Isaías 1:4 - Biblia Lenguaje Básico4 Todos ellos son pecadores y están llenos de maldad. Se alejaron de mí, que soy el Dios de Israel; ¡me abandonaron por completo! Gade chapit laPlis vèsyonBiblia Reina Valera 19604 ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. Gade chapit laBiblia Nueva Traducción Viviente4 ¡Qué nación tan pecadora, pueblo cargado con el peso de su culpa! Está lleno de gente malvada, hijos corruptos que han rechazado al Señor. Han despreciado al Santo de Israel y le han dado la espalda. Gade chapit laBiblia Católica (Latinoamericana)4 ¡Ay, gente pecadora, pueblo cargado de crímenes, raza de malvados, hijos perversos! Han abandonado a Yavé, han despreciado al Santo de Israel. Gade chapit laLa Biblia Textual 3a Edicion4 ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, Generación° de perversos, hijos depravados! Abandonaron a YHVH, despreciaron al Santo de Israel y se volvieron atrás. Gade chapit laBiblia Serafín de Ausejo 19754 ¡Ay, nación pecadora, pueblo cargado de culpa, ralea de malhechores, hijos corrompidos! Abandonaron a Yahveh, despreciaron al Santo de Israel, se volvieron atrás. Gade chapit la |
Cuando Roboán consolidó y afianzó su reino, él y todo el pueblo de Israel dejaron de obedecer la ley de Dios. Por esa razón, cuando Roboán llevaba cinco años reinando, Dios permitió que Sisac, rey de Egipto, atacara Jerusalén. Sisac tenía un ejército de mil doscientos carros de combate y sesenta mil jinetes; además, venían con él soldados libios, suquitas y etíopes, en tal cantidad que no se podían contar. El faraón fue conquistando, una tras otra, las ciudades y fortalezas de Judá, y finalmente llegó hasta Jerusalén. Los principales jefes de Judá se habían reunido allí con Roboán ante el ataque de Sisac, y fue entonces cuando el profeta Semaías les dijo: —Esto es lo que os dice Dios: «Puesto que vosotros os olvidasteis de mí, ahora yo os abandono a vosotros y os dejo bajo el poder de Sisac». Entonces los jefes y el rey reconocieron con humildad su maldad y confesaron: «¡El castigo de Dios es justo!». Cuando Dios vio que habían reconocido con humildad su pecado, les mandó este nuevo mensaje por medio de Semaías: —Como habéis sido humildes, no dejaré que Sisac destruya Jerusalén, sino que en breve tiempo os liberaré de su poder. Sin embargo, para que comprobéis la diferencia que hay entre servirme a mí, o a los reyes de este mundo, por algún tiempo estaréis sometidos al rey de Egipto.
Entonces Dios dijo a Moisés: —Baja ya del monte, porque el pueblo que sacaste de Egipto se está portando muy mal. ¡Qué pronto se han olvidado de obedecerme! Han fabricado un becerro de oro y lo están adorando. Le han ofrecido sacrificios y dicen que ese becerro soy yo, el que os sacó de Egipto. Los he estado observando y me he dado cuenta de que son muy tercos.
Vosotros, pueblo mío, habéis cometido dos pecados: me abandonasteis a mí, que soy una fuente de agua viva, y os hicisteis vuestros propios estanques, que no retienen el agua. Yo era vuestro guía, pero vosotros me rechazasteis. ¿Qué ganáis, israelitas, con confiar en el poder de Egipto o en el poder de Asiria? ¡Vosotros sois libres y no habéis nacido esclavos! ¿Por qué ahora os dejáis tratar así? Los soldados de Menfis y Tafnes han acabado con vuestros gobernantes. Lanzan rugidos, como leones, y destruyen el país; han quemado las ciudades y ya nadie vive en ellas.