8 Como podéis ver, no fuisteis vosotros los que me enviasteis aquí, sino que fue Dios quien me trajo. Él me ha convertido en amo y señor de todo Egipto, y en consejero del faraón.
8 Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto.
8 Por lo tanto, fue Dios quien me envió a este lugar, ¡y no ustedes! Y fue él quien me hizo consejero del faraón, administrador de todo su palacio y gobernador de todo Egipto.
8 No han sido ustedes, sino Dios quien me envió aquí; El me ha hecho familiar de Faraón, administrador de su palacio, y gobernador de todo el país de Egipto.
8 Así que, no me enviasteis vosotros acá, sino ’Elohim. Y Él me ha puesto como un padre para Faraón y señor de toda su casa y gobernador en toda la tierra de Egipto.
8 Así pues, no fuisteis vosotros los que me enviasteis acá, sino Dios, que me ha puesto como padre del Faraón, como señor de toda su casa, y como soberano de toda la tierra de Egipto.
Pero no os preocupéis ni os reprochéis nada. En los dos años anteriores no ha habido comida en toda esta región, y todavía faltan cinco años en que nadie va a sembrar ni a cosechar nada. Pero Dios me envió aquí antes que a vosotros, para que, de una manera admirable, os salve la vida a vosotros y a vuestros hijos.
No fuisteis vosotros los que me elegisteis; fui yo quien os eligió a vosotros. Os he escogido para que vayáis y deis fruto y ese fruto sea duradero. Así, mi Padre os dará lo que le pidáis en mi nombre.
Así que la elección de Dios no depende de que alguien quiera ser elegido o se esfuerce por serlo. Más bien, depende de que Dios se muestre compasivo con él.
Entonces Micaías le dijo: —Quédate conmigo y serás mi sacerdote y consejero. A cambio, yo te daré diez monedas de plata al año, además de ropa y comida.