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Hebreos 12:2 - Biblia Lenguaje Básico

2 Pongamos, pues, toda nuestra atención en Jesús, que es quien fundamenta y perfecciona nuestra fe y quien soportó la vergüenza de morir clavado en una cruz porque sabía que, después de tanto sufrimiento, le esperaba una existencia feliz. Y, efectivamente, ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.

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Biblia Reina Valera 1960

2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe. Debido al gozo que le esperaba, Jesús soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que esta representaba. Ahora está sentado en el lugar de honor, junto al trono de Dios.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Levantemos la mirada hacia Jesús, que dirige esta competición de la fe y la lleva a su término. El escogió la cruz en vez de la felicidad que se le ofrecía; no tuvo miedo a la humillación, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 puestos los ojos en Jesús, el Autor y Consumador de la fe; el cual, por el gozo puesto delante de Él, soportó la cruz, y despreciando el oprobio, se ha sentado a la diestra del trono de Dios.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 fija nuestra mirada en el jefe iniciador y consumador de la fe: Jesús. El cual, a la vista de la dicha que se le presentaba, soportó la cruz, sin tomar en cuenta la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios.

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Hebreos 12:2
78 Referans Kwoze  

Salmo de David. Mi Dios le dijo a mi señor el rey: «Siéntate a la derecha de mi trono hasta que yo derrote a tus enemigos».


Dios mío, tú cumplirás en mí todo lo que has pensado hacer. Tu amor por mí no cambia; así pues, no me abandones ya que fuiste tú quien me creaste.


¡Qué mal les va a ir a los que buscan ayuda en Egipto confiando en sus muchos caballos y en sus carros de guerra, pero no acuden para nada a Dios ni confían en el Santo de Israel!


Venid a mí y yo os salvaré, pueblos que habitáis en lugares lejanos, porque yo soy Dios y no hay otro.


Todos lo despreciaban y rechazaban. Fue un hombre que sufrió el dolor y experimentó mucho sufrimiento. Todos evitábamos mirarlo; lo despreciamos y no hicimos caso de él.


Dios está enfadado con su pueblo, pero yo confío en su bondad, y en él he puesto mi esperanza.


Pero yo pondré mi confianza en Dios. Él es mi salvador, y sé que me escuchará.


Ese día haré que los descendientes de David y los habitantes de Jerusalén oren y lamenten al mirar al que atravesaron con una lanza. Y será tan grande su tristeza que llorarán como si hubieran perdido a su único hijo.


Y así sucedió. Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en un asta. Y cuando alguna serpiente mordía a alguien, esa persona miraba a la serpiente de bronce y se curaba.


Desde ese momento, Jesús comenzó a decirles a sus discípulos lo que le iba a pasar: —Tendré que ir a Jerusalén, y los líderes del país, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley me harán sufrir mucho. Allí van a matarme, pero tres días después resucitaré.


Yo mismo, el Hijo del hombre, soy así. No he venido a este mundo para que me sirvan, sino para servir a los demás. He venido para liberar a la gente que es esclava del pecado, y para lograrlo daré mi vida.


Cuando el Señor Jesús terminó de hablar con sus discípulos, subió al cielo y se sentó en el lugar de honor, al lado derecho de Dios.


Jesús les respondió: —Eso es verdad. Elías viene primero a preparar todas las cosas. Aunque también es cierto que las Escrituras dicen que el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser despreciado.


Enseguida el padre del muchacho exclamó: —Sí, yo tengo fe, pero ayúdame a tener más.


Los apóstoles dijeron al Señor: —Haz que nuestra fe sea mayor cada día.


Herodes y sus soldados trataron con desprecio a Jesús y, para burlarse de él, lo vistieron con un manto propio de un rey. Luego lo enviaron a Pilato.


¿No sabíais que el Mesías tenía que sufrir antes de entrar en su reino glorioso?


Al día siguiente, al ver que Jesús se acercaba, Juan dijo a los que estaban allí: —¡Aquí viene el Cordero de Dios. Por medio de él, Dios os perdonará todos los pecados.


Sabéis que si un grano de trigo cae en tierra y no muere, no produce nada. Pero si muere, da una cosecha abundante.


Pero, cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.


Jesús sabía que había venido de Dios y que ahora volvía a Dios, y conocía que el Padre le había dado todo el poder,


Porque mi Padre quiere que cuantos me vean a mí, que soy su Hijo, y crean en mí, tengan vida eterna; yo, entonces, los resucitaré cuando llegue el fin del mundo.


Abrahán, vuestro antepasado, se alegró mucho de pensar que vería el día en que yo vendría al mundo; lo vio, y le causó mucha alegría.


Israelitas, tenéis que reconocer, de una vez por todas, que a este mismo Jesús, al que clavasteis en una cruz, Dios le ha dado el poder y la autoridad que corresponde al Mesías.


