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Hechos 2:9 - Biblia Lenguaje Básico

9 Los que estamos aquí somos de diferentes países. Algunos somos partos, medos, elamitas. Otros venimos de Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto, Asia,

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Biblia Reina Valera 1960

9 Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 Aquí estamos nosotros: partos, medos, elamitas, gente de Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto, de la provincia de Asia,

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, del Ponto y Asia,

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 Partos, medos, elamitas, y los que habitamos Mesopotamia, Judea y también Capadocia, Ponto y Asia,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Partos, medos, elamitas, los habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia,

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Hechos 2:9
34 Referans Kwoze  

Por aquellos días hubo guerra entre dos grupos de reyes. En un bando estaban: Amrafel de Babilonia, Arioc de Elasar, Codorlaomer de Elam y Tidal de Goín. En el otro bando estaban: Berá de Sodoma, Birsá de Gomorra, Sinab de Adamá, Semebar de Seboín y el rey de Soar.


así que después de tomar diez camellos y de lo mejor que tenía su amo, se puso en marcha hacia la ciudad de Najor, que está en Mesopotamia.


Al final, a los nueve años del reinado de Oseas, el rey de Asiria se apoderó de Samaría y se llevó prisioneros a los israelitas hasta su país. Los estableció en la región de Jalat, en las riberas del río Jabor, en la región de Gozán, y en las ciudades de los medos.


Al darse cuenta Janún y los amonitas que David se había enfadado mucho con ellos, enviaron treinta y tres mil kilos de plata a los sirios de las ciudades de Mesopotamia, de Maacá y de Sobá, para que les proporcionaran carros de combate y jinetes.


En el palacio de Ecbatana, que está en la provincia de Media, se encontró un libro donde figuraba el siguiente documento:


Entonces, Dios mostrará de nuevo su poder y hará que regrese su pueblo dispersado, los que aún queden en Asiria y en Egipto, en Patros, Etiopía y Elam, en Sinar, Jamat y las islas del mar.


Lo que Dios me mostró es algo terrible: el traidor y el destructor cumplen su tarea. ¡Pueblo de Elam, a las armas! ¡Pueblo de Media, al ataque! ¡Destruid Babilonia!, porque no permitiré más sufrimientos.


«parsín» significa «dividido» y quiere decir que Dios partirá en dos tu reino y se lo dará a los medos y a los persas.


En ese sueño me parecía estar junto al río Ulay, en Susa, que era una ciudad fortificada de la provincia de Elam.


Tú viste un carnero con dos cuernos. Esos dos cuernos son los reyes de Media y de Persia.


Pablo y sus compañeros querían anunciar el mensaje de Dios en la provincia romana de Asia, pero el Espíritu Santo no se lo permitió. Entonces atravesaron las regiones de Frigia y Galacia,


Allí encontró a un judío llamado Áquila, que era de la región de Ponto. Hacía poco tiempo que Áquila y su mujer Priscila habían venido de Italia, pues Claudio, el emperador de Roma, había ordenado que todos los judíos salieran del país. Pablo fue a visitar a Áquila y a Priscila,


Durante dos años, Pablo acudió a ese lugar para hablar de Jesús. Fue así como todos los que vivían en la provincia de Asia, tanto judíos como no judíos, tuvieron ocasión de escuchar el mensaje del Señor.


Además Pablo no solo está dañando nuestro negocio, sino que también le está quitando fama al templo de la gran diosa Artemisa, venerada y respetada en toda la provincia de Asia y en el mundo entero, pero muy pronto nadie querrá saber nada de ella.


Además, algunos amigos de Pablo, que tenían autoridad en Éfeso, le mandaron aviso de que no fuera al teatro.


¿Cómo es que les oímos hablar en nuestro propio idioma?


Y es que Pablo no quería detenerse en Éfeso ni perder mucho tiempo en la provincia de Asia. Lo que deseaba era llegar lo más pronto posible a Jerusalén, para estar allí el día de Pentecostés.


