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Isaías 10:3 - Biblia Lenguaje Básico

3 ¿Qué haréis cuando Dios os pida cuentas de lo que hacéis? ¿Qué haréis cuando Dios os castigue como merecéis? ¿A quién pediréis ayuda? ¿Dónde esconderéis vuestras riquezas?

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

3 ¿Y qué haréis en el día del castigo? ¿A quién os acogeréis para que os ayude, cuando venga de lejos el asolamiento? ¿En dónde dejaréis vuestra gloria?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 ¿Qué harán cuando yo los castigue, cuando envíe el desastre sobre ustedes desde una tierra lejana? ¿A quién acudirán en busca de ayuda? ¿Dónde estarán seguros sus tesoros?

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 ¿Qué harán el día en que se arreglen las cuentas? ¿A dónde huirán, y quién los ayudará cuando, desde lejos, venga el desastre? ¿Dónde encerrarán sus riquezas?

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 ¿Qué haréis el día del escarmiento, cuando la tempestad° lejana se os venga encima? ¿A quién acudiréis por auxilio? ¿A quién ofreceréis vuestra riqueza

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 ¿Qué haréis el día del castigo, ante el desastre que llega de lejos? ¿A quién acudiréis en busca de auxilio y dónde dejaréis vuestra riqueza?

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Isaías 10:3
40 Referans Kwoze  

Los hijos de Labán andaban diciendo que Jacob se había hecho rico gracias a su padre.


Ellos fueron y siguieron el rastro de los sirios hasta el río Jordán. A lo largo del camino encontraron las ropas y objetos que los sirios habían dejado abandonados ante la prisa por escapar. Después los hombres regresaron y contaron al rey lo que habían visto.


De otra manera, ¿cómo podría responder a Dios cuando él me pida cuentas?


Cuando te enfrentes al Gran Juez, de nada te servirán las riquezas; solo haciendo lo que es justo te librarás de la muerte.


Comenzad a llorar, babilonios, porque el día de vuestra destrucción se acerca: Dios todopoderoso os destruirá por completo.


Y sucederá que aquel día Israel perderá su esplendor y su fuerza se convertirá en debilidad.


Ese día los habitantes de la costa dirán: «Mirad cómo han terminado Egipto y Etiopía. Teníamos la esperanza de que nos ayudarían a librarnos del rey de Asiria. ¿Ahora quién podrá defendernos?».


Los muertos no vuelven a la vida, son como sombras y no se levantarán. Tú les diste su merecido, y ahora nadie los recuerda.


Dios saldrá de su palacio y castigará por su maldad a los que habitan la tierra. Los crímenes de los violentos no quedarán sin castigo.


Será como si se acostaran en una cama demasiado pequeña; será como si se abrigaran con una manta demasiado corta.


«Preferimos escapar a caballo, huir en carros veloces». Pues bien, huid, si lo preferís, a caballo o montad en carros veloces, que vuestros perseguidores serán más veloces que vosotros!


pero vais a quedar defraudados, por un pueblo que, en vez de ayudaros, solo os causará desgracias.


Pero Egipto no podrá ayudarlos. Por eso he dicho de ese pueblo: «es como un monstruo que no hace nada».


En Jerusalén los pecadores se llenan de miedo, los malvados tiemblan y dicen: «No podremos sobrevivir al fuego destructor de Dios; es un fuego que no se apaga y no quedaremos con vida».


Entonces el profeta Isaías fue a ver al rey y le preguntó: —¿Y esa gente de dónde vino? ¿Qué te dijeron? Ezequías respondió: —Han venido de Babilonia, que es un país muy lejano.


Os aseguro que las tumbas se abrirán para tragarse al pueblo y a sus jefes, porque se divierten haciendo el mal.


Dios llama a una nación lejana para atacar a su pueblo. Los soldados de esa nación atienden pronto a su llamada.


Yo enviaré contra vosotros un ejército que os destruya, y que haga perecer por el fuego a lo más escogido del pueblo.


¿En qué pensáis, habitantes de Jerusalén? Vuestra ciudad está en ruinas y os empeñáis en vestirla con ropa fina. ¿Para qué la adornáis con joyas de oro? ¿Para qué la maquilláis, si Egipto y Asiria la han traicionado y lo único que buscan es su muerte?


Los profetas solo dicen mentiras, los sacerdotes hacen lo que quieren, y mi pueblo parece estar feliz. Pero ¿qué haréis cuando llegue el fin?


Por montañas y desiertos los haré llorar y se oirán sus lamentos. Las praderas quedarán desiertas, pues ya nadie pasará por ellas. Ya no se oirán los mugidos del ganado, y desaparecerán por completo las aves del cielo y los animales del campo.


Tanto Israel como Judá se han dado cuenta de su mal. Por eso Israel ha acudido a Asiria enviando mensajeros a su rey; pero este no podrá ayudarlos ni remediar su mal.


Ya no podrás celebrar ninguna fiesta en honor de Dios.


Pronto sabrás, Israel, que ya ha llegado el día en que te daré tu merecido. Tan grande es tu maldad, y tan inmenso es tu odio, que llamas «tontos» y «locos» a los profetas que te he enviado. Los envié para avisarte del peligro, pero tú les tendiste trampas; ¡hasta en mi propio Templo les has mostrado tu gran odio!


Ese día sabrán lo que sienten los que huyen de un león y se encuentran con un oso. Ese día sabrán lo que sienten los que entran en su casa y los muerde una serpiente al apoyarse en la pared.


¡El más bueno y honrado de ellos es peor que una mata de espinos! Pero ya está cerca el día de la desgracia en que Dios los castigará, tal como lo anunciaron los profetas.


El día que yo me enfade, le prenderé fuego a la tierra. No habrá nada que los salve; ¡ni siquiera su oro y su plata! ¡En un instante serán destruidos todos los que habitan este mundo!


Te destruirán por completo a ti y a todos tus habitantes, y harán que todos tus edificios se derrumben. Te sucederá todo esto, porque no has querido reconocer que Dios me envió para salvarte.


Desde muy lejos Dios traerá contra vosotros un pueblo enemigo. Vendrá de un país que no conocéis y del que no entendéis su idioma. Se trata de un pueblo que ataca con gran rapidez, como el águila en vuelo.


Portaos bien cuando estéis con gente que no cree en Dios. Así, aunque ahora esa gente hable mal de vosotros, como si fuerais unos malvados, luego verá el bien que hacéis y alabará a Dios el día en que él pida cuentas a todos.


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