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Hechos 15:1 - Biblia Lenguaje Básico

1 Por aquellos días llegaron a Antioquía, procedentes de Judea, unos hombres que iban enseñando a los seguidores de Jesús que no podían ser salvos si no se circuncidaban según manda la tradición de Moisés.

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Biblia Reina Valera 1960

1 Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Cuando Pablo y Bernabé estaban en Antioquía de Siria, llegaron unos hombres de Judea y comenzaron a enseñarles a los creyentes: «A menos que se circunciden como exige la ley de Moisés, no podrán ser salvos».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Llegaron algunos de Judea que aleccionaban a los hermanos con estas palabras: 'Ustedes no pueden salvarse, a no ser que se circunciden como lo manda Moisés.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 Pero algunos que habían bajado de Judea, decían a los hermanos: A menos que seáis circuncidados conforme al rito de Moisés,° no podéis ser salvos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Algunos que habían bajado de Judea enseñaban a los hermanos: 'Si no os circuncidáis según la costumbre de Moisés, no podréis salvaros'.

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Hechos 15:1
25 Referans Kwoze  

El niño será circuncidado a los ocho días de nacer,


Moisés os mandó practicar la ceremonia de la circuncisión, y vosotros la practicáis aunque sea en sábado. Además, esa orden no viene del tiempo de Moisés, sino de antes, cuando aún vivían Abrahán, Isaac y Jacob.


Eran en total unas ciento veinte personas. Uno de aquellos días, Pedro se puso de pie en medio de los hermanos y les dijo:


Los apóstoles, los demás líderes y todos los miembros de la Iglesia decidieron elegir a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía junto con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, a quien la gente también llamaba Barsabás, y a Silas que tenían un gran prestigio entre los hermanos.


Con ellos mandaron esta carta: «Nosotros, los apóstoles y los demás hermanos líderes saludamos a todos los hermanos no judíos que vivís en las regiones de Antioquía, Siria y Cilicia.


Hemos sabido que algunos de aquí han ido a veros, sin nuestra autorización, y os han confundido y desconcertado con sus enseñanzas.


La iglesia de Antioquía les dio lo necesario para el viaje, y de paso por las regiones de Fenicia y Samaría fueron contando a los hermanos que vivían allí que también los no judíos habían decidido convertirse. Al oír esta noticia, los cristianos judíos se alegraron mucho.


Además, como Judas y Silas tenían la capacidad de poder hablar de parte de Dios, conversaron detenidamente con los hermanos creyentes tranquilizándolos y animándolos mucho.


Pero algunos del grupo de los fariseos que se habían hecho seguidores de Jesús, dijeron: —A los no judíos que han creído en Jesús debemos exigirles que cumplan la ley de Moisés y se circunciden.


Cuando los miembros de la iglesia de Jerusalén lo oyeron, dieron gracias a Dios y dijeron a Pablo: —Hermano Pablo, como has podido ver, miles de judíos han creído en Jesús. Pero todos ellos siguen siendo fieles cumplidores de la ley.


Le hemos oído decir que Jesús de Nazaret destruirá el Templo, y que cambiará las costumbres que Moisés nos enseñó.


Catorce años después, regresé a Jerusalén. En esa ocasión me acompañaron Bernabé y Tito. Fui allí impulsado por una revelación y explicamos a los líderes principales de la Iglesia el mensaje que anuncio a los que no son judíos. Lo hice para estar seguro de que mi trabajo, el de antes y el de ahora, no resultase un esfuerzo inútil.


Gracias a lo que Cristo hizo, ya no importa si estamos circuncidados o no. Lo que sí importa es que creemos en él, y que esa fe se muestra en el amor a los demás.


Los que quieren obligaros a circuncidaros, solo desean quedar bien con la gente. No quieren sufrir por anunciar el mensaje de la cruz de Cristo.


No dejéis que nadie os critique por lo que coméis o bebéis, o porque no celebráis ciertas fiestas ni respetáis los días de luna nueva o de descanso.


Tened cuidado. No prestéis atención a los que quieren engañaros con ideas y razonamientos que parecen contener sabiduría, pero que solo son enseñanzas humanas. Esa gente obedece a los espíritus poderosos de este mundo, y no a Cristo.


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