento haberlo elegido rey! Al oír esto, Samuel se entristeció y se pasó toda la noche rogando a Dios.


Samuel jamás volvió a ver a Saúl, aunque siempre sintió por él una gran tristeza porque Dios sintió pesar de haber puesto a Saúl como rey de Israel.


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