Cuando llegaron, les dijo: —Sabéis muy bien cómo me he portado desde el primer día que llegué a la provincia de Asia.


Varios hermanos creyentes lo acompañaron: Sópatro, que era hijo de Pirro y vivía en la ciudad de Berea; Aristarco y Segundo, que eran de la ciudad de Tesalónica; Gayo, de la ciudad de Derbe; y Timoteo, Tíquico y Trófimo, que eran de la provincia romana de Asia.


Cuando estaban a punto de cumplirse los siete días fijados para la purificación, unos judíos de la provincia de Asia vieron a Pablo en el Templo. Enseguida alborotaron a la gente


Fui al Templo para entregar las ofrendas y hacer una ceremonia de purificación. Yo no estaba provocando ningún alboroto ni sublevando a la gente. Allí me encontraron unos judíos de la provincia de Asia, y fueron ellos los que armaron el alboroto.


Subimos a un barco de Adramitio que estaba a punto de salir para hacer un recorrido por los puertos de la provincia de Asia. Con nosotros estaba también Aristarco, que era de la ciudad de Tesalónica, en la provincia de Macedonia. Subimos al barco y salimos.


Sin embargo, algunos judíos de la región de Cirene se pusieron a discutir con él, junto con otros judíos de la ciudad de Alejandría, que pertenecían a la sinagoga de los llamados «libertos». También discutían con Esteban otros que venían de la región de Cilicia y de la provincia de Asia.


Esteban respondió: —Hermanos israelitas y líderes de la nación: escuchadme. Dios, con toda su gloria, se apareció a nuestro antepasado Abrahán en Mesopotamia, antes de que fuera a vivir en Jarán.


Saludad de mi parte a los miembros de la iglesia que se reúne en su casa. Saludad también a mi querido amigo Epéneto, que en la provincia de Asia fue el primero en creer en Cristo.


Las iglesias de la provincia de Asia os mandan saludos. También Áquila y Prisca os mandan cariñosos saludos en el nombre del Señor Jesús, lo mismo que la iglesia que se reúne en su casa.


Hermanos en Cristo, queremos que conozcáis los problemas y sufrimientos que tuvimos en la provincia de Asia. Fueron tan tremendos que casi no pudimos soportarlos y hasta creímos que íbamos a morir.


Tampoco podrán participar los amonitas, ni los moabitas, ni sus descendientes.


Seguramente ya sabes que todos los cristianos de la provincia de Asia me abandonaron. ¡Hasta Figelo y Hermógenes me dejaron solo!


Yo, Pedro, que soy enviado de Jesucristo a anunciar su mensaje, saludo a todos los cristianos que viven dispersos en las regiones de Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia. De acuerdo con su plan, Dios Padre decidió elegiros a vosotros para que fuerais su pueblo. Y por medio del Espíritu Santo y de la muerte de Jesucristo, Dios os ha limpiado de todo pecado para que le obedezcáis. Deseo que Dios os conceda su gracia y os permita vivir en paz.


Esa voz me dijo: —Escribe en un libro lo que ves y envíalo a las siete iglesias de la provincia de Asia, es decir, a las iglesias de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea.


Yo, Juan, saludo a las siete iglesias que están en la provincia de Asia de parte del que existe, que siempre ha existido y que está a punto de venir. Deseo que Dios, Jesucristo y los siete espíritus que están delante de su trono, os concedan su gracia y su paz. Debemos confiar en que Jesucristo nos ama y dice la verdad acerca de Dios, ya que él fue el primero en resucitar de entre los muertos y es también el que gobierna sobre todos los reyes de la tierra. Jesucristo es quien nos ama y quien, por medio de su muerte, nos ha liberado de nuestros pecados.


Por eso Dios se enfadó y permitió que los conquistara Cusán Risatáin, que era rey de Mesopotamia. Después de ocho años de esclavitud,


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