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Hebreos 3:12 - Biblia Lenguaje Básico

12 ¡Cuidado, hermanos! No hagáis el mal, ni dejéis de creer en el Dios que vive para siempre, apartándoos de él.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

12 Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo;

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Biblia Nueva Traducción Viviente

12 Por lo tanto, amados hermanos, ¡cuidado! Asegúrense de que ninguno de ustedes tenga un corazón maligno e incrédulo que los aleje del Dios vivo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

12 Cuidado, hermanos, que no haya entre ustedes alguien de mal corazón y bastante incrédulo como para apartarse del Dios vivo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

12 Mirad pues hermanos, no sea que acaso haya en alguno de vosotros un corazón malo de incredulidad como para apartarse del Dios vivo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

12 Mirad, hermanos, que en ninguno de vosotros se halle un corazón malvado e incrédulo que lo aparte del Dios vivo;

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Hebreos 3:12
37 Referans Kwoze  

Y cuando a Dios le llegó tan grato aroma, tomó la siguiente decisión: «Aunque todo hombre y mujer solo piensan en hacer el mal desde su niñez, jamás volveré a maldecir la tierra por su culpa ni a destruir a los seres vivos como acabo de hacerlo.


Piden a Dios que los deje en paz y se niegan a obedecerlo.


Aunque el Dios todopoderoso había llenado sus casas de bienes ellos no se fiaban de él y pedían que los dejara tranquilos. No creyeron que él los castigaría. ¡Pero yo no pienso como ellos!


Me has recompensado por mi buena conducta; me has tratado como merece mi inocencia.


Hemos sido infieles a Dios y nos hemos alejado de él; hemos sido violentos y rebeldes, mentirosos y traicioneros.


Pero ellos no me han obedecido ni me han prestado atención. Al contrario, han seguido haciendo lo que les dictaba su malvado corazón. Por eso les he enviado los castigos anunciados en este pacto.


Pero diles que ellos son peores que sus antepasados, porque tampoco me obedecen e insisten en llevar a cabo sus planes malvados.


Así dice Dios: ¡Maldito quien confía en los humanos y busca apoyo en simples criaturas! ¡Maldito quien se aleja de mí!


El corazón humano es engañoso y no tienen remedio; ¿quién es capaz de conocerlo?


Ellos te dirán que no insistas, porque van a seguir viviendo como les dé la gana y van a seguir haciendo todo lo que les dicte su malvado corazón.


Vosotros, pueblo mío, habéis cometido dos pecados: me abandonasteis a mí, que soy una fuente de agua viva, y os hicisteis vuestros propios estanques, que no retienen el agua. Yo era vuestro guía, pero vosotros me rechazasteis. ¿Qué ganáis, israelitas, con confiar en el poder de Egipto o en el poder de Asiria? ¡Vosotros sois libres y no habéis nacido esclavos! ¿Por qué ahora os dejáis tratar así? Los soldados de Menfis y Tafnes han acabado con vuestros gobernantes. Lanzan rugidos, como leones, y destruyen el país; han quemado las ciudades y ya nadie vive en ellas.


Cuando llegue ese día, la ciudad de Jerusalén será conocida como «el trono de Dios». Todas las naciones vendrán a Jerusalén para adorarme, y ya no se dejarán llevar por los malos deseos de su necio corazón.


Pero vuestros antepasados no me obedecieron ni me prestaron atención; al contrario, fueron tercos y actuaron con maldad. Fue así como, en vez de mejorar, empeoraron.


Quizás así os arrepentiréis de haberme abandonado para adorar a todos esos ídolos.


Lo primero que Dios le dijo a Oseas fue lo siguiente: Vete, cásate con una prostituta y ten hijos con ella, porque los israelitas me han abandonado y se han comportado conmigo como las prostitutas.


Pedro contestó: —Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios que vive y da vida.


Jesús les respondió: —¡Cuidado! No os dejéis engañar.


¡Tened cuidado! Ya os he advertido de todo esto antes de que pase.


Por eso, tened cuidado y estad alerta, porque no sabéis cuándo volveré.


Tened cuidado, porque os entregarán a las autoridades y os golpearán en las sinagogas. Os llevarán ante los gobernadores y los reyes para que deis testimonio ante ellos de que sois mis discípulos.


Jesús les respondió: —¡Cuidado! No os dejéis engañar. Muchos vendrán y se harán pasar por mí, diciendo a la gente: «Yo soy el Mesías» o «Ya ha llegado la hora». Pero no les hagáis caso.


Si Dios rechazó a los judíos en general, también podría hacer lo mismo con vosotros.


Por eso, que nadie se sienta seguro de que no va a pecar, pues puede ser el primero en hacerlo.


Tened cuidado. No prestéis atención a los que quieren engañaros con ideas y razonamientos que parecen contener sabiduría, pero que solo son enseñanzas humanas. Esa gente obedece a los espíritus poderosos de este mundo, y no a Cristo.


Porque todos hablan de lo bien que nos recibisteis, y cuentan cómo dejasteis de adorar ídolos para adorar y servir al Dios vivo y verdadero.


¡Qué terrible debe ser que el Dios de la vida tenga que castigarnos!


Los que me son fieles en todo y han puesto su fe en mí vivirán para siempre. Pero si se acobardan y no me son fieles, dejaré de estar contento con ellos».


No dejéis que nadie se aleje de la gracia de Dios. Tampoco permitáis que nadie cause problemas en el grupo, porque sería como una planta venenosa que os haría mucho daño.


Sin embargo, vosotros os habéis acercado al monte Sion y a la ciudad del Dios que vive para siempre. Esa ciudad es la de Jerusalén, que está en el cielo, donde hay miles de ángeles que alaban a Dios


Tened cuidado con no rechazar a Dios, que os habla. Porque si los israelitas que lo rechazaron cuando les hablaba aquí en la tierra no se libraron del castigo, mucho menos nos libraremos nosotros cuando nos llama la atención desde el cielo.


Hermanos, Dios os ha llamado para que seáis su pueblo elegido. Por eso, pensad seriamente quién es Jesús: ¡Él es nuestro apóstol y nuestro Jefe de Sacerdotes!


Entonces me enfadé con ellos y lleno de indignación les hice ver que estaban equivocados al no obedecer mis mandamientos.


Y la verdad es que no pudieron entrar a Canaán y descansar, porque no tuvieron fe en Dios.


Pues si todo eso tiene poder, más poder tiene la sangre de Cristo. Porque por medio del Espíritu, que vive para siempre, Cristo se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio sin mancha ni pecado. Su sangre nos purifica, para que estemos seguros de que hemos sido perdonados, y para que podamos dar culto a Dios, que vive para siempre.


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