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Hechos 7:51 - Biblia Lenguaje Básico

51 ¡Qué tercos sois! Tenéis el corazón endurecido y os negáis a escuchar el mensaje de Dios. Siempre habéis desobedecido al Espíritu Santo demostrando que sois igual que vuestros antepasados.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

51 ¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

51 »¡Pueblo terco! Ustedes son paganos de corazón y sordos a la verdad. ¿Resistirán para siempre al Espíritu Santo? Eso es lo que hicieron sus antepasados, ¡y ustedes también!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

51 Ustedes son un pueblo de cabeza dura, y la circuncisión no les abrió el corazón ni los oídos. Ustedes siempre resisten al Espíritu Santo, al igual que sus padres.

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La Biblia Textual 3a Edicion

51 ¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazones y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, también vosotros.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

51 ¡Gente de dura cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos! Siempre estáis resistiendo al Espíritu Santo. Como vuestros padres, igual vosotros.

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Hechos 7:51
38 Referans Kwoze  

Pero ellos no hicieron caso ni confiaron en Dios, sino que fueron incluso más tercos que sus antepasados.


Pero nuestros antepasados fueron orgullosos y tercos; no te obedecieron.


Durante muchos años fuiste paciente con ellos. Tu espíritu y tus profetas les advirtieron del castigo, pero ellos no quisieron escuchar; así que los dejaste caer en manos de naciones enemigas.


A los orgullosos les mando que no se crean tan importantes; a los malvados les ordeno que no se llenen de soberbia,


Así no seremos rebeldes, como lo fueron nuestros padres: tan malvados eran sus pensamientos que Dios no podía confiar en ellos.


Así podrás entrar en esa tierra que mana leche y miel. Pero yo no iré contigo porque sois un pueblo muy terco y acabaría destruyéndoos en el camino.


Dijo además Dios a Moisés: —Di a los israelitas que son un pueblo muy terco y que si estuviera con ellos, aunque solo fuera un momento, acabaría aniquilándolos.


diciendo: —¡Dios mío! ¡Dios mío! Si de verdad me he ganado tu favor, acompáñanos. Es verdad que somos muy tercos, pero perdona nuestros pecados y acéptanos como tu pueblo.


Como yo sabía que tenéis la cabeza más dura que el hierro y el bronce,


Pero los israelitas desobedecieron y ofendieron al Dios santo; por eso, él los trató como si fueran enemigos y les declaró la guerra.


quienes, sin embargo, no quisieron obedecer a Dios, sino que se empeñaron en desobedecerlo y no quisieron aprender la lección.


Pero ¿a quién me dirigiré, Dios mío?, ¿a quién hablaré para que me hagan caso? Se tapan los oídos porque no quieren escuchar. Se burlan de la palabra de Dios porque no la quieren obedecer.


No dais ninguna importancia a mi Templo; dejáis entrar en él a extranjeros, que ni en su cuerpo ni en su mente llevan la señal de mi pacto. Dejáis en manos de esa gente el culto en el Templo, algo que solo a vosotros corresponde hacer. Además, faltáis al respeto, pues me presentáis grasa y sangre como ofrenda. Con esas odiosas acciones estáis quebrantando mi pacto.


Por eso, yo os aseguro que no entrará en mi Templo nadie que no sea israelita. No entrará nadie que no lleve en su cuerpo y en su mente la señal de mi pacto, ni siquiera los extranjeros residentes en el país como emigrantes.


Ahora sois rebeldes y os comportáis como las naciones que no creen en mí, pero entonces tendréis que humillaros y aceptar el castigo por vuestra maldad.


Pero ninguno de ellos pudo vencerlo, porque Esteban hablaba con la sabiduría que le daba el Espíritu Santo.


Pero el que estaba maltratando al otro respondió enfadado a Moisés: «¡Y a ti qué te importa! ¿Quién te ha nombrado nuestro jefe o nuestro juez?


El mismo Moisés a quien los israelitas rechazaron diciendo: «¿Quién te ha nombrado nuestro jefe o nuestro juez?», Dios mismo le convirtió en jefe y libertador de su pueblo. Esto lo hizo por medio del ángel que se le apareció a Moisés en la zarza.


Pero los israelitas fueron rebeldes. No quisieron obedecer a Moisés y, en cambio, insistían en volver a Egipto.


José fue uno de los doce hijos de Jacob. Como sus hermanos le tenían envidia, lo vendieron como esclavo a unos comerciantes, que lo llevaron a Egipto. Sin embargo, Dios amaba a José


De nada sirve que alguien se circuncide, si no obedece la ley. Si la desobedece, es como si nunca se hubiera circuncidado.


No hagáis que se ponga triste el Espíritu Santo de Dios, que es como un sello de identidad que Dios puso en vosotros, para reconoceros cuando llegue el día de la liberación.


Así que no seáis tercos, ni olvidéis el pacto que habéis hecho con Dios.


Dios os cambiará el corazón para que os olvidéis de hacer el mal y, tanto vosotros como vuestros descendientes, lo améis y lo obedezcáis con toda vuestra mente y con todo vuestro ser, de manera que podáis vivir muchos años.


pues os conozco muy bien. Yo sé que sois tercos y rebeldes. Si ahora que estoy con vosotros, no obedecéis a Dios, ¿qué no haréis cuando yo esté muerto?


Me he dado cuenta de que este pueblo es muy terco.


Una cosa os debe quedar bien clara: si Dios os da esta buena tierra, no es porque os lo merezcáis, pues en realidad sois un pueblo muy terco.


Los verdaderos circuncidados somos nosotros, los que guiados por el Espíritu adoramos a Dios y estamos orgullosos de pertenecer a Jesucristo en lugar de confiar en nosotros mismos. Si la salvación dependiera de la circuncisión, yo podría sentirme más orgulloso que cualquiera,


Al estar unidos a Cristo es como si también hubierais sido circuncidados con él, aunque no en vuestro cuerpo, y habéis sido liberados de vuestros pecados.


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