Fue así como matasteis a Jesús, el único que podía daros vida eterna. Pero Dios ha hecho que Jesús resucite, y de ello nosotros somos testigos.


y ha hecho que Jesús se siente a la derecha de su trono, nombrándolo Jefe y Salvador, para que el pueblo de Israel deje de pecar y Dios le perdone sus pecados.


Los apóstoles salieron de la Junta Suprema muy contentos, porque Dios les había considerado dignos de sufrir por ser seguidores de Jesús.


Hay quienes piensan que hablar de la muerte de Cristo en la cruz es una tontería. Pero los que opinan así no se salvarán, pues viven haciendo el mal. Sin embargo, para los que sí van a salvarse, es decir, para nosotros, ese mensaje está apoyado en el poder de Dios.


Pero nosotros anunciamos que Jesús es el Mesías, ¡y que murió en la cruz! Para los judíos, esto es algo absurdo; y para los que no son judíos, es cosa de locos.


Por medio de su muerte en la cruz Cristo puso fin a la enemistad que había entre los dos grupos y los unió, formando así un solo pueblo que viviera en paz con Dios.


Debéis amar a los demás, como Cristo nos amó y se entregó a la muerte por nosotros como si fuera una ofrenda y un sacrificio de aroma agradable que se hace a Dios.


Dios empezó el buen trabajo en vosotros, y estoy seguro de que lo irá perfeccionando hasta el día en que Jesucristo vuelva.


Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo y esperamos que de allí vuelva nuestro Salvador, el Señor Jesucristo.


Sé que Dios es un juez justo y que, cuando juzgue a todos, me dará una corona como premio a mi obediencia. Y no solo a mí me la dará, sino también a todos los que esperan con ansias su regreso.


Dios nunca le dijo a ningún ángel: «Siéntate a la derecha de mi trono hasta que yo derrote a tus enemigos».


El Hijo de Dios nos muestra el poder y la grandeza de su Padre. El Hijo de Dios es igual en todo a su Padre y mediante su palabra poderosa hace que el universo siga existiendo. El Hijo de Dios logró que Dios perdonara nuestros pecados y después subió al cielo para sentarse a la derecha del trono de su Padre.


Porque, con un solo sacrificio, Jesucristo consiguió que Dios hiciera perfectos a todos los que eligió para ser parte de su pueblo.


A muchos de vosotros os insultaron y os maltrataron delante de la gente, y en otras ocasiones compartisteis los sufrimientos con quienes eran tratados así.


Muchos soportaron burlas, maltratos, cadenas y prisiones.


Pensad en el ejemplo de Jesús. Mucha gente pecadora se enfrentó a él y le hizo sufrir, pero él siguió adelante. Por eso vosotros no debéis rendiros ni desanimaros,


Por eso, también nosotros debemos salir fuera de la ciudad al encuentro de Jesús y compartir con él la vergüenza que le hicieron pasar al clavarlo en una cruz.


Así, una vez que Cristo hizo todo lo que Dios le mandó, se convirtió en el salvador que da vida eterna a todos los que le obedecen.


Esa ley no pudo hacer nada perfecto. Por eso, ahora confiamos en que Dios nos dé una esperanza mejor que nos permita acercarnos a él.


Lo más importante de lo que estamos diciendo es que tenemos un Jefe de sacerdotes que está en el cielo, sentado a la derecha del trono de Dios.


De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para que muchos seamos perdonados de nuestros pecados. Después él volverá por segunda vez, pero no para morir por nuestros pecados, sino para salvar a todos los que esperan su venida.


Hermanos míos, tenéis fe en nuestro poderoso Señor Jesucristo, así que no debéis tratar a unas personas mejor que a otras.


Antes de que Cristo viniera al mundo, su Espíritu enseñaba a los profetas lo que tendría que sufrir aquí en la tierra, y también les enseñaba toda la gloria que vendría después de tales sufrimientos.


Porque Cristo murió una vez y para siempre para perdonar nuestros pecados. Él era bueno e inocente y sufrió por los pecadores para llevaros a Dios. Como hombre mortal, padeció la muerte, pero como espíritu volvió a la vida.


quien subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios en el lugar más importante y gobierna a todos los ángeles y a todos los seres espirituales que tienen autoridad y poder.


Que el amor de Dios os proteja mientras esperáis que la misericordia de nuestro Señor Jesucristo os lleve a la vida eterna.


Esa voz me dijo: —Escribe en un libro lo que ves y envíalo a las siete iglesias de la provincia de Asia, es decir, a las iglesias de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea.


Al verlo, caí a sus pies como muerto. Pero él puso su mano derecha sobre mí y me dijo: —No tengas miedo. Yo soy el primero y el último.


Yo soy el principio y el fin —dice el Señor, que es Dios—, el que existe, siempre ha existido y está a punto de llegar, el que todo lo puede.


Escribe al ángel de la iglesia de Esmirna: Yo soy el primero y el último, el que había muerto, pero ha resucitado. Escucha bien lo que te voy a decir:


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