4 Cuando el Señor vio que Moisés se acercaba para observar mejor, Dios lo llamó desde el medio de la zarza: —¡Moisés! ¡Moisés! —Aquí estoy —respondió él.
Algunos años después, Dios quiso ver si Abrahán estaba dispuesto a obedecerle, así que lo llamó y le dijo: —¡Abrahán! Respondió Abrahán: —Aquí estoy. Entonces Dios le dijo: —Toma a Isaac, tu único hijo, a quien tanto amas, dirígete a la región de Moriá, al monte que te voy a enseñar, y ofrécemelo allí en sacrificio.
No pongáis vuestra confianza en el dinero mal ganado; no os hagáis ilusiones con el fruto de vuestros robos. Aunque lleguéis a ser ricos, no pongáis vuestra confianza en el dinero.
Un día, Moisés subió al monte Sinaí para encontrarse con Dios. Cuando llegó a la parte más alta, Dios lo llamó y le dijo: —Di de mi parte a los israelitas lo siguiente:
Moisés dijo a Dios: —Tú me ordenaste guiar a este pueblo, pero no me dijiste quién me ayudaría a hacerlo. También me dijiste que me amas y que confías en mí.
—Haz esto mismo delante de los jefes de Israel. Cuando ellos vean que la vara se convierte en serpiente, creerán que verdaderamente me has visto a mí, que soy el Dios de sus antepasados, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob.
Un día, a eso de las tres de la tarde, Cornelio tuvo una visión, en la que claramente veía que un ángel de Dios llegaba adonde él estaba y le llamaba por su nombre.
Que la tierra produzca sus mejores frutos para ti y tú, el primero entre tus hermanos, cuentes siempre con la bendición del Dios que se apareció en la zarza.
Pero Dios volvió a llamarlo: —¡Samuel, Samuel! Él se levantó y fue de nuevo adonde estaba Elí. —Aquí estoy —le dijo. ¿En qué puedo servirte? Elí le respondió: —Yo no te he llamado, hijo mío. Anda, vuelve a acostarte.
Por tercera vez Dios lo llamó: —¡Samuel, Samuel! Samuel se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: —Aquí estoy. ¿En qué puedo servirte? En ese momento Elí comprendió que era Dios quien llamaba al niño,