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Génesis 37:34 - Biblia Lenguaje Básico

34 Allí mismo Jacob rasgó su ropa en señal de tristeza, se vistió de luto y, durante mucho tiempo, lloró por la muerte de su hijo.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

34 Entonces Jacob rasgó sus vestidos, y puso cilicio sobre sus lomos, y guardó luto por su hijo muchos días.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

34 Entonces Jacob rasgó su ropa y se vistió de tela áspera, e hizo duelo por su hijo durante mucho tiempo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

34 Jacob desgarró sus vestidos, se vistió con un sayal, e hizo duelo por su hijo durante muchos días.

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La Biblia Textual 3a Edicion

34 Entonces Jacob rasgó sus ropas, puso tela de saco en sus lomos e hizo duelo por su hijo durante muchos días.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

34 Entonces Jacob rasgó sus vestiduras, se vistió de saco e hizo duelo por su hijo muchos días.

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Génesis 37:34
32 Referans Kwoze  

Cuando Rubén regresó y vio que José ya no estaba en el pozo, rasgó su ropa en señal de tristeza;


A lo que Jacob respondió: —No dejaré que mi hijo vaya con vosotros. Su hermano está muerto, y solo me queda él. Si algo llega a pasarle en este viaje, me moriré de pena.


Cuando los hermanos de José vieron esto, se llenaron de miedo y rasgaron sus ropas en señal de dolor; luego volvieron a cargar los sacos en sus burros y regresaron a la ciudad.


De nuevo David le preguntó: —¿De dónde dices que eres? Él respondió: —Soy hijo de un amalecita que vino a vivir en Israel. Entonces David le dijo: —¿Y cómo te atreviste a rematar a quien Dios eligió como rey de su pueblo? Tú mismo reconoces tu culpa al decir: «Yo maté al elegido de Dios». Enseguida ordenó David a uno de sus oficiales que diera muerte al amalecita, y así lo hizo el oficial. A continuación David y todos los que estaban con él, rasgaron sus ropas para mostrar su tristeza por la muerte de Saúl y Jonatán y por la de todos los israelitas caídos en el campo de batalla. Luego rompieron a llorar y ayunaron durante todo el día.


Luego David dijo a Joab y a todos los que estaban con él: —Rasgad la ropa que lleváis puesta, vestíos con ropas ásperas y llorad por Abner. Abner fue enterrado en Hebrón. El día que lo enterraron, el propio rey David iba detrás del féretro. El rey y toda la gente lloraban desconsoladamente ante la tumba de Abner. Y el rey entonó esta lamentación: «¿Por qué ha tenido Abner que morir de forma tan absurda? Si no tenías las manos atadas ni los pies encadenados, ¿por qué tuviste que morir asesinado?». La gente no dejaba de llorar por Abner,


Sus oficiales le dijeron: —Hemos oído que los reyes de Israel son compasivos. Nos vestiremos con ropas usadas y nos pondremos una cuerda alrededor del cuello; luego nos presentaremos ante el rey de Israel y le pediremos que te perdone la vida.


Cuando el rey Ezequías escuchó el mensaje de Senaquerib, se puso muy triste y, para mostrarlo, rasgó su ropa, se puso ropa áspera y se fue al Templo.


Eliseo lo vio y gritó: —¡Padre mío! ¡Padre mío! Has sido más valioso para Israel que un poderoso ejército. Después de esto no volvió a ver a Elías. Entonces Eliseo tomó su ropa y la rompió en dos para mostrar su tristeza.


Y cuando el rey escuchó lo que decía el libro, se impresionó tanto que rasgó su ropa.


Efraín, su padre, lloró y guardó luto por ellos durante mucho tiempo, y sus familiares vinieron a consolarlo.


El día veinticuatro del mes de Etanim, los israelitas se reunieron y convocaron un día de ayuno. Para demostrar su arrepentimiento, se vistieron con ropas ásperas y se echaron tierra sobre la cabeza.


En cuanto Job oyó esto, se puso de pie y rasgó su ropa en señal de dolor; luego se rasuró la cabeza y se inclinó hasta el suelo en actitud de adoración,


Me vestí con ropas ásperas, y hundí mi frente en el polvo.


Ya cerca de donde vivía Job, lo vieron de lejos, pero era tal su estado que no lo reconocieron. Comenzaron entonces a llorar y a lamentarse a gritos. Rasgaron su ropa y se echaron ceniza sobre la cabeza para mostrar su tristeza.


Si me aflijo ayunando, tengo que aguantar sus insultos;


Temblad, pues, vosotras, mujeres irresponsables, que vivís tan tranquilas. Quitaos esos vestidos y poneos ropas ásperas en señal de dolor.


Después Eliaquín, Sobná y Joaj rasgaron su ropa en señal de angustia, y fueron a contarle al rey Ezequías lo que había dicho el oficial asirio.


El rey y los jefes escucharon las palabras escritas en el libro, pero ni les hicieron sentir miedo ni se mostraron arrepentidos.


No hay un solo hombre en Moab que no se haya rapado la cabeza ni se haya afeitado la barba. Todos se visten de luto y se hacen heridas en las manos.


Arrepentíos y convertíos a mí, pero hacedlo de todo corazón, y no solo de palabra. Yo soy compasivo y bondadoso, y no me enfurezco fácilmente; yo os amo con todo mi corazón y estoy dispuesto a perdonaros.


—Habitantes de Corazín, ¡qué mal vais a acabar! ¡Y también los que vivís en Betsaida! Si los milagros ocurridos entre vosotros se hubieran hecho en las ciudades de Tiro y de Sidón, hace tiempo que los que viven allí habrían cambiado su manera de vivir. Se habrían vestido con ropas ásperas y se habrían echado ceniza en la cabeza para mostrar su arrepentimiento.


Al escuchar esto, el jefe de los sacerdotes rasgó sus ropas para mostrar su enfado, y dijo: —¡Ha insultado a Dios! Ya no necesitamos más pruebas. Dice que él es Dios. ¿Qué os parece? —¡Que muera! —contestaron todos.


Cuando Bernabé y Pablo se dieron cuenta de lo que pasaba, se rasgaron la ropa para mostrar su rechazo, se pusieron en medio de todos y gritaron:


Josué y los jefes de los israelitas se acercaron al Arca de Dios, rasgaron su ropa y se echaron ceniza sobre la cabeza para mostrar su gran tristeza. Luego se inclinaron hasta tocar el suelo con su frente, y así permanecieron hasta que anocheció.


Entonces yo enviaré a dos testigos en mi nombre para que anuncien mi verdadero mensaje; los enviaré vestidos con ropa áspera y así estarán durante esos tres años y medio.


así que se llenó de tristeza al verla, y rasgó sus ropas como señal de su desesperación. Le dijo: —¡Ay, hija mía! ¡Qué tristeza me da verte! Y eres tú quien me causa este gran dolor, porque hice una promesa a Dios y tengo que cumplirla.


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