El ejército de Ozías era muy poderoso, pues tenía un gran número de soldados, estaba bien organizado y tenía las mejores armas. El comandante Jananías ordenó al secretario Jejiel y al siervo Maasías que hicieran una lista de los soldados. Según esa lista, el ejército estaba organizado en varios grupos militares, y contaba con dos mil seiscientos cabezas de familias al mando de trescientos siete mil quinientos soldados fuertes y valientes, dispuestos a defender en todo momento al rey contra sus enemigos. Todos ellos estaban armados con escudos, lanzas, cascos, armaduras, arcos y hondas que Ozías mandó hacer. Además, Ozías ordenó a personas especializadas construir máquinas que pudieran disparar flechas y piedras grandes. Ellos las construyeron y las colocaron en las torres y en las esquinas de la muralla de Jerusalén. Dios hizo tan poderoso a Ozías que su fama se extendió por todas partes.