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Génesis 43:23 - Biblia Lenguaje Básico

23 El mayordomo los tranquilizó: —No os preocupéis, que todo está en orden. Yo recibí el dinero que pagasteis. Debió ser vuestro Dios y el Dios de vuestro padre el que puso en vuestros sacos ese regalo. Luego hizo que trajeran a Simeón

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Biblia Reina Valera 1960

23 Él les respondió: Paz a vosotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales; yo recibí vuestro dinero. Y sacó a Simeón a ellos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

23 —Tranquilos, no tengan miedo —les dijo el administrador—. El Dios de ustedes, el Dios de su padre, debe de haber puesto ese tesoro en sus costales. Me consta que recibí el pago que hicieron. Después soltó a Simeón y lo llevó a donde estaban ellos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

23 El mayordomo les dijo: 'Quédense tranquilos y no tengan miedo. El Dios de ustedes y el Dios de su padre les ha puesto ese tesoro en sus bolsas, pues yo recibí toda su plata. Y en seguida les devolvió a Simeón.

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La Biblia Textual 3a Edicion

23 Y él respondió: Paz a vosotros, no temáis. Vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio un tesoro escondido en vuestros costales, vuestra plata llegó a mí. Y les sacó a Simeón.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

23 'Estad tranquilos -dijo aquél-; no temáis. Vuestro Dios y el Dios de vuestro padre es quien puso ese tesoro en vuestros sacos. Yo recibí ya vuestro dinero'. Y les sacó a Simeón.

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Génesis 43:23
17 Referans Kwoze  

Entonces José se apartó de ellos y se echó a llorar. Luego regresó adonde estaban y, después de hablarles, ordenó delante de ellos que metieran preso a Simeón.


—¡Me han devuelto mi dinero! ¡Miradlo, aquí está, dentro del saco! Al ver esto, todos ellos se asustaron y empezaron a temblar de miedo, mientras se preguntaban: —¿Qué es lo que Dios está haciendo con nosotros?


Entonces su padre les dijo: —¡Me vais a dejar sin hijos! José ya no está con nosotros; Simeón, tampoco; ¡y ahora queréis llevaros también a Benjamín! ¡Todo esto acabará por matarme!


Que el Dios todopoderoso haga que ese hombre tenga compasión de vosotros, y deje que Benjamín y su otro hermano regresen con vosotros. En cuanto a mí, si he de perder a todos mis hijos, tendré que aceptarlo.


Al verlos, David salió a su encuentro y les dijo: —Si vuestras intenciones son buenas y venís para ayudarme, acepto de todo corazón que os unáis a mi tropa; pero si lo que queréis es traicionarme y entregarme a mis enemigos, siendo así que yo no soy ningún criminal, que el Dios de nuestros antepasados lo vea y os castigue.


Entonces el espíritu de Dios se apoderó de Amasay, jefe de los treinta soldados más valientes del ejército de David, y lo hizo exclamar: ¡Somos de los tuyos, David; estamos contigo, hijo de Jesé! ¡Que la paz te acompañe y acompañe a quienes te ayudan! ¡Es tu Dios quien te hace triunfar! David los recibió e incluso los nombró jefes de la tropa.


El rey les envió esta respuesta: «Saludos del Rey al gobernador Rejún, al secretario Simsay, y a todos sus colegas que viven en Samaría y en el resto de la provincia al oeste del río Éufrates.


Cuando lleguéis a alguna casa, saludad a todos los que vivan allí, deseando que les vaya bien.


Los dos todavía estaban contando lo que les había pasado cuando Jesús se presentó en medio de todos y los saludó diciendo: —¡Recibid la paz de Dios!


Os doy la paz. Pero no es una paz como la que se desea en el mundo. No viváis con angustia ni tengáis miedo.


En el atardecer de ese mismo día, los discípulos estaban reunidos en una casa. Tenían las puertas bien cerradas, por miedo de los líderes judíos. Jesús entró, se puso en medio de ellos y los saludó diciendo: —Que la paz esté con vosotros.


Jesús los saludó de nuevo diciendo: —¡Que la paz esté con vosotros! Luego añadió: —Como mi Padre me envió, así también yo os envío a vosotros.


Ocho días después, los discípulos estaban reunidos otra vez en la casa. Tomás estaba con ellos. Las puertas estaban bien cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos, y los saludó diciendo: —¡Que la paz esté con vosotros!


Entonces el anciano le dijo: —¡Pero no podéis pasar la noche en la plaza! ¡En mi casa seréis bienvenidos! ¡Yo os proporcionaré todo lo que necesitéis!


Pero Dios le dijo: —Recibe mi paz y no tengas miedo, porque no vas a morir.


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