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Jeremías 11:20 - Biblia Lenguaje Básico

20 Pero tú, Dios todopoderoso, eres un juez justo que conoces todo lo que pensamos y sentimos. ¡Yo confío en ti, déjame ver cómo los castigas!

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

20 Pero, oh Jehová de los ejércitos, que juzgas con justicia, que escudriñas la mente y el corazón, vea yo tu venganza de ellos; porque ante ti he expuesto mi causa.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

20 Oh Señor de los Ejércitos Celestiales, tú juzgas con justicia, y examinas los secretos y los pensamientos más profundos. Déjame ver tu venganza contra ellos, porque te he entregado mi causa.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

20 Pero tú, Yavé de los Ejércitos, que pronuncias sentencias justas, conoces el corazón y las intenciones de los hombres; a ti he entregado mi causa y estaré presente cuando tú hagas justicia.

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La Biblia Textual 3a Edicion

20 °¡Oh YHVH Sebaot! Tú que juzgas con justicia y escudriñas los riñones° y el corazón: Vea yo tu venganza sobre ellos, Porque ante ti expongo mi causa,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

20 Yahveh Sebaot, juez justo, que sondeas el corazón y las entrañas, vea yo tu venganza contra ellos, pues a ti encomiendo mi causa.

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Jeremías 11:20
35 Referans Kwoze  

¡Tú eres el juez de toda la tierra! ¡Tú no puedes matar a los que hacen el bien junto con los que hacen el mal! ¡Tú eres un Dios justo!


Ezequías tomó la carta y la leyó. Luego fue al Templo, extendió la carta delante de Dios


—Salomón, hijo mío, reconoce que el Dios de tu padre es el verdadero Dios y sírvelo con todo tu corazón y de buena gana. Porque Dios conoce las intenciones de todos y penetra los pensamientos más íntimos. Si lo buscas, él se dejará encontrar; pero si lo abandonas, él te rechazará para siempre.


Yo sé, Dios mío, que tú te das cuenta de nuestras intenciones y que te gusta que seamos sinceros. Por eso siento una gran alegría al comprobar que tanto yo como el pueblo hemos presentado nuestras ofrendas, de buena voluntad y con toda sinceridad.


Si yo estuviera en tu lugar, pondría mi caso en manos de Dios.


Dios mío, mira el fondo de mi corazón y pon a prueba mis pensamientos.


Prepárate para la lucha y ven en mi ayuda. Toma tus armas y haz frente a los que me persiguen. ¡Prométeme que me salvarás!


Dios mío, tú sabes que soy inocente, defiéndeme de la gente infiel, que solo miente y hace lo malo.


David compuso este salmo cuando huyó de Saúl y se escondió en una cueva. Instrucciones para el director del coro: este salmo deberá cantarse con la melodía «No destruyas».


Antes de que se den cuenta, ¡haz que ardan como espinos! ¡Haz que el viento los arrastre, aunque todavía estén con vida!


Tú eres un Dios justo, y conoces lo más íntimo del ser humano; ¡acaba, pues, con los malvados para que dejen de hacer el mal, pero dale tu ayuda a la gente honrada!


El conjunto de las naciones se reúne en torno a ti; presídelas tú desde lo alto.


Tú, Dios mío, eres el juez de los pueblos: ¡júzgame, pues, como merezco, teniendo en cuenta que soy inocente!


¡Que canten delante de Dios, que viene para gobernar el mundo! ¡Él es un Dios justo, y gobernará con justicia a todos los pueblos de la tierra!


Dios mío, en todos mis pleitos contigo, tú siempre sales ganando; pero de todas maneras, insisto en mis demandas. ¿Por qué prosperan los malvados? ¿Por qué viven tranquilos los traidores?


Llévalos al matadero, como a las ovejas; márcalos para el día de la matanza. La tierra y el pasto están secos; ¿cuándo vas a hacer que llueva? Los animales y las aves se mueren por la maldad de los que habitan el país, que incluso se atreven a decir que tú no ves lo que hacen. Pero tú me conoces, Dios mío; tú sabes lo que siento por ti.


Jeremías respondió: Dios mío, tú lo sabes todo; tú bien sabes que, por ti, soporto que me insulten. ¡Acuérdate de mí, y ven a ayudarme! ¡No te quedes cruzado de brazos y castiga a los que me persiguen antes de que acaben conmigo!


Únicamente yo, el Dios de Israel, conozco los corazones humanos y examino su interior para dar a cada uno según su conducta.


¡Avergüenza a mis enemigos, pero no me avergüences a mí! ¡Haz que tiemblen de miedo, pero a mí no me asustes! ¡Mándales tiempos difíciles, y destrúyelos de una vez!


No me negaste tu ayuda, sino que me salvaste la vida.


Dios mío, ¡defiéndeme!, pues ya ves qué injustos son conmigo.


¡Espero que los castigues con toda tu furia y los borres de este mundo! ¡Dales, mi Dios, su merecido por todo lo que han hecho! Que caiga tu maldición sobre ellos y se les endurezca el corazón.


Entonces el espíritu de Dios vino sobre mí y me ordenó decirles: —El Dios de Israel afirma: Israelitas, yo sé bien lo que habéis dicho y lo que estáis pensando.


Porque él ya tiene decidido en qué día juzgará a todo el mundo, y será justo con todos. Lo hará por medio de Jesús a quien ha elegido y dado poder para ello resucitándolo de entre los muertos.


No estéis preocupados por nada. Más bien, orad y pedid a Dios todo lo que necesitéis, y sed agradecidos.


Ten cuidado con Alejandro, el herrero, pues me ha hecho mucho daño y está en contra de lo que enseñamos. Pero yo sé que el Señor Jesucristo le tendrá en cuenta lo que ha hecho.


Cuando lo insultaban, jamás contestaba con insultos y jamás amenazó a quienes le hicieron sufrir; al contrario, se puso en manos de Dios que es quien juzga a todos con justicia.


¡Alegraos por su ruina los que vivís en el cielo! ¡Y alegraos también vosotros, santos, apóstoles y profetas, pues Dios la ha castigado por todo el mal que os ha hecho!


Pero Dios le dijo: —Samuel, no te fijes en su apariencia ni en su gran estatura. Este no es mi elegido. Yo no me fijo en las apariencias; yo me fijo en el corazón.


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