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Isaías 1:7 - Biblia Lenguaje Básico

7 Israel está destruido, sus ciudades arden en llamas; ante la mirada de sus habitantes el enemigo devora sus cosechas. El país ha quedado desierto, totalmente devastado.

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Biblia Reina Valera 1960

7 Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros comida por extranjeros, y asolada como asolamiento de extraños.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 Su país yace en ruinas, y sus ciudades han sido incendiadas. Los extranjeros saquean sus campos frente a sus propios ojos y destruyen todo lo que ven a su paso.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 Su país es una soledad con ciudades hechas cenizas; ustedes vieron las cosechas, y el enemigo se las comió; esta ruina no es menos que la de Sodoma.

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 Vuestra tierra está asolada, vuestras ciudades incendiadas, Vuestro país, devorado ante vosotros mismos; Desolado, como la desolación que causan los extraños.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 Vuestro país, un desierto; vuestras ciudades, incendiadas; vuestra tierra, ante vosotros, extranjeros la devoran. Es un desierto, como una destrucción a mano de extranjeros.

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Isaías 1:7
37 Referans Kwoze  

Por esta terrible desobediencia, Dios permitió que el rey de Siria conquistara Judá y se llevara muchos prisioneros a Damasco. También Dios dejó que el rey de Israel les causara una gran derrota. En un solo día, Pecaj, hijo de Remalías, mató a ciento veinte mil hombres valientes de Judá.


la tierra fértil la convierte en tierra estéril, por la maldad de sus habitantes;


Y si llegan a ser pocos y a estar agobiados por la desgracia,


Que el prestamista le quite todo lo que tiene y los extraños se apoderen de sus bienes.


Jerusalén ha quedado aislada como cabaña en medio de una viña, como choza en un campo de melones, como una ciudad sitiada.


Jerusalén se derrumba, el reino de Judá está en ruinas, porque allí todos ofenden a Dios.


Por los arroyos de Edom correrá brea en vez de agua; la tierra se volverá azufre y arderá como resina caliente,


Tú, Jerusalén, estabas en ruinas, pero cuando se alejen de ti los que destruyeron tu tierra, tendrás tantos habitantes que el país te resultará pequeño.


Pues bien, Dios todopoderoso asegura: «Todas esas casas grandes y hermosas serán destruidas y nadie podrá habitarlas.


Entonces le pregunté: —Dios mío, ¿cuánto tiempo durará esta situación? Dios me respondió: —Hasta que todas las ciudades sean destruidas y se queden sin habitantes; hasta que en las casas no haya más gente y los campos queden desiertos;


Has quedado, Jerusalén, abandonada, aborrecida y desierta, pero yo haré que llegues a ser motivo de orgullo y alegría para siempre.


Dios ha jurado solemnemente: «Nunca más permitiré que los enemigos de Israel se coman vuestro trigo, o que los extranjeros beban el vino que tanto trabajo os costó elaborar.


Las ciudades de tu pueblo elegido son ahora un desierto; Jerusalén está en ruinas, completamente destruida.


La ira de Dios todopoderoso ha hecho que tiemble el país y el pueblo ha sido devorado por el fuego. Nadie se compadece de su hermano;


Porque nos ha nacido un niño, Dios nos ha dado un hijo: a ese niño se le ha dado el poder de gobernar; y recibirá estos nombres: Consejero Admirable, Dios Invencible, Padre Eterno, Príncipe de Paz.


Ya está en marcha un ejército. Ha salido para destruir naciones, y también destruirá vuestro país. Os atacará como si fuera un león que sale de su cueva. Las ciudades quedarán en ruinas y nadie podrá vivir en ellas.


Por eso me enfurecí y destruí Jerusalén y las demás ciudades de Judá.


¡Cambiad de conducta, habitantes de Jerusalén! De lo contrario, os abandonaré y convertiré vuestro país en un desierto.


Haré que en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén dejen de escucharse los jubilosos gritos de alegría y las canciones de los novios y las novias, porque el país quedará convertido en un horrible desierto.


Nuestras tierras y nuestra patria han caído en manos de extranjeros.


Por eso, voy a dejar que los pueblos del este os conquisten y se adueñen de vuestra tierra. Ellos vendrán, pondrán sus campamentos en vuestro país y se quedarán a vivir en él. Todo lo que produzcan vuestros campos y rebaños les servirá a ellos de alimento.


Dejaré sin agua al río Nilo, y a Egipto entero lo pondré bajo el poder de gente malvada, de gente extranjera que arrasará el país y todo cuanto contiene. Yo soy el Dios de Israel y cumpliré mi palabra.


Los pueblos extranjeros están acabando con Israel, pero él ni siquiera se entera. Se está haciendo viejo, pero tampoco se da cuenta.


Si no me obedecéis, recibiréis vuestro castigo: vuestros campos no darán frutos y si llegaran a darlos, servirán de alimento a extranjeros.


Mientras la tierra esté abandonada, descansará, como debió hacerlo cada siete años mientras vosotros vivisteis en ella. Solo así podrá gozar de sus merecidos descansos. Eso sucederá mientras vosotros andéis dispersos en un país enemigo.


Pondré fin a tus hechicerías y acabaré con todos tus adivinos.


Por eso voy a castigaros y a destruiros a causa de vuestros pecados.


Un pueblo desconocido comerá los frutos que produzca vuestra tierra y se aprovechará de vuestros trabajos, mientras vosotros seréis maltratados y explotados.


Los inmigrantes que vivan en vuestro país se harán cada vez más ricos, mientras que vosotros os haréis cada vez más pobres.


Todo el mundo preguntará: «¿Por qué Dios castigó así a este país? ¿Qué hizo que se indignara tanto?».


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