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Jeremías 12:6 - Biblia Lenguaje Básico

6 Todos te han traicionado, hasta tu propia familia te maldice y a tus espaldas hablan mal de ti. Tal vez te hablen con dulzura, pero no debes confiar en ellos.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

6 Porque aun tus hermanos y la casa de tu padre, aun ellos se levantaron contra ti, aun ellos dieron grito en pos de ti. No los creas cuando bien te hablen.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

6 Aun tus hermanos, miembros de tu propia familia, se han vuelto contra ti; conspiran y se quejan de ti. No confíes en ellos, no importa lo amables que sean sus palabras.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

6 Tus hermanos y parientes Tambien te van a traicionar; Te irán criticando a tus espaldas. No te fíes de ellos Cuando te digan hermosas palabras.

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La Biblia Textual 3a Edicion

6 °tus propios hermanos y la casa de tu padre, aun ellos te son desleales, aun ellos te calumnian a la espalda; no te fíes, aunque te digan buenas palabras.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

6 Sí; tus propios hermanos y la casa de tu padre, ellos mismos te son desleales; también ellos te critican a pleno pulmón. No te fíes de ellos, aunque te den buenas palabras.

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Jeremías 12:6
25 Referans Kwoze  

Pero vosotros, mis amigos, cambiáis tanto como los ríos: unas veces están secos y otras veces se desbordan. Cuando la nieve se derrite, corren turbios y revueltos,


Sálvanos, Dios mío, pues ya no hay en este mundo gente que te sea fiel.


Todo el mundo dice mentiras y unos a otros se engañan; ahora dicen una cosa, y luego dicen la contraria.


Por ti aguanto los insultos; ¡me arde la cara de vergüenza!


Terminarás vomitando todo lo que hayas comido, y tus amables palabras no habrán servido de nada.


No creas lo que te diga, aunque te hable con dulzura; en realidad, busca hacerte daño.


Yo defenderé a mi pueblo que habita en Jerusalén, sobre el monte de Sion, como el león o el cachorro de león defiende a la presa que ha matado sin dejarse asustar por los pastores aunque estos sean muchos y traten de asustarlo con sus gritos.


Y yo parecía un manso cordero que es llevado al matadero, pues ni idea tenía de sus planes. Mis enemigos decían: «¡Vamos a destruirlo como se derriba a un árbol aunque aún tenga fruto! ¡Vamos a arrancarlo de la tierra de los vivos para que nadie vuelva a recordarlo!».


Los habitantes de Anatot querían matarme. Entre gritos y amenazas me decían: «¡No hables en nombre de Dios! De lo contrario, acabaremos contigo». Pero Dios todopoderoso me aseguró: «Yo castigaré a los de Anatot. Sus mejores soldados morirán a filo de espada, y sus hijos y sus hijas morirán de hambre.


La gente me calumnia diciendo: «Solo sabe decir: terror por todas partes». También los oigo cuando dicen: «¡Vamos a denunciarlo!». Hasta mis mejores amigos quieren que yo cometa un error; buscan cómo ponerme una trampa para derrotarme y vengarse de mí.


Porque así dice Dios: Este pueblo es como arco trenzado que solo dispara flechas engañosas; reina la mentira y no la verdad, cometen maldad tras maldad y no me reconocen como su Dios.


Nadie confía en nadie, ni siquiera en su propio hermano, porque nadie dice la verdad. Todos desconfían de todos, porque entre hermanos se engañan y hasta entre amigos se mienten. ¡Están acostumbrados a mentir, y no se cansan de pecar! Es un pueblo que se niega a reconocerme como su Dios. Soy yo, Dios, quien lo asegura.


Los hermanos se traicionarán unos a otros. Cada uno entregará al otro para que lo maten. Los padres traicionarán a sus hijos, y los hijos atacarán a sus padres y los matarán.


Los sacerdotes principales, los maestros de la Ley y los líderes del país se dieron cuenta de que Jesús se refería a ellos con esa parábola, y quisieron arrestarlo. Pero no se atrevieron a hacerlo porque tenían miedo de la gente. Entonces lo dejaron y se fueron.


Dijeron eso porque ni siquiera sus hermanos creían en él.


Entonces la gente se rebeló contra Pablo y Silas por lo que los jueces ordenaron que les quitaran la ropa y los azotaran.


Tiempo después, en los días en que Galión era gobernador de la provincia de Acaya, los judíos de Corinto atacaron a Pablo y lo llevaron ante el tribunal


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