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Isaías 10:1 - Biblia Lenguaje Básico

1 ¡Qué mal os va a ir los que inventáis leyes insoportables e injustas!

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

1 ¡Ay de los que dictan leyes injustas, y prescriben tiranía,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 ¡Qué aflicción les espera a los jueces injustos y a los que emiten leyes injustas!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 ¡Pobres de aquellos que dictan leyes injustas y ponen por escrito los decretos de la maldad.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 ¡Ay de quienes decretan decretos injustos, Y legislan leyes inicuas,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 ¡Ay de quienes decretan decretos inicuos y escriben escritos vejatorios

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Isaías 10:1
39 Referans Kwoze  

luego hicieron venir a los dos testigos falsos que acusaron a Nabot de haber maldecido a Dios y al rey. A continuación sacaron a Nabot de la ciudad y lo mataron a pedradas.


Yo os pregunto, gobernantes, ¿de verdad actuáis con justicia y juzgáis a las personas rectamente?


Pero tampoco faltes a la verdad para ayudar a un pobre en un juicio solo porque es pobre.


Si tienes que resolver algún asunto legal, no seas injusto con los pobres.


Se acabarán los mentirosos, los que acusan a otros falsamente, los que ponen trampas a los jueces y los que con engaños niegan justicia al inocente.


¡Qué mal os va a ir a los que de mañana comenzáis a emborracharos, y todavía de noche continuáis bebiendo!


¡Qué mal os va a ir a los que tiene atrapados el pecado!


En realidad, sois unos corruptos. Por dinero dejáis en libertad al culpable, y no respetáis los derechos del inocente.


¡Qué mal os va a ir a los que compráis casas y más casas, campos y más campos! No dejáis lugar para nadie más y os creéis los únicos dueños del país.


Hemos sido infieles a Dios y nos hemos alejado de él; hemos sido violentos y rebeldes, mentirosos y traicioneros.


Nadie se presenta ante el juez con honradez y buenas intenciones. Todos confían en lo que no vale nada y nadie dice la verdad; no hay más que maldad en su interior y todo lo que hacen es perverso.


Dios continuó diciendo: —En cuanto al rey Joacín, tengo algo que decirle: ¡Qué mal te va a ir, Joacín! Edificas tu palacio con mucho lujo; piensas hacer en él salas espaciosas, construir amplios ventanales y recubrirlo todo con finas maderas. Pero maltratas a los trabajadores, y para colmo no les pagas.


arrastráis por el suelo al desvalido y no hacéis justicia al humilde. Padre e hijo me ofenden al tener relaciones sexuales con una misma mujer.


Puesto que os habéis portado tan mal como Omrí, rey de Israel, y habéis seguido el mal ejemplo de la familia del rey Ajab, voy a destruiros y hacer que la gente os humille y se burle de vosotros.


¡Qué mal te va a ir, nación opresora! ¡Has construido tus ciudades mediante el crimen y la violencia!


¡Qué mal te va a ir, nación opresora! Hiciste que tus hermanos tomaran bebidas drogadas hasta conseguir emborracharlos y verlos desnudos;


Pero un día serán humillados. Todos se burlarán de ellos y les cantarán esta canción: «¡Qué mal te va a ir, nación opresora! Te has hecho rica con lo que no es tuyo y te has apropiado de las cosas prestadas».


¡Qué mal te va a ir, nación opresora! Hiciste ricos a los tuyos mediante el robo y el engaño, pensando librarlos así de la desgracia;


—Habitantes de Corazín, ¡qué mal vais a acabar! ¡Y también los que vivís en Betsaida! Si los milagros ocurridos entre vosotros se hubieran hecho en las ciudades de Tiro y de Sidón, hace tiempo que los que viven allí habrían cambiado su manera de vivir. Se habrían vestido con ropas ásperas y se habrían echado ceniza en la cabeza para mostrar su arrepentimiento.


¡Qué mal vais a acabar hipócritas, maestros de la Ley y fariseos! Os preocupáis de dar como ofrenda la décima parte de la menta, del anís y del comino que cosecháis en vuestros campos. Pero no obedecéis las enseñanzas más importantes de la ley que consiste en ser justos con los demás, tratarlos con amor y tener fe en Dios. Hay que hacer esas tres cosas, sin dejar de cumplir las demás obligaciones.


¡Qué mal vais a acabar hipócritas, maestros de la Ley y fariseos! Vosotros sois como tumbas pintadas de blanco y hermosas por fuera, pero por dentro están llenas de suciedad y huesos podridos.


¡Hipócritas, qué mal vais a acabar, maestros de la Ley y fariseos! Construís monumentos para recordar a los profetas muertos, y ponéis adornos en las tumbas de las personas buenas.


Las Escrituras dicen claramente que yo, el Hijo del hombre, tengo que morir. Sin embargo, al que me traiciona va a pasarle algo muy terrible. ¡Más le valdría no haber nacido!


¡Qué mal vais a acabar, maestros de la Ley! Porque creéis ser los únicos en conocer a Dios, pero, en realidad, no hacéis nada por conocerlo, ni dejáis que otros lo conozcan.


Cuando los jefes de los sacerdotes y los guardias del Templo vieron a Jesús, comenzaron a gritar: —¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Pilato les dijo: —Yo no creo que sea culpable de nada. Así que llevadlo y crucificadlo vosotros mismos.


Los padres dijeron esto porque tenían miedo de los judíos, ya que ellos se habían puesto de acuerdo para expulsar de la sinagoga a todo el que creyera y dijera que Jesús era el Mesías.


¡Ay de ellos! Se portan como Caín y por el afán de ganar dinero, cometen el mismo error que cometió Balaán y por su comportamiento morirán como murió Coré.


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