Entonces Dios le dijo: —Sal de la cueva y permanece en pie delante de mí, en la montaña. En aquel momento Dios pasó por allí y, al pasar, sopló un viento muy fuerte que estremeció la montaña, y las piedras se hicieron pedazos. Pero Dios no estaba en el viento. Después del viento vino un terremoto. Pero Dios no estaba en el terremoto.
Después bajaste al monte Sinaí, y hablaste desde el cielo a nuestros antepasados. Allí les diste tus mandamientos por medio de Moisés, tu servidor. Les ordenaste guardar el sábado como día dedicado a ti.
Un día, Moisés subió al monte Sinaí para encontrarse con Dios. Cuando llegó a la parte más alta, Dios lo llamó y le dijo: —Di de mi parte a los israelitas lo siguiente:
Después de esto, Moisés subió al monte Sinaí. Allí, en la parte más alta, Dios se manifestó en toda su gloria. A la vista de los israelitas, la gloria de Dios era como un fuego que todo lo consumía. Durante seis días el monte quedó cubierto por una nube, y desde esa nube Dios llamó a Moisés al séptimo día.
con las siguientes palabras: «Nuestro Dios viene del monte Sinaí; su luz llega desde Edom. Desde los montes de Parán avanza el brillo de su presencia, y llega hasta Meribá, en Cadés, trayendo el fuego de la ley en su mano derecha.
Yo había subido al monte para recibir las tablas del pacto que Dios hizo con vosotros. Allí pasé cuarenta días y cuarenta noches sin comer ni beber nada.