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Jeremías 1:17 - Biblia Lenguaje Básico

17 Así que, ¡prepárate! Ve y diles todo lo que yo te mando. No les tengas miedo, pues de lo contrario te haré temblar de miedo cuando te enfrentes a ellos.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

17 Tú, pues, ciñe tus lomos, levántate, y háblales todo cuanto te mande; no temas delante de ellos, para que no te haga yo quebrantar delante de ellos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

17 »Levántate y prepárate para entrar en acción. Ve y diles todo lo que te ordene decir. No les tengas miedo, o haré que parezcas un necio delante de ellos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

17 Tú, ahora, muévete y anda a decirles todo lo que yo te mande. No temas enfrentarlos, porque yo también podría asustarte delante de ellos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

17 Así que tú ciñe tus lomos y ponte en pie, y háblales todo lo que Yo te mande. No tiembles ante ellos, no sea que Yo te haga temblar ante ellos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

17 Así pues, cíñete la cintura, levántate y diles todo lo que te mando. No tengas miedo ante ellos, no sea que yo te haga temerlos.

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Jeremías 1:17
26 Referans Kwoze  

Elías se ajustó la ropa y, con las fuerzas que Dios le dio, corrió también hasta Jezrael, llegando incluso antes que Ajab.


El ángel de Dios dijo a Elías: —Puedes ir con él. No le tengas miedo. Entonces Elías bajó y fue con el capitán a ver al rey.


Eliseo ordenó a Guejazí: —No pierdas tiempo, toma mi bastón, y vete adonde está el niño. Si te encuentras con alguien en el camino, no lo saludes. Si alguna persona te saluda, no le contestes. Cuando llegues, coloca mi bastón sobre la cara del niño.


Un día, el profeta Eliseo llamó a uno de sus discípulos y le dijo: —Prepárate para ir a Ramot de Galaad. Toma esta vasija de aceite,


¡Vamos a ver lo valiente que eres! Yo te preguntaré y tú me contestarás.


Dios le dijo: —¡Moisés, yo estaré contigo en todo momento! Y para que sepas que yo soy quien te envía, voy a darte una señal: después de que hayas sacado a los israelitas, todos vosotros me adoraréis en este mismo lugar.


Tú le dirás a Aarón todo lo que yo te ordene que digas, y luego él se lo repetirá al faraón, para que deje salir de su país a los israelitas.


Yo te haré tan fuerte como una columna de hierro, como un portón de bronce, como una ciudad amurallada. Vas a enfrentarte a todas las autoridades, a todo el pueblo de Judá.


¡Avergüenza a mis enemigos, pero no me avergüences a mí! ¡Haz que tiemblen de miedo, pero a mí no me asustes! ¡Mándales tiempos difíciles, y destrúyelos de una vez!


Yo, el Dios de Israel, les digo: si un profeta tiene un sueño, que lo cuente; si recibe un mensaje de mi parte, que lo comunique al pie de la letra. ¡Pero que no mezclen la verdad con la mentira!


Pero Jeremías, dirigiéndose a los jefes y a todo el pueblo, dijo: —Lo que he dicho contra el Templo y contra Jerusalén, Dios mismo me mandó a anunciarlo.


—Ve al patio de mi Templo. Quiero que hables con la gente de toda Judá que viene a adorarme. Comunícales todo lo que te voy a decir, sin que falte nada.


Tal como el profeta Jeremías se lo ordenó, Baruc fue al Templo y entró en el patio superior, que estaba a la entrada de la Puerta Nueva. Allí había una sala, que era del secretario llamado Guemarías, hijo de Safán. Desde aquella sala, Baruc leyó ante el pueblo todo lo que yo le había dictado. Lo hizo en un día señalado para que todos los habitantes de Jerusalén y los que habían acudido desde las demás ciudades de Judá ayunarán para honrar a Dios. Por entonces Joacín, hijo de Josías, llevaba cinco años y nueve meses reinando en Judá.


Te llamé, acudiste en mi ayuda y me dijiste: «No tengas miedo».


—Levántate, vete a la gran ciudad de Nínive y anuncia el mensaje que voy a darte.


Estad siempre preparados. Debéis ser como los criados del que va a una boda que se quedan despiertos, con las lámparas encendidas, esperando a que su dueño llame a la puerta para abrirle de inmediato.


Nunca he dejado de anunciaros todas las cosas que os ayudarían a vivir mejor ni de enseñaros en las calles y en vuestras casas.


En cuanto a mí os he anunciado los planes de Dios sin ocultaros nada.


Yo no anuncio la buena noticia de Cristo para sentirme importante. Lo hago porque Dios así me lo ordenó. ¡Y pobre de mí si no lo hiciera!


También sabéis que en la ciudad de Filipos nos insultaron y maltrataron. Pero aunque tuvimos muchas dificultades, Dios nos dio valor para anunciaros la buena noticia.


Por eso, estad atentos y pensad bien lo que vais a hacer, sin dejaros seducir por nada malo. Y confiad totalmente en que Dios os tratará bien cuando regrese Jesucristo.


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