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Hechos 9:3 - Biblia Lenguaje Básico

3 Ya estaba Saulo llegando a Damasco cuando, de pronto lo rodeó un gran resplandor que venía del cielo.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

3 Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo;

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Al acercarse a Damasco para cumplir esa misión, una luz del cielo de repente brilló alrededor de él.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Mientras iba de camino, ya cerca de Damasco, le envolvió de repente una luz que venía del cielo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Pero yendo por el camino, sucedió que cuando se acercaba° a Damasco, de repente resplandeció alrededor de él una luz del cielo,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 Sucedió que, mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, de repente lo envolvió una luz del cielo;

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Hechos 9:3
10 Referans Kwoze  

Todavía estábamos en el camino, muy cerca ya de Damasco, cuando de repente, como a las doce del día, vino del cielo una fuerte luz y todo a mi alrededor se iluminó.


Ananías fue y entró en la casa donde estaba Saulo. Al llegar, le puso las manos sobre la cabeza y le dijo: —Hermano Saulo, el Señor Jesús se te apareció cuando venías hacia Damasco. Él mismo me mandó que viniera aquí, para que puedas ver de nuevo y para que recibas el Espíritu Santo.


Bernabé sí lo ayudó, y lo presentó a los apóstoles. Allí Bernabé les contó cómo Saulo se había encontrado con el Señor Jesús en el camino a Damasco, y cómo le había hablado. También les contó que allí, en Damasco, Saulo había anunciado sin miedo la buena noticia acerca de Jesús.


Por último, se me apareció a mí, a pesar de que lo conocí mucho tiempo después que los demás apóstoles. Por eso me considero


Yo soy libre. Soy apóstol. He visto a Jesús, nuestro Señor, y vosotros sois el fruto de mi trabajo cristiano.


Dios es el único que vive para siempre y habita en una luz tan brillante que nadie puede acercarse a él. Nadie lo ha visto ni puede verlo. ¡El honor y el poder le pertenecen por siempre! Amén.


La ciudad no necesita que el sol o la luna la iluminen, porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lámpara.


Allí nunca será de noche y nunca nadie necesitará la luz de una lámpara ni la luz del sol, porque Dios el Señor los alumbrará, y ellos reinarán para siempre.


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