17 Así ha dicho Jehová: En esto conocerás que yo soy Jehová: he aquí, yo golpearé con la vara que tengo en mi mano el agua que está en el río, y se convertirá en sangre.
17 por lo tanto, esto dice el Señor: ‘Te mostraré que yo soy el Señor’. ¡Mira! Con esta vara que tengo en la mano golpearé el agua del Nilo, y el río se convertirá en sangre.
17 Ahora dice YHVH: En esto conocerás que Yo soy YHVH: He aquí golpearé con la vara que tengo en la mano sobre las aguas que están en el Nilo, y se convertirán en sangre,°
17 Pero he aquí lo que dice Yahveh: en esto conocerás que yo soy Yahveh. Con el cayado que tengo en mi mano golpearé las aguas del Nilo, y se convertirán en sangre.
Un profeta de Dios fue a ver al rey de Israel y le dijo: —Dios te hace saber lo que andan diciendo los sirios. Según ellos el Dios de Israel solo reina en las montañas y no en la llanura. Pues bien, para que sepáis que vuestro Dios es el único Dios, os va a dar la victoria sobre este gran ejército sirio.
Así podrás contarles a tus hijos y a tus nietos cómo castigué a los egipcios y los prodigios que hice en medio de ellos. Así sabrán que yo soy el Dios de los israelitas.
—Si después de ver estas dos señales no te creen ni te obedecen, vete al río Nilo, saca agua de allí y derrámala por el suelo. Enseguida el agua se convertirá en sangre.
Pero el faraón contestó: —¿Y quién es ese Dios? ¿Por qué tendría yo que obedecerlo? ¡No conozco a ningún Dios de los israelitas, ni tampoco voy a dejar que os vayáis!
En adelante vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios. Así sabréis que yo soy el Señor, vuestro Dios, el que os libró de ser esclavos de los egipcios.
Moisés y Aarón hicieron todo lo que Dios les ordenó. Aarón alzó su vara delante del faraón y de sus consejeros, y golpeó el agua del río Nilo. Al instante el agua se convirtió en sangre;
Es tanta mi ira que los castigaré duramente. ¡Mi venganza contra ellos será terrible! Así que cuando descargue mi venganza, tendrán que reconocer que yo soy el Dios de Israel.
Egipto quedará convertida en desierto, en un montón de ruinas. Solo entonces reconocerán que yo soy el Dios de Israel. Tú, rey de Egipto, piensas que el río Nilo te pertenece, y que tú mismo lo hiciste.
El árbol grande y poderoso que viste en tu sueño eres tú mismo. Te has hecho tan poderoso que tu grandeza ha llegado hasta el cielo. Y así como el árbol tenía ramas verdes que servían de refugio a los animales del campo y anidaban los pájaros del cielo, y todos comían de su fruta, así también tu poder, oh rey, se ha extendido por toda la tierra y tu grandeza ha crecido hasta llegar a lo alto del cielo.
Ante ti, nada podemos hacer los que vivimos en la tierra. Tú haces lo que quieres con los ejércitos del cielo y con los habitantes del mundo. Nadie puede oponerse a ti, ni pedirte cuentas por lo que haces.
y ya no pudo seguir viviendo entre la gente; se comportaba como un animal, vivía entre asnos salvajes, comía hierba como los toros, y se empapaba con el rocío del cielo. Así vivió hasta que reconoció que solo el Dios altísimo reina sobre todas las naciones, y que solo él decide quién puede ser rey.
sino que te has rebelado contra el Dios del cielo y has mandado traer las copas del Templo de Dios, y en ellas has bebido tú, majestad, junto con todos tus invitados y todas tus mujeres. Para colmo, en lugar de adorar al Dios que te hizo y que tiene poder sobre tu vida, has adorado a sus dioses. ¡Esos dioses no pueden ver ni oír ni pensar, pues están hechos de metal, madera y piedra!
Ellos tienen poder para hacer que no llueva durante los tres años y medio en que llevarán a cabo su misión profética. También tienen poder para hacer que el agua se vuelva sangre y para hacer que la gente de este mundo sufra toda clase de desgracias. Y pueden hacerlo cuantas veces quieran.
El segundo ángel tocó la trompeta y fue lanzado al mar algo parecido a una gran montaña envuelta en llamas. Entonces, la tercera parte del mar se convirtió en sangre,