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Hechos 8:3 - Biblia Lenguaje Básico

3 Mientras tanto, Saulo seguía maltratando a los miembros de la Iglesia. Entraba a las casas, sacaba por la fuerza a hombres y mujeres, y los encerraba en la cárcel.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

3 Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Y Saulo iba por todas partes con la intención de acabar con la iglesia. Iba de casa en casa y sacaba a rastras tanto a hombres como a mujeres y los metía en la cárcel.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Saulo, por su parte, trataba de destruir a la Iglesia. Entraba casa por casa, hacía salir a hombres y mujeres y los metía en la cárcel.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Y Saulo asolaba la iglesia, entrando de casa en casa, y arrastrando a hombres y mujeres, los entregaba en la cárcel.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 Saulo, por su parte, devastaba la Iglesia: entraba de casa en casa, apresaba hombres y mujeres y los metía en la cárcel.

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Hechos 8:3
13 Referans Kwoze  

Pero los dueños de la muchacha, al ver que se les había acabado la oportunidad de ganar más dinero, llevaron a Pablo y a Silas ante las autoridades, en la plaza pública.


Yo contesté: «Señor, esta gente sabe que yo iba a todas las sinagogas para atrapar a los que creían en ti. Los llevaba a la cárcel, y los maltrataba.


lo arrastraron fuera de la ciudad, y empezaron a apedrearlo. Los que lo habían acusado falsamente se quitaron sus mantos y los dejaron a los pies de un joven llamado Saulo.


Todos los que le oían, decían asombrados: —¡Pero si es el mismo que en Jerusalén perseguía a los seguidores de Jesús! Precisamente vino a Damasco para llevarlos presos ante los jefes de los sacerdotes.


el menos importante de los apóstoles y ni siquiera merezco que la gente me llame apóstol, pues hice mucho daño a la Iglesia de Dios.


Ya sabéis cómo era yo cuando pertenecía a la religión judía. Sabéis también con qué violencia hice sufrir a los miembros de las iglesias de Dios, y cómo hice todo lo posible para destruirlos.


Tanto me preocupaba por cumplir la ley que perseguía a los miembros de la Iglesia. ¡Nadie puede culparme de no haber cumplido la ley!


Antes yo hablaba mal de Jesucristo y lo perseguía con violencia. Aun así, Dios fue misericordioso conmigo, pues yo todavía no creía en Cristo ni sabía lo que estaba haciendo.


¿Cómo os atrevéis a maltratar y despreciar a los pobres? ¿Acaso no son los ricos quienes os maltratan y os llevan ante los jueces?


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