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Génesis 47:18 - Biblia Lenguaje Básico

18 Pero al año siguiente fueron a verlo de nuevo y le dijeron: —Señor, sabes bien que ya no tenemos dinero y que nuestros animales han pasado a ser de tu propiedad. Ya no tenemos nada que ofrecerte a cambio de comida, a no ser nuestras tierras y nosotros mismos.

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Biblia Reina Valera 1960

18 Acabado aquel año, vinieron a él el segundo año, y le dijeron: No encubrimos a nuestro señor que el dinero ciertamente se ha acabado; también el ganado es ya de nuestro señor; nada ha quedado delante de nuestro señor sino nuestros cuerpos y nuestra tierra.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

18 Entonces ese año llegó a su fin. Al año siguiente, ellos acudieron nuevamente a José y le dijeron: «No podemos ocultarle la verdad, señor. Se nos acabó el dinero, y todas nuestras manadas de animales son suyas. Ya no nos queda nada para entregarle, excepto nuestro cuerpo y nuestras tierras.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

18 Al año siguiente volvieron donde él diciendo: 'No podemos ocultar a nuestro señor que se nos ha terminado el dinero, y que los ganados ya son todos suyos. Tan sólo nos quedan nuestros cuerpos y nuestras tierras.

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La Biblia Textual 3a Edicion

18 Finalizado aquel año, acudieron a él el segundo año, y le dijeron: No ocultamos a nuestro señor que, puesto que la plata se ha acabado, y también el ganado es de nuestro señor, nada queda delante de nuestro señor sino nuestro cuerpo y nuestro suelo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

18 Acabado aquel año, presentáronse de nuevo al año siguiente y le dijeron: 'No se le oculta a mi señor que el dinero se ha acabado, y que la posesión del ganado ha pasado a mi señor; no queda, pues, a disposición de mi señor más que nuestros cuerpos y nuestras tierras:

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Génesis 47:18
4 Referans Kwoze  

Los egipcios le llevaron caballos, ovejas, cabras, vacas y burros y, a cambio de ellos, José les proporcionó alimentos durante todo ese año.


Cómpranos, pues, nuestras tierras y acéptanos como esclavos del faraón; pero danos de comer y proporciónanos semilla, para que sembremos la tierra. Así no moriremos y nuestras tierras no quedarán convertidas en un desierto.


Un día, cuando el rey de Israel paseaba sobre la muralla que rodeaba la ciudad, una mujer le gritó: —¡Majestad, ayúdame!


—Majestad, esta gente está tratando a Jeremías con mucha crueldad. Lo han echado en el pozo, y allí se va a morir de hambre, pues ya no hay pan en la ciudad.


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