10 Cuando los israelitas vieron a lo lejos que el faraón y su ejército venían persiguiéndolos, tuvieron mucho miedo y gritaron pidiendo ayuda a Dios y diciendo
10 Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Jehová.
10 Mientras el faraón se acercaba, los israelitas levantaron la vista y se llenaron de pánico al ver que los egipcios los alcanzaban. Entonces clamaron al Señor
10 Estaba ya cerca Faraón cuando los hijos de Israel alzaron sus ojos, ¡y he aquí los egipcios venían en su persecución! Entonces los hijos de Israel temieron en gran manera y clamaron a YHVH.
Cuando los capitanes vieron a Josafat dijeron: —Ese es el rey de Israel. Así que lo rodearon para atacarlo; pero entonces Josafat se puso a gritar pidiendo ayuda. Y Dios lo ayudó, pues hizo que los capitanes de los carros de combate se dieran cuenta de que no era el rey de Israel, y dejaron de perseguirlo.
Sois unos malvados que devoráis a mi pueblo como si fuera pan y os negáis a invocar a Dios. Pues debéis saber que Dios esparcirá vuestros huesos, os echaréis a temblar y quedaréis en ridículo porque Dios os ha rechazado.
Cuando el faraón dejó que los israelitas se marcharan de su país, Dios mismo les enseñó el camino que debían seguir. No los llevó por la región donde vivían los filisteos, aunque era el camino más corto. Y es que Dios pensó que si los filisteos atacaban a los israelitas, estos podrían asustarse y regresar a Egipto.
Moisés pidió ayuda a Dios. Entonces Dios le mostró un arbusto y le ordenó que lo arrojara al agua amarga. Moisés así lo hizo, y al instante el agua se volvió dulce. En ese mismo lugar Dios puso a prueba a los israelitas y además les dio normas de conducta.
Al enterarse el rey Ajaz y la casa real de que los israelitas del norte se habían aliado con los sirios, tanto el rey como el pueblo se pusieron a temblar de miedo, como tiemblan las hojas de los árboles cuando sopla el viento.
Nunca olvidéis esto: Desde el día en que salisteis de Egipto, hasta el día de hoy, siempre habéis sido rebeldes a Dios. Cuando estabais en el desierto, y también en el monte Horeb, hicisteis que Dios se enfureciera con vosotros y a punto estuvo de aniquilaros.
me pidieron que los salvara. Entonces hice que una densa niebla se interpusiera entre ellos y los egipcios, y que el mar se tragara a los egipcios. Sabéis bien todo lo que yo hice en Egipto. Después vivisteis mucho tiempo en el desierto,
La persona que ama no tiene miedo. Donde hay amor no hay temor. Al contrario, el verdadero amor quita el miedo. Si alguien tiene miedo de que Dios lo castigue, es porque no ha aprendido a amar como se debe.