Además, decían: —Somos de la misma raza que nuestros compatriotas, y nuestros hijos tienen los mismos derechos que los de ellos. Sin embargo, vamos a tener que vender a nuestros hijos como esclavos. La verdad es que algunas de nuestras hijas ya lo son y no hemos podido hacer nada para evitarlo, porque nuestros campos y viñedos ya pertenecen a otros.
Si el que la compra no la quiere como esposa, porque no le gusta, deberá permitir que alguien pague por su rescate, pero no podrá vendérsela a ningún extranjero.