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Hebreos 1:3 - Biblia Lenguaje Básico

3 El Hijo de Dios nos muestra el poder y la grandeza de su Padre. El Hijo de Dios es igual en todo a su Padre y mediante su palabra poderosa hace que el universo siga existiendo. El Hijo de Dios logró que Dios perdonara nuestros pecados y después subió al cielo para sentarse a la derecha del trono de su Padre.

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Biblia Reina Valera 1960

3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 El Hijo irradia la gloria de Dios y expresa el carácter mismo de Dios, y sostiene todo con el gran poder de su palabra. Después de habernos limpiado de nuestros pecados, se sentó en el lugar de honor, a la derecha del majestuoso Dios en el cielo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 El es el resplandor de la Gloria de Dios y en él expresó Dios lo que es en sí mismo. El, cuya palabra poderosa mantiene el universo, también es el que purificó al mundo de sus pecados, y luego se sentó en los cielos, a la derecha del Dios de majestad.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 quien siendo el resplandor de su gloria y la imagen misma de su ser, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de los° pecados,° se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha de la Majestad en las alturas,

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Hebreos 1:3
42 Referans Kwoze  

¡Dios mío, a ti te pertenecen la grandeza y el poder, la gloria, el dominio y la majestad! Porque todo lo que existe es tuyo. ¡Tú reinas sobre todo el universo!


¡Del norte viene un brillante resplandor! ¡Es Dios con todo su poder!


Salmo de David. Mi Dios le dijo a mi señor el rey: «Siéntate a la derecha de mi trono hasta que yo derrote a tus enemigos».


Tú has dicho: «Cuando yo lo decida, juzgaré con justicia.


Entonces el sacerdote presentará uno como ofrenda para el perdón de pecados, y el otro lo quemará en mi honor. Este será el rito de purificación delante de mí por el paciente.


Cuando vengan los asirios para invadir nuestro país y quieran ocupar nuestros palacios, ese rey nos librará de ellos y nos hará vivir en paz. Valiéndose de sus jefes y capitanes, someterá a Asiria con la espada y nos librará de los asirios —habitantes de Nemrod— cuando estos intenten invadirnos.


—Maestro, Moisés escribió que si un hombre muere sin tener hijos con su mujer, el hermano de ese hombre debe casarse con la viuda y tener hijos con ella. De acuerdo con la Ley, esos hijos pertenecen al hermano muerto y llevarán su nombre.


Cuando el Señor Jesús terminó de hablar con sus discípulos, subió al cielo y se sentó en el lugar de honor, al lado derecho de Dios.


Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Vimos el poder que le pertenece como Hijo único del Padre, que le ha llenado de gracia y de verdad.


Al día siguiente, al ver que Jesús se acercaba, Juan dijo a los que estaban allí: —¡Aquí viene el Cordero de Dios. Por medio de él, Dios os perdonará todos los pecados.


De la Palabra nace la vida, y ella, que es la vida, es también luz para la humanidad,


Luego Dios lo llevó al cielo, lo sentó a su derecha y le concedió derramar sobre nosotros el Espíritu Santo que nos había prometido. ¡Y esto es lo que estáis viendo y oyendo!


Entonces Esteban exclamó: —Veo el cielo abierto. Y veo también a Jesús, el Hijo del hombre, de pie en el lugar de honor.


No me da vergüenza anunciar esta buena noticia. Gracias al poder de Dios, todos los que la escuchan y creen en Jesús son salvos; no importa si son judíos o no lo son.


¿podrá alguien castigarlos? ¡De ninguna manera, pues Jesucristo murió por ellos! Es más, Jesucristo resucitó, y ahora está a la derecha de Dios, rogando por nosotros.


La buena noticia nos habla de la grandeza de Cristo, y Cristo a su vez nos muestra la grandeza de Dios. Ese mensaje brilla como la luz; pero los que no creen no pueden verla, porque Satanás no les deja.


Ya que habéis resucitado juntamente con Cristo, interesaos por las cosas del cielo, donde Cristo gobierna junto a Dios.


Él quiso morir para rescatarnos de todo lo malo y para purificarnos de nuestros pecados, haciendo de nosotros su pueblo, un pueblo deseoso de hacer el bien.


Dios nunca le dijo a ningún ángel: «Siéntate a la derecha de mi trono hasta que yo derrote a tus enemigos».


Pero Jesucristo ofreció a Dios un solo sacrificio para siempre y así alcanzó el perdón de nuestros pecados. Luego «se sentó a la derecha del trono de Dios»


Pongamos, pues, toda nuestra atención en Jesús, que es quien fundamenta y perfecciona nuestra fe y quien soportó la vergüenza de morir clavado en una cruz porque sabía que, después de tanto sufrimiento, le esperaba una existencia feliz. Y, efectivamente, ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.


Jesús es el Hijo de Dios y es nuestro gran Jefe de los sacerdotes, que ha subido al cielo. Por eso debemos mantenernos firmes en la fe que creemos.


Jesús no es como los otros sacerdotes, que todos los días tienen que matar animales para ofrecérselos a Dios y pedirle perdón primero por sus propios pecados y luego por los pecados del pueblo. Por el contrario, cuando Jesús murió por nuestros pecados, ofreció su vida una sola vez y para siempre.


Lo más importante de lo que estamos diciendo es que tenemos un Jefe de sacerdotes que está en el cielo, sentado a la derecha del trono de Dios.


Este nuevo pacto es como un testamento. Si la persona que hace un testamento no ha muerto todavía, ese documento aún no sirve de nada.


Si Cristo hubiera tenido que hacer lo mismo, debería haber muerto muchas veces desde que Dios creó el mundo. Pero lo cierto es que ahora, cuando ya se acerca el fin, Cristo se ha manifestado de una vez y para siempre. Lo ha hecho así para ofrecerse como sacrificio por el cual Dios nos perdona nuestros pecados.


Gracias a Cristo, vosotros creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio un lugar de honor en su reino. De esta manera vuestra fe y vuestra esperanza tienen en Dios un firme apoyo.


quien subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios en el lugar más importante y gobierna a todos los ángeles y a todos los seres espirituales que tienen autoridad y poder.


Cuando os hablábamos acerca del regreso lleno de poder de nuestro Señor Jesucristo, no estábamos inventando una historia, ya que con nuestros propios ojos vimos el gran poder de nuestro Señor.


Nosotros estábamos allí cuando Jesús recibió de Dios Padre un gran honor y gloria. Y allí mismo, en el monte sagrado, oímos la grandiosa voz de Dios que decía: «Este es mi Hijo. Yo lo amo mucho y estoy muy contento con él».


Pero si vivimos en la luz, como Dios vive en la luz, nos mantendremos unidos como hermanos y Dios perdonará nuestros pecados por medio de la sangre de su Hijo Jesús.


Sabéis que Jesucristo vino al mundo para quitar los pecados del mundo y que en él no hay ni puede haber pecado.


Al Dios único, que es nuestro Salvador, corresponde la gloria, la majestad, el poder y la autoridad. Así se lo reconocemos por medio de Jesucristo, el Señor, ahora y por siempre. Amén.


A los que salgan vencedores haré que reinen conmigo, igual que yo he vencido y ahora reino con mi Padre.


—Señor y Dios nuestro: tú mereces que te alaben, que te llenen de honores y que admiren tu poder. Porque tú creaste todo lo que existe; gracias a ti, todo fue creado.


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