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Gálatas 2:7 - Biblia Lenguaje Básico

7 Ellos comprendieron que a Pedro se le había encargado anunciar la buena noticia a los judíos y a mí anunciarla a todos los que no lo son.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

7 Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 Al contrario, ellos comprendieron que Dios me había dado la responsabilidad de predicar el evangelio a los gentiles tal como le había dado a Pedro la responsabilidad de predicar a los judíos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 Por el contrario, reconocieron que a mí me había sido encomendada la evangelización de los pueblos paganos, lo mismo que a Pedro le había sido encargada la evangelización de los judíos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 Al contrario, viendo que me había sido confiado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 Al contrario, viendo que se me había confiado a mí la evangelización de los no circuncidados, como a Pedro la de los circuncisos

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Gálatas 2:7
20 Referans Kwoze  

Toda la asamblea guardó silencio. Luego, escucharon también a Bernabé y a Pablo, quienes contaron las maravillas y los milagros que Dios había hecho por medio de ellos entre los no judíos.


Pero los judíos se pusieron en contra de Pablo y no paraban de insultarlo, Pablo se sacudió el polvo de su ropa en señal de rechazo y les dijo: —Si Dios os castiga, la culpa será vuestra y no mía. De ahora en adelante me dedicaré a los que no son judíos.


Finalmente, Pablo les dijo: —¡Sabed que Dios ha ofrecido su salvación también a los que no son judíos! ¡Ellos sí escucharán!


Sin embargo, el Señor le dijo: —Tú vete, porque yo he elegido a ese hombre para que hable de mí ante extranjeros y reyes, y ante el pueblo de Israel.


Jesús me concedió su gracia y me eligió para que le sirva como apóstol, pues quiere que todo el mundo le obedezca y crea en él.


Lo que voy a decir ahora es para vosotros, los que no sois judíos. Dios me ha enviado para trabajar entre vosotros, y para mí esa tarea es muy importante.


No puedo esperar que se me pague por anunciar la buena noticia, pues no lo hago por propia iniciativa, sino que se me ordenó hacerlo.


Tres años después, fui a Jerusalén para conocer a Pedro y solo estuve quince días con él.


Dios os llamó y, por medio de Cristo, os mostró su gracia. Por eso, casi no puedo creer que, en tan poco tiempo, hayáis dejado de obedecer a Dios y que hayáis aceptado un mensaje diferente de esta buena noticia.


Cuando Pedro vino a la ciudad de Antioquía, me enfrenté a él y le dije que no estaba bien lo que hacía.


Como esa conducta iba en contra del verdadero mensaje de la buena noticia, hablé con Pedro delante de todos los miembros de la iglesia de Antioquía y le dije: «Tú, que eres judío, has estado viviendo como si no lo fueras. ¿Por qué, entonces, quieres ahora obligar a los que no son judíos a vivir como si lo fueran?».


Santiago, Pedro y Juan, que eran considerados los líderes más importantes de la Iglesia, se dieron cuenta de que Dios me había dado esa misión. Entonces quedamos de acuerdo en que Bernabé y yo anunciaríamos la buena noticia a los que no son judíos y que ellos la anunciarían a quienes sí lo son. Y, para mostrarnos que estaban de acuerdo, nos dieron la mano.


Al contrario, Dios nos aprobó y nos encargó anunciar la buena noticia, y eso es lo que hacemos. No tratamos de agradar a nadie más que a Dios, pues él examina todo lo que sentimos y pensamos.


del maravilloso mensaje que el bendito Dios me ha encargado enseñar.


Dios me envió a anunciar esta buena noticia a los que no son judíos. Debo enseñarles la verdad y lo que significa creer en Dios. ¡Aseguro que no estoy mintiendo, sino que digo la verdad!


Dios me nombró apóstol para anunciar y enseñar a las naciones la buena noticia.


Recordad que nuestro Señor Jesucristo nos trata con paciencia, para que podamos salvarnos. Ya nuestro querido compañero Pablo os ha escrito acerca de esto con la sabiduría que Dios le ha dado.


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