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Hechos 8:1 - Biblia Lenguaje Básico

1-2 Saulo vio cómo mataban a Esteban y le pareció muy bien. Más tarde, unos hombres piadosos recogieron el cuerpo de Esteban, lo enterraron, y durante varios días lloraron su muerte. A partir de ese día, mucha gente comenzó a perseguir a los seguidores de Jesús que vivían en Jerusalén. Así que todos tuvieron que separarse y huir a otras regiones de Judea y de Samaría. Solamente los apóstoles se quedaron en Jerusalén.

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Biblia Reina Valera 1960

1 Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Saulo fue uno de los testigos y estuvo totalmente de acuerdo con el asesinato de Esteban. Ese día comenzó una gran ola de persecución que se extendió por toda la iglesia de Jerusalén; y todos los creyentes excepto los apóstoles fueron dispersados por las regiones de Judea y Samaria.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Saulo estaba allí y aprobaba el asesinato. Este fue el comienzo de una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 Saulo consintió en su asesinato, y en aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia en Jerusalem, y todos fueron esparcidos por las regiones de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Saulo estaba de acuerdo con aquella muerte. Comenzó aquel día una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén y todos se dispersaron por los lugares de Judea y de Samaría, a excepción de los apóstoles.

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Hechos 8:1
35 Referans Kwoze  

les mandé a decir que estaba muy ocupado con una tarea importante y que no podía reunirme con ellos porque el trabajo se detendría.


El rey Darío firmó la ley de acuerdo con la petición de sus consejeros.


Mi Dios envió a su ángel para cerrar la boca a los leones e impedir que me hicieran daño. Dios sabe que soy inocente y que no he hecho nada malo contra el rey.


Incluso algunos agarraron a los sirvientes del rey y los mataron a golpes.


Os enviaré profetas, sabios y maestros, pero a algunos los mataréis o los crucificaréis; a otros los golpearéis en las sinagogas, y a otros los perseguiréis por todas las ciudades.


Vosotros sois la sal de este mundo. Si la sal pierde su sabor, ya no puede recuperarlo. Ya no sirve para nada, sino para tirarla fuera y que la gente la pisotee.


¿Recordáis que os dije que ningún siervo es más importante que su señor? Por eso, si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros. Y si han hecho caso de lo que yo digo, también harán caso de lo que digáis vosotros.


Seréis expulsados de las sinagogas y llegará el día en que cualquiera que os mate creerá que está dando culto a Dios.


Pero quiero que sepáis que el Espíritu Santo vendrá sobre vosotros, y que recibiréis poder para hablar de mí en Jerusalén, en todo el territorio de Judea y de Samaría, y hasta en los lugares más lejanos del mundo.


En la iglesia de Antioquía estaban Bernabé, Simeón «el Negro», Lucio, natural de Cirene, Manaén y Saulo. Manaén se había criado junto con el rey Herodes Antipas. Todos ellos eran profetas y maestros.


La verdad es que David cumplió en su vida todo lo que Dios le ordenó. Pero luego murió y fue enterrado en la tumba de sus antepasados, y su cuerpo se descompuso.


Juntos alababan a Dios, y todos en la ciudad los querían. Cada día el Señor hacía que muchos creyeran en él y se salvaran.


Cuando mataron a Esteban, que era tu testigo, yo estaba allí permitiendo que lo mataran. ¡Hasta cuidé la ropa de los que lo mataron!».


Eso hice en la ciudad de Jerusalén, y con el permiso de los sacerdotes principales metí en la cárcel a muchos de los que creían en Jesús. Cuando los mataban, yo estaba de acuerdo.


Por eso mandaron que los arrestaran y los metieran en la cárcel de la ciudad.


—Id al Templo y, puestos de pie, anunciad al pueblo todo lo relacionado con esta forma de vida.


Los miembros de la Junta Suprema se enfurecieron al oír esto y querían matarlos.


Enseguida mandaron traer a los apóstoles y ordenaron que los azotaran. Y después de prohibirles hablar de Jesús, los dejaron en libertad.


Moisés estuvo con nuestros antepasados en la asamblea del desierto, actuando como intermediario entre nuestros antepasados y el ángel de Dios que le hablaba en el monte Sinaí. Él fue quien recibió palabras que dan vida con el encargo de transmitírnoslas.


Al escuchar esto, los de la Junta Suprema se enfurecieron mucho y se llenaron de rabia contra Esteban.


lo arrastraron fuera de la ciudad, y empezaron a apedrearlo. Los que lo habían acusado falsamente se quitaron sus mantos y los dejaron a los pies de un joven llamado Saulo.


En cuanto los apóstoles que estaban en Jerusalén supieron que la gente de Samaría había aceptado el mensaje de Dios, mandaron allí a Pedro y a Juan.


Pero los que habían huido de la ciudad de Jerusalén, seguían anunciando la buena noticia de salvación en los lugares por donde pasaban.


Felipe fue a la ciudad de Samaría, y allí se puso a hablar acerca de Jesús, el Mesías.


Entre tanto la Iglesia vivía en paz en toda la región de Judea, Galilea y Samaría, e iba consolidándose y caminando al servicio del Señor. Y con la ayuda del Espíritu Santo cada vez se unían más y más personas al grupo de seguidores del Señor Jesús.


Dios ya lo ha dicho y ellos lo saben: quienes hacen esto merecen la muerte. Y a pesar de eso, no solo siguen haciéndolo, sino que felicitan a quienes también lo hacen.


Queridos hermanos, quiero que sepáis que la situación en que me encuentro me ha ayudado a anunciar la buena noticia.


Moisés tuvo fe en Dios y, por eso, sin miedo al faraón, se mantuvo firme y salió de Egipto, actuando como si estuviera viendo a Dios, que es invisible.